29/11/2023 (Ciudad de México). Hay una larga historia de coordinaciones entre la derecha colombiana y la argentina, una historia que tiene entre sus antecedentes la coordinación entre los expresidentes Álvaro Uribe y Mauricio Macri. La primera reunión entre ambos fue el año 2004, cuando el argentino comenzaba su carrera política y ya regentaba el club de fútbol más popular de su país, el Boca Juniors, preparándose para candidatear a la Intendencia de la ciudad de Buenos Aires. Uribe por su parte estaba a mitad de su primera gestión de gobierno nacional en Colombia y recibió a su visitante en el Palacio de Nariño comenzando de esa forma su sintonía política. Diez años más tarde, el jefe de gobierno de la metrópoli bonaerense recibió al ex presidente Uribe. Fue entonces que entre ambos perfilaron la necesidad de conformar una coalición internacional de gobiernos opuestos al régimen chavista en Venezuela y al izquierdista “Foro de San Pablo”; tal plataforma nació en 2017 y se llamó “Grupo de Lima”.

Sirva este largo antecedente para referirnos al impacto que ha tenido en los sectores radicales de derecha colombianos el triunfo de Javier Milei en Argentina, así como la alianza entre el presidente electo y Macri. Se han fortalecido los nexos de los sectores ultraconservadores de ambos países, lo que envalentonará a la oposición colombiana, lo que explica la inmediata reacción de Petro ante lo sucedido en las urnas argentinas, escribiendo en sus redes sociales: “Ha ganado la extrema derecha en Argentina, es la decisión de su sociedad. Triste para América Latina y ya veremos…El neoliberalismo ya no tiene propuesta para la sociedad, no puede responder a los problemas actuales de la humanidad”.

Dicho y hecho. En las últimas dos semanas el presidente colombiano ha tenido que afrontar nuevos intentos de desestabilización de su gestión de gobierno y su relacionamiento internacional. Internamente, a lo que ya venía dado por la decisión de la Corte Constitucional de anular una disposición orientada a la justicia tributaria en la reforma de impuestos, se sumó la oposición de la derecha en el Congreso al avance de la reforma de salud. En un intento por viabilizar esa y otras reformas por las que votó el pueblo al elegirlo, el mandatario se ha tenido que reunir con los gremios de empresarios y con el propio ex presidente Álvaro Uribe, pasando por encima de las grandes diferencias ideológicas entre ambos. Con este paso de diálogo, Petro logró que comience a avanzar, así sea lentamente, la reforma, que al día de hoy lleva aprobado el 68% de sus artículos en el Congreso.

En el plano internacional, hasta las iniciativas más loables del gobierno generan cuestionamientos opositores. El acercamiento a México enviando 15 toneladas de apoyo solidario para la población del Estado de Guerrero afectada por el devastador Huracán “Otis”, fue un gesto humanitario muy bien valorado por la comunidad latinoamericana, pero en Colombia reactivó el ataque judicial de parlamentarios de derecha que quieren destituir al embajador colombiano en México Álvaro Moisés Ninco Daza, bajo el argumento de que no hizo la carrera diplomática. La Cancillería por su parte, defiende su nombramiento basándose en que fue resultado de un informe positivo de una “Comisión Evaluadora de Méritos” que aplicó el procedimiento de compensación de requisitos, que prevé un decreto del año 2005.

Este conflicto en la designación de embajadores reproduce el que se dio en otros procesos de transformación en varios países de América Latina. Es que el servicio exterior ha sido blindado por la clase dominante (otros le llaman “establishment”), mediante un conjunto de leyes, para convertirlo en un espacio de élite al que no accedan representantes populares, campesinos y de trabajadores. El argumento conservador siempre ha sido el mismo: los diplomáticos deben ser profesionales que hagan una larga carrera, que toma décadas, para ser designados embajadores o cónsules. En los casos venezolano, ecuatoriano o boliviano, se modificaron varias leyes anacrónicas –propias de siglos pasados, pero no de este siglo de reformas sociales inclusivas. La izquierda colombiana tiene este mismo reto transformador.