03/03/2024 (Ciudad de México). Cálculos del gobierno capitalino cifraron en 350.000 las personas que abarrotaron el día viernes 1 de marzo las calles y avenidas que rodean al Zócalo (o Plaza de la Constitución) y por supuesto el Zócalo mismo, para el inicio de la campaña de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de México. Fue también ocasión para el simultáneo arranque electoral de la candidata Clara Brugada a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
A lo largo de la historia latinoamericana contemporánea, cada concentración popular que se efectuó en los países donde ocurrían procesos de cambio político contribuyó, cada cual a su modo y de acuerdo a sus propias características, a la construcción social de los sujetos históricos de las transformaciones.
Ocurrió con las masas en Venezuela, en la época más luminosa del gobierno de Hugo Chávez (1999-2013), cuando el sujeto urbano-popular marchaba desde las comunas (conjunto de barrios) más populosas de Caracas hacia el centro de la ciudad, confluyendo en la Avenida Simón Bolívar, donde se escenificaron las más gigantescas concentraciones sociales de la historia de Venezuela.
Ocurrió también con las multitudes en Bolivia, durante el período presidencial de Evo Morales (2006–2019), cuando la participación masiva de comunidades indígenas y de pueblos originarios llenó la Plaza San Francisco, en un despliegue de banderas bolivianas y wiphalas (la bandera multicolor de los pueblos originarios).
Sucedió en Chile, cuando el “Estallido Social” del año 2019, movilizó en Santiago de Chile a un millón de personas, con enorme participación de jóvenes estudiantes como la marca distintiva de un proceso que exigía una Asamblea Constituyente, para así transformar el país neoliberal heredado de la dictadura de Pinochet.
Y ocurre en México, en un proceso de transformaciones –genéricamente conocida como la “Cuarta Transformación”, siendo las tres primeras la gesta de la independencia, la reforma liberal que plasmó la Constitución de 1857 y la revolución mexicana de 1910 que desembocó en la Constitución de 1917. Bajo el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, el proceso de cambio mexicano construyó su propio sujeto histórico definido como Nacional-Popular y al que el presidente –y ahora la candidata presidencial Sheinbaum- interpela en sus discursos bajo la épica de “Pueblo”.
Este sujeto popular, a lo largo del sexenio todavía en curso del López Obrador, fue incorporando en forma masiva a pobladores de colonias (barrios) de ingresos medios y bajos marginados de las políticas públicas por anteriores gobiernos, a trabajadores y trabajadoras que durante el neoliberalismo sufrieron la degradación de sus condiciones laborales, a productores agrarios individuales y ejidatarios afectados por el tratado de libre comercio de América del Norte de 1994.
En el último tiempo la Cuarta Transformación incorporó a su bagaje una nueva idea-fuerza: “Es el tiempo de las mujeres”. Y esto va más allá de una narrativa, es el resultado de una acumulación histórica de las organizaciones de mujeres en México que viene de muy lejos en el tiempo, desde el primer Congreso Feminista que se realizó en Mérida, Estado de Yucatán, en el año 1916, por iniciativa de Consuelo Zavala y Elvia Carrillo Puerto. Viene de las grandes movilizaciones de las mujeres contra la violencia sexual y los feminicidios en las últimas décadas en que también se asentó el negocio del narcotráfico. Y viene de un protagonismo político cada vez más importante de las mujeres, que se expresa ahora mismo en la composición de la Cámara de Diputados, con 50,8% de hombres y 49,8% de mujeres, y del Senado con 51% de mujeres y 49% de hombres, lo que convierte a la actual legislatura en la primera paritaria en toda la historia de México.
Esta trayectoria política explica que en las elecciones que se realizarán el 2 de junio, la izquierda mexicana cuya coalición se llama “Sigamos Haciendo Historia”, luego de un particular proceso de consulta ciudadana, decidió para las dos principales candidaturas (a la Presidencia nacional y al gobierno de la más grande metrópoli del país) postular a dos mujeres transformadoras: Sheinbaum y Brugada.
Las diferencias que hoy muestran todas las encuestas, de entre 20 y 30 puntos porcentuales de Claudia Sheinbaum respecto a la candidatura de la derecha, indican con alto grado de probabilidad que ella será la primera presidenta en la historia del país de habla hispana más poblado del mundo.
En uno de los compromisos que hizo la candidata de izquierda en el Zócalo, relievó la construcción de una “República de y para las mujeres”, que forma parte de su Proyecto de Nación hasta el 2030. Es no sólo un mensaje al pueblo mexicano, sino un claro mensaje político hacia América Latina, en momentos en que el neofascismo patriarcal instaurado en El Salvador con Bukele y en Argentina con Milei, procede a la eliminación retrógrada en la educación escolar de los enfoques de paridad de género y educación sexual, calificados por ellos como “ideología de género” y “adoctrinamiento”. El mensaje inclusivo y democrático de la izquierda en México, resuena aún más cuando la comparamos con la atrabiliaria prohibición del lenguaje inclusivo que se acaba de decretar en Argentina. ¡Comparado con este oscurantismo, qué refrescante y qué hermosa se escuchó la frase pronunciada varias veces en el Zócalo: mexicanas y mexicanos!