Estamos sentados en nuestros bancos de la escuela. Algo similar a las películas españolas que retratan la época del franquismo: hay seis filas, con siete mesas y sus respectivas sillas; los cuarenta y dos alumnos vestimos uniformes grises, camisas blancas, corbatas y chaquetas azules; nuestros pelos están debidamente recortados. Somos hijos de algo, pero no sabemos de qué. El ambiente es espeso… es el Chile de 1990: el año en que se va Pinochet.

II

Meses antes nos encontramos formados en el patio central de la escuela. Es lunes, ocho de la mañana y debemos cantar, mirando orgullosamente la bandera: “Vuestros nombres, valientes soldados/ que habéis sido de Chile el sostén/ nuestros pechos los llevan grabados;/ los sabrán nuestros hijos también”. Pronunciar el nombre del dictador es un tabú; el miedo todo lo envuelve. 

III

Pinochet se retira impune a sus cuarteles… pero se va, ¡al fin! Nuevamente, “a lo español” comienza nuestro propio “destape”: enfrentamientos entre lautaristas y carabineros, fugas de frentistas, “la mujer metralleta”… Con un poco más de libertad, en las conversaciones de los niños de pronto aparecen personajes como Allende, Víctor Jara y Pablo Neruda; resulta increíble que La Moneda haya sido bombardeada y quemada. Los profesores, algo más cautos –aún temerosos–, solo nos hablan del Nobel de Literatura: “Murió de pena; estaba enfermo, con cáncer, hospitalizado, y al enterarse que Allende estaba muerto y Pinochet en el poder, se angustió y… murió de pena”.

IV

La adolescencia me encuentra en Temuco, corazón de la Araucanía y del Wallmapu, el territorio Mapuche. A los pies del Cerro Ñielol veo diariamente el Liceo Pablo Neruda, donde estudia el poeta. En mis manos caen sus memorias: Confieso que he vivido. Las leo sin comprenderlas del todo, pero me cautivan. Sus descripciones de los bosques y lluvias del sur son insuperables. En la ciudad se respira la vida y obra de Neruda. Y se comenta, en ambientes de comunistas esperanzados –con los que tempranamente me vinculo–, que la primera protesta contra el régimen cívico-militar se produce en sus funerales, en el Cementerio General de Santiago de Chile, cuando el pueblo no pudo resistirse a despedir a su compañero-hermano-poeta y entonar, entre llantos, “La Internacional”.

V

Ya joven la obra del poeta me seduce en la voz de Víctor Jara, quien ha musicalizado el “Poema XV” y “Aquí me quedo”. Capta mi atención la adaptación orquestal hecha por Mikis Theodorakis del Canto General. Y, sí, me enloquece, hasta aprender cada verso de memoria, el álbum “Alturas de Macchu Picchu” de Los Jaivas. A esa altura, quiéralo o no, Neruda es parte de mi vida.       

VI

En mis largas estadías en Cuba y Bolivia el poeta siempre toca mi puerta: a través del cine, primero con “Il Postino”, dirigida por Michael Radford; luego con “Ardiente Paciencia” (en sus dos versiones)… –las tres adaptaciones de la novela de Antonio Skármeta: El cartero de NerudaVuelvo a releer parte de su obra, sus Odas elementales, su Canto General, su España en el corazón, su Residencia en la Tierra… En la Isla aún se habla, como si hubiera sido ayer, de la amistad Guillén-Neruda, del incómodo diálogo Che Guevara-Neruda, de las guitacanturreadas en la La Bodeguita del Medio, de la controversial “carta de los cubanos a Neruda”, de las peleas con Fernández Retamar y del distanciamiento del poeta.  

VII

En 2011 sigo con interés la denuncia de su chofer, don Mario Araya, quien afirma que el poeta es asesinado en la Clínica Santa María de Santiago de Chile, en manos de médicos especializados en envenenamiento al servicio de la dictadura.

Dos años después presto atención a la exhumación de sus restos en Isla Negra. En el último lustro, los estudios científicos para determinar su real causal de muerte se llevan a cabo en Canadá, Dinamarca y Chile.

Esta semana la familia del poeta adelanta parte de las conclusiones contenidas en el informe final: a Neruda se le inoculó la bacteria “clostridium botulinum”. En palabras de su sobrino, Rodolfo Reyes: “Sabemos ahora que el ‘clostridium botulinum’ no tendría por qué haber estado en la osamenta de Neruda. ¿Qué quiere decir esto? Que Neruda fue asesinado, hubo intervención en el año 1973 por agentes del Estado”.

El poeta no murió de pena, como nos dijeron…