29/03/2024 (Ciudad de México). Ni duda cabe que la insurgencia africana contra el neocolonialismo europeo es uno de los factores estratégicos que está modificando el panorama mundial de poder. Inicialmente fueron rebeliones militares (que la prensa europea inmediatamente calificó como “golpes de Estado”) que cambiaron gobiernos en Chad en abril de 2021, en Malí en mayo de 2021, en Burkina Faso en septiembre de 2022 y en Níger en julio de 2023. La característica común en todos estos países fue la irrupción de un nacionalismo panafricano, timoneado por los mandos castrenses pero con multitudinarias movilizaciones populares de respaldo.

A esa oleada se suma ahora la acumulación democrática de los partidos de oposición en países como Senegal, ubicado sobre la costa atlántica, donde logró una resonante victoria electoral el candidato antisistema Bassirou Diomaye Faye.El discurso profundamente soberanista de Faye, que plantea la revisión de las relaciones con Francia –Senegal fue colonia francesa hasta 1960- ha terminado de debilitar la influencia y presencia europeas en la región del Sahel.

Para más datos, Bassirou Diomaye Faye, que es un político de 44 años que pasará a convertirse en el más joven presidente senegalés, ganó con el 55% de los votos, derrotando al candidato oficialista Amadou Ba, que logró el 35%. El abogado, que se define ideológicamente como un panafricanista de izquierda, logró vencer a los pocos días de salir de la cárcel, donde estuvo como preso político del régimen por casi un año, acusado de “difundir noticias falsas, desacato a la autoridad y difamación de un organismo constituido”.

El Sahel es la parte que queda al sur del desierto del Sahara y va hasta el norte de la sabana de Sudán. Es una enorme franja que recorre desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo, abarcando extensas partes de los siguientes países: Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía. Es la parte del continente africano que más sufre la desertización de sus tierras, aunque es también –paradójicamente- una de las regiones más importantes del mundo en cuanto a riquezas naturales, como son los reservorios subterráneos de agua dulce, o los yacimientos de hierro, cobre, diamantes, carbón, petróleo y uranio.

El control del acceso a estos recursos fue la motivación geopolítica de la Unión Europea para su presencia militar, que comenzó en enero de 2013 cuando, con el pretexto de frenar al denominado “terrorismo yihadista” en el Sahel, Francia efectuó bombardeos aéreos en el norte de Malí y fueron desplegadas tropas francesas, alemanas, españolas, británicas e italianas en las bases militares de Yamena (Chad), Niamey (Níger), Gao (Malí) y Uadagugú (Burkina Faso).

Once años después, las condiciones sociales y políticas han cambiado tanto en el Sahel que ya no es posible para las potencias europeas mantener esa presencia militar. Lo ocurrido con las elecciones en Senegal fue como el último clavo en el ataúd del neocolonialismo, siendo inmediato el impacto en la Unión Europea, ya que en una reunión convocada de urgencia en Bruselas el fin de semana, no hubo consenso de los 27 países para continuar la misión militar en Malí, país vecino de Senegal y el último del Sahel en que todavía estaban los uniformados galos.

La Unión Europea se repliega y al hacerlo genera un vacío que será inmediatamente cubierto por otras potencias. Rusia hace años, desde que comenzaron sus operaciones militares en Siria el 2015, realiza acercamientos con los nuevos liderazgos africanos proporcionándoles asistencia militar. Tiene también interés estratégico China, cuya “Nueva Ruta de la Seda” contempla a países africanos como Kenia, y el bloque “BRICS” suma a Sudáfrica, Etiopía y Egipto.

Está por verse si el panafricanismo de los nuevos gobiernos en esta parte de África, puede dar nacimiento a una gestión de los recursos naturales soberana y no dependiente de otras potencias extranjeras, una vez que la vieja Europa salió del escenario.