28/02/2024 (Ciudad de México). Hace unos días, en una de sus matutinas el presidente de México Andrés Manuel López Obrador afirmó, refiriéndose al control extranjero de las políticas económicas: “Empezaron a controlarnos (como país) al grado de que nos impusieron sus agendas. Durante tres o cuatro décadas, México no tuvo una agenda propia, no había política económica elaborada de acuerdos a nuestras necesidades, nos la imponían. El Fondo Monetario Internacional empezó con las llamadas cartas de intención y nos decían qué hacer; nos impusieron la agenda de las llamadas reformas económicas estructurales: energética, fiscal y a la seguridad social, que nos arruinaron”.
Las palabras del mandatario mexicano, aunque las dijo pensando en su país, son perfectamente aplicables a muchos otros países de América Latina que hace cuarenta años estaban sometidos financieramente al FMI y al Banco Mundial. Es importante explicar en unas cuantas líneas qué eran estas entidades y de dónde venía su poder.
En julio de 1944, en Estados Unidos, en la localidad de Bretton Woods, se efectuó una Conferencia con representantes de 44 países. Se estaba definiendo el poder mundial a sabiendas de la inevitable derrota en la segunda guerra mundial de la Alemania nazi y su aliado Japón. Dos economistas (el británico John Maynard Keynes y el estadounidense Harry Dexter White) a nombre de sus gobiernos, habían diseñado el orden económico mundial basado en un “Fondo Monetario Internacional”, que manejaría la convertibilidad de las distintas monedas nacionales sobre la base del patrón oro. Se creó también un brazo financiero llamado “Banco Mundial”, que podría otorgar préstamos a los países que así lo pidieran. Pero resulta que era Estados Unidos el poseedor del 80% de las reservas mundiales de oro, por lo que el dólar pasó a ser hegemónico. En las siguientes décadas, los países de América Latina fueron volviéndose cada vez más dependientes, lo que se acentuó después del golpe de Estado de 1973 en Chile, que poco tiempo después comenzó a aplicar el modelo neoliberal. El resto es historia conocida.
Venezuela tenía un régimen democrático desde 1958 que funcionaba con un sistema llamado “Pacto de Punto Fijo” entre los partidos políticos tradicionales de derecha y de centro, que se alternaban en el poder. En economía, el país caribeño desde el año 1920 era productor y exportador neto de petróleo, con lo que una gran masa dineraria engrosó fortunas privadas y, luego de la nacionalización del año 1976, las arcas del Estado. El 18 de febrero de 1983 (llamado el “viernes negro”) la economía petrodolarizada colapsó, luego de un período de dos años en que hubo una caída mundial de los precios del petróleo, lo que significó un “shock fiscal negativo” (cayeron los ingresos y se mantuvieron los gastos).
Venezuela acentuó su dependencia de los créditos externos para equilibrar su balanza fiscal (egresos versus ingresos). Y en 1989 el gobierno de Carlos Andrés Pérez (paradójicamente, el mismo que había nacionalizado el petróleo) acordó con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial un paquete de drásticas medidas de recorte de “disciplina fiscal”. Como era costumbre en los gobiernos neoliberales, el de Pérez anunció en su mensaje a la nación que el costo lo pagaría el Estado, lo que no dijo fue que al cortar la subvención al precio de la gasolina, subiría no sólo ese carburante, sino todos los productos de la canasta familiar pues se operó un incremento en cascada.
Esto llevó a un estallido social que pasó a la historia como el “Caracazo”, el 27 y 28 de febrero de 1989, en la ciudad de Caracas, con repercusiones en varias otras regiones de Venezuela. Tan enorme protesta se había gestado a lo largo de varios años en que la población veía la corrupción de varios gobiernos y la injusticia social. En esas 48 horas ocurrieron grandes marchas de sindicatos y organizaciones populares, se dieron protestas de vecinos con bloqueos en avenidas en las que quemaban llantas. Finalmente, la furia devino en saqueos de supermercados.
Ante la reacción del pueblo, el presidente Pérez ordenó la represión militar que dejó miles de víctimas, entre muertos, heridos y desaparecidos.
Fue la semilla de profundos cambios en el país. Diez años después Hugo Chávez ganaba las elecciones.