En estos días la atención internacional sobre Estados Unidos tiende a centrarse en los procesos judiciales que Donald Trump, ex presidente de ese país, tiene en curso en varios Estados. Particularmente avanzado es el del Estado de Georgia, donde Fani Willis, fiscal de distrito del condado de Fulton, en Atlanta, le ha otorgado un plazo que vence el 25 de agosto, a Trump y a otros 18 acusados para que se presenten ante las autoridades a objeto de ser fichados. Willis, que se convirtió hace tres años en la primera mujer afroamericana elegida como fiscal en su distrito, se ha referido a Trump como “el cabecilla de una organización delictiva que conspiró para manipular los resultados electorales en el Estado de Georgia”. La fiscal inició esta investigación después que el prestigioso periódico The Washington Post revelara en enero de 2021 que el entonces presidente había ejercido presión sobre el secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, exigiéndole que “encuentre los votos necesarios” para cambiar los resultados que daban como ganador por estrecho margen a Joe Biden.

Como resultado de las investigaciones fiscales, hace una semana Trump fue imputado por 13 cargos ante un gran jurado de Georgia. La fiscal Willis utilizó la “Ley especial contra el crimen organizado” o Ley RICO, que es muy útil para desentrañar delitos y crímenes cometidos por organizaciones mafiosas que saben esconder muy bien sus movimientos, lo que tiene características que se asemejan –salvando varias diferencias- con la forma como se hacen las conspiraciones políticas.

Para mantenerse en libertad, el político republicano deberá pagar una fianza de 200.000 dólares, pero incluso luego de salir del complejo judicial del condado de Fulton donde tiene que presentarse, se le restringirán muchas actividades por estar acusado de graves delitos federales.

Esta trama judicial –una de las cuatro que afronta Trump y por alguna de las cuales podría terminar siendo inhabilitado electoralmente e incluso perdiendo la libertad- es sólo un lado visible de la gran confrontación entre fuerzas políticas conservadoras y liberales que se está dando en Estados Unidos y que, conforme nos acerquemos a la fecha de las elecciones presidenciales de noviembre de 2024, subirá en intensidad.

Pero hay otra batalla cultural que se está librando. Tiene que ver con algo que siempre suele guardar apariencia de una neutralidad aséptica, pero en la realidad no lo es: la música.

En los últimos días ha sorprendido la irrupción de un desconocido cantante de música country, cuyo nombre artístico es Oliver Anthony, que en realidad se llama Christopher Anthony Lunsford, autor de una canción titulada: “Rich men north of Richmond”, que traducida al español sería: “Hombres ricos al norte de Richmond”, que al principio algunos creyeron que se trataba de una canción de protesta obrera, pero en realidad se ha convertido en una especie de himno reivindicado por los republicanos conservadores contra los liberales y progresistas. Fue porque inmediatamente se identificaron con varios mensajes que Anthony –un artista que abre sus conciertos con lecturas de salmos bíblicos- incorporó en la letra de la canción, como por ejemplo:

“Estos hombres ricos al norte de Richmond

Dios sabe que todos ellos solo quieren tener el control total

Quieren saber lo que piensas, quieren saber lo que haces

Y ellos no creen que lo sabes, pero yo sé que lo sabes

Porque tu dólar no es una mierda y está bajo impuestos interminables

Por los hombres ricos al norte de Richmond”

Es interesante recordar que Richmond (Virginia) fue por un tiempo la capital de la Confederación cuando comenzó la guerra civil (1861 – 1865) en Estados Unidos. Ya por entonces la expresión “hombres del norte de Richmond” hacía referencia al ejército de la Unión al mando del presidente Abraham Lincoln, que finalmente ganó esa guerra. La alusión a los impuestos y a los “obesos que ordeñan el bienestar” (en otra parte de la canción) son otros tantos mensajes contra los demócratas, lo que explica que connotada gente de derecha, como la congresista republicana por el Estado de Georgia, Marjorie Taylor Greene, o comentaristas ultraconservadores como Laura Ingraham y Matt Walsh, se hayan apropiado de la canción, a la que rinden tributo diciendo que es “un himno de los estadounidenses olvidados desde hace tiempo por nuestro gobierno”.