27/06/2024 (Ciudad de México). Julian Assange ha quedado en libertad luego de un arreglo legal que, a cambio de declararse culpable de espionaje, le permitió salir de la prisión en Reino Unido en la que pasó 5 años. Más allá de la victoria que esto representa, también permite recordar su legado en el periodismo, así como la manera en la que colocó por encima de los intereses de las élites la necesidad de buscar la verdad.
En México, varias personas se han sumado al festejo por su liberación, incluyendo al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ha abogado por su libertad de manera permanente. Más allá de que puedan compartir su defensa por la verdad, se entiende el agradecimiento que AMLO le pueda tener a Assange, pues ha evidenciado a varios de sus adversarios como lo que son: representantes de intereses privados que no dudarían en negarle los derechos a la población mexicana por beneficiarse económica o políticamente.
Pero ¿de qué manera, el recién liberado Assange ha contribuido a conocer la verdad sobre las élites en México?
En el caso de Denise Dresser, por ejemplo, la información publicada por WikiLeaks describe una reunión que sostuvo con poloffs u oficiales de la Embajada de Estados Unidos en México el 19 de junio de 2006, dos semanas antes de las elecciones sobre las que ha caído la sospecha permanente de un fraude electoral cometido en contra del actual presidente y a favor del entonces candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón Hinojosa.
La forma en la que se estableció la comunicación entre Dresser y el personal de la embajada la coloca como un agente del neoliberalismo, pues se hace evidente su intención en el avance de lo que ella denomina “reformas estructurales”, las cuales observa como necesarias para que México sea “competitivo”.
Sería precisamente ese mismo mote, “reformas estructurales”, el que se aplicaría seis años después, durante el sexenio del Enrique Peña Nieto, para una serie de reformas que tenderían a la privatización de diversas áreas del Estado mexicano. Conviene recordar que dichas reformas fueron impulsadas por la alianza legislativa denominada “Pacto Por México”, la cual estaba conformada por la mayoría de los actores del Congreso de la Unión, incluyendo al PAN, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el de la Revolución Democrática (PRD), alianza hoy opositora y defendida por la politóloga bajo el título de “Va Por México”.
El hecho de que, en 2006, los tres partidos se mostraran como antagónicos y cada uno postulara a su propio candidato llevó a Dresser a tener que evaluar qué candidato sería el más idóneo para impulsar la reforma del Estado mexicano a favor de los intereses privados. Sin embargo, termina mostrando “optimismo” ante los oficiales norteamericanos, pues no observaba ningún riesgo considerable en alguno de los dos candidatos punteros, aunque evidentemente se inclinaba por Felipe Calderón.
Desde el punto de vista de Dresser, la falta de competitividad se asociaba a una cultura basada en el “patronazgo”, misma que, a su vez, estaría estrechamente relacionada con un sistema de educación que inculcaba “una admiración por las víctimas de la historia mexicana, así como una desconfianza al emprendimiento y la creación de riqueza”. Resulta irónico que la politóloga, quien observara como necesario el dejar de reivindicar a las víctimas de la historia como condición para ser competitivos, hoy apele a ser parte de quienes nos quitaron “las cadenas” al pueblo mexicano.
Por otro lado, también se ha publicado información que abona a las sospechas sobre el fraude electoral perpetuado en 2006. Es el caso de Arturo Sánchez Gutiérrez, quien era consejero del Instituto Federal Electoral, órgano encargado de organizar los comicios en aquel año. En un cable acerca de una reunión que sostuvo con oficiales de la Embajada – también a dos semanas de la elección presidencial –, se describe que “claramente tenía muy poco afecto por López Obrador”. Además, Sánchez reveló al personal de la Embajada que las elecciones serían ganadas por el candidato de la derecha, Felipe Calderón, incluso atreviéndose a dar un margen del 3% o menos.
En el cable acerca de la reunión con Sánchez Gutiérrez, se coloca una nota aclaratoria: que el IFE se había negado a realizar una revisión del sistema para el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP). Esto luego de que el PRD denunciara una posible conspiración para favorecer al candidato de la derecha, pues su cuñado, Hildebrando Zavala, obtuvo un contrato para gestionar el sistema para el PREP. Para negarse, Sánchez argumentó que la fecha para realizar la revisión ya había pasado.
A pesar de intuir posibles focos de protesta ante el posible fraude, auguró que “pocos mexicanos entenderían todo ello y que los posibles ataques [ante un descontento por las elecciones] tendrían poco impacto”. Asimismo, advirtió sobre el supuesto peligro que representaría AMLO en la presidencia, aunque creía que las elecciones serían un paso “suave” (smooth) que no derivaría en manifestaciones violentas, al tener un acuerdo previo con la mayoría de los partidos para que aceptaran los resultados publicados por el IFE.
Ya con Calderón como presidente, un cable de 2009 describe una conversación entre personal de la Embajada y el entonces general secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván. Según el cable, el militar habló sobre el interés que tenía en que el expresidente Calderón declarara el Estado de excepción, con la expectativa de la cancelación de las garantías constitucionales. Esto en plena guerra contra las drogas, caracterizada por los excesos de las fuerzas del orden y las constantes violaciones a los derechos humanos.
Otro cable, también de 2009, aborda la preocupación que tuvo el personal de la Embajada por la salud mental del expresidente, debido a que el “estrés” que enfrentaba podría influir en “su personalidad y estilo de gestión”. En él, la embajada extiende un cuestionario dirigido a los cercanos de Calderón con el que se pretendía reunir información sobre el comportamiento del entonces presidente frente a sus subordinados con la finalidad de observar su talante potencialmente autoritario y “compulsivo”.
Más allá de esta información vinculada con las elecciones controvertidas de 2006 y el consecuente periodo presidencial de Calderón, WikiLeaks también ha revelado detalles de las élites históricas, incluyendo a los expresidentes priistas Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. A éstos se les revela como informantes de la Agencia Nacional de Inteligencia (CIA).
Según los cables, los expresidentes mantuvieron una comunicación estrecha con funcionarios norteamericanos mientras se encontraban en el cargo de secretario de Gobernación. Este cargo es el encargado de la política interna mexicana, por lo que, durante muchos años, se le consideró el segundo hombre más poderoso del país. Posteriormente, ya como presidentes, la comunicación entre ellos y la CIA se redujo.
Al respecto, conviene recordar que Luis Echeverría se encontraba como secretario de Gobernación durante la masacre a los estudiantes de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968, mientras Díaz Ordaz ocupaba la silla presidencial. Hasta la fecha, no se ha llegado a dilucidar los intereses que atravesaron la decisión de ejecutar la mayor masacre perpetuada en el México postrevolucionario, aunque se sabe que se tomo bajo la influencia anticomunista de Echeverría en el contexto de la Guerra Fría.