Por: Javier Larraín
Hace ya cinco décadas fue que don Nicanor Parra, creador del legendario y controvertido artefacto que decía “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, revoltosa y provocadoramente pronunció “Cuba sí, yanquis también”, espantando a un buen grupito de cuadrados izquierdistas.
Desconozco qué pasaba por la mente del antipoeta, pero por la mía –enfocado en la segunda parte de la frase– desfilaron Walt Whitman y su Canto a mí mismo –fuente de Neruda–, Ambrose Bierce y su Diccionario del Diablo –que tanto fascinaba a Galeano–, William Faulkner y su condado de Yoknapatawpha –inspiración “enfermiza” de García Márquez–, Woody Guthrie y su pegatina en la guitarra “This Machine Kills Fascists”… Pete Seeger, Poe, Angela Davis, Howard Fast, Howard Zinn, Bradbury, Ethel y Julius Rosenberg, Malcolm X, Jesse Jackson y un largo etcétera.
En el prólogo del libro Los combates y las ideas (Buenos Aires, 2022), del escritor argentino y buen amigo Alejo Brignole, haciendo un apretado recuento de “la lucha de clases”, desde la Antigüedad a nuestra era, apunté: “La lucha de clases se expresó en esta parte de un continente ya independiente con la hondura de Artigas y del Dr. Francia; de Hidalgo y Morelos; del abolicionismo de Miranda, Bolívar y José Miguel Carrera; para dar saltos integradores y emancipadores con Simón Rodríguez y Francisco Bilbao; con Hostos y Betances; con el decoro de Juárez y la conmovedora obra-acción de José Martí… con la pedagogía de Recabarren y Mella; con la decisión de Sandino y Farabundo Martí; con el levantamiento mapuche en Ranquil; con la mítica columna de Prestes; con Villa, Zapata y Cárdenas en México; con la transparencia de Árbenz, con la dignidad de Allende y los socialismos triunfantes, de los cuales la Revolución cubana, con Fidel y el Che, nos mostró cuán bien valía hacer atajos en la historia”.
Por esas coincidencias lindas de la vida, también hace medio siglo un gigante trovador guitacanturreó: “Toda época fue presa de un rompecabezas para subir la cuesta del gran reino animal”.
En efecto, en esa “subidita de cuesta” es inevitable que, a los comunistas, se nos agolpen los espartanos Agis y Cleómenes; los desobedientes del Monte Sacro; los Graco; Espartaco y Crixo; Jhon Ball y Müntzer; Blanqui y Babeuf; Lenín y el Tío Ho… Lautaro y Hatuey; Túpac Amaru II y Tupaj Katari y Bartolina Sisa; Tiradentes, Louverture y Dessalines… y nuevamente otro largo etcétera. Pero, junto a ellos, los comuneros de París, los bolcheviques del 17 y, sobre todo, los revolucionarios cubanos.
Mucha agua ha corrido debajo del puente en los últimos milenos en las luchas por un mundo más justo; aunque la historia, a unos cuantos, a ratos les resulta tediosa y les “suena a hueco”. Y “aburre a los niños, porque ya pasó”.
Campaña de alfabetización, reforma agraria radical, socialización de los medios de producción, internacionalismo en el África, apoyo a las luchas de liberación en América y otras latitudes, brigadas médicas… batalla de Cuito Cuanavale y mediación para la paz en Colombia… Todo, absolutamente todo ha tenido la Revolución cubana, quizás la más ambiciosa, en cuanto a anhelos igualitarios, de la historia de la Humanidad.
Es de sobra conocido su dificultoso y largo bregar, así como el acrecentamiento de su pesar a causa de la merma de ingresos provenientes del turismo, los accidentes industriales y los desastres naturales de los últimos meses. Todo, ciertamente, recrudecido por el bloqueo norteamericano y las 243 sanciones impuestas por Donald Trump, incluyendo la infame inscripción de la Isla en la “lista de países patrocinadores del terrorismo”.
Las gentes nobles del Tercer Mundo y del planeta entero tenemos el privilegio de ser contemporáneos de la Revolución cubana. Por tanto, no cabe tomar palco y no tender la mano amiga a ese pueblo que ha echado su suerte “con los pobres de la tierra” más de una vez, llegando incluso a ofrecer cientos de becas de estudio a jóvenes norteamericanos de barriadas pobres, así como a disponer de decenas de médicos para socorrer a los propios ciudadanos de aquel país cuando los eventos traumáticos del huracán Katrina en 2005.
Apremia exigir que la administración Biden retome la agenda de Obama y que retire de inmediato a Cuba de la lista de los países patrocinadores del terrorismo, que levante las sanciones de Trump, que facilite la recuperación económica en la Isla y que, por fin, levante el macabro bloqueo.
Otra coincidencia de hace medio siglo. Bob Dylan se dedicó a recorrer los Estados Unidos con la “Rolling Thunder Revue”. Deseaba viajar a la raíz, reencontrarse con las gentes humildes de una nación de poetas y artistas profundamente audaces, sensibles y humanistas. Compartiendo el mensaje de Guthrie, expresó: “This land is your land and this land is my land… This land was made for you and me” (“Esta tierra es tu tierra y esta tierra es mi tierra… Esta tierra fue hecha para ti y para mí”).
¿Será que el pueblo norteamericano, en ese despertar suplicado por Dylan, más pronto que tarde abogará por la convivencia amistosa con los habitantes de Cuba? ¿Será que algún día podremos decir, a voz en cuello, con don Nicanor: “Cuba sí, yanquis también”? ¡Ojalá así sea!