Decenas de personas instalaron este campamento en espera de continuar su tránsito hacia Estados Unidos; los principales países de origen son Venezuela, Ecuador, Haití y de Centroamérica.
25/09/2023 (Ciudad de México). Decenas de personas migrantes, originarias de Venezuela principalmente, pero también de Haití, Ecuador y Centroamérica, acampan en los alrededores de la Central de Autobuses del Norte de la Ciudad de México, en alcaldía Gustavo A. Madero, en espera de continuar su tránsito hacia el norte, para llegar a Estados Unidos.
Sin embargo, se enfrentan a una gran incertidumbre tras la noticia de la suspensión temporal de los viajes de 60 trenes de carga de Ferromex, hacia el norte del país, con el argumento de un aumento de migrantes que utilizan ese medio.
Pero también por no tener mayor información por parte de autoridades migratorias, además de una larga espera para sacar una cita por la aplicación de CBP One, un requisito para quienes solicitan asilo en Estados Unidos. El cúmulo de situaciones ha llevado a estas personas a permanecer a la intemperie de esta central camionera, de acuerdo con diversos testimonios que recabó De Raíz.
A este panorama se suma una lista interminables de riesgos, entre los que sobresalen extorsiones, revisiones exhaustivas (incluyendo a mujeres, niños y niñas), expresiones de xenofobia y diversos peligros que enfrentan quienes buscan salir de sus países de origen para alcanzar el imaginario del “sueño americano”, y así ofrecer mejores oportunidades económicas para sus familias.
“Con la ayuda de Dios, llegaremos a Estados Unidos“
Hace poco más de 20 minutos que Robert, un venezolano de 32 años originario de Maracaibo, llegó al campamento que se encuentra sobre la avenida Hospital de Benito Juárez y Cien Metros, a un lado de la Central de Autobuses del Norte de la Ciudad de México. Con él viaja su esposa y sus tres pequeños, pero también un grupo de al menos 30 personas más y la mayoría, como él, llevan consigo a sus hijos. Proviene de Oaxaca.
Está preocupado. Enciende su cigarro y se prepara para conversar, mientras se recarga sobre la barda naranja de un negocio de maletas. Robert y su familia llevan 50 días transitando a pie, de “aventón”. Cuando tienen suerte, logran vender dulces y con eso juntan poco a poco para viajar en autobús, según cuenta a De Raíz.
“Así hemos avanzando. Comenzamos atravesando la selva en Panamá, llegamos a un refugio. Luego llegamos a Nicaragua, ahí sí dan apoyo con comida, con ropa. Nos quedamos cinco días, vendimos golosinas y la gente nos apoyó”, recuerda.
Sin embargo, Robert señala que una de las peores experiencias las vivió al llegar a Guatemala y le dejó un trago amargo, porque se enfrentó a extorsiones y a cobros. “Por todo nos cobraban, por caminar, por todo. Vendiendo golosinas salió para comer, para los pequeños. Uno aguanta es hombre, pero es para los hijos. Hasta lo que no teníamos nos quitaron”, lamenta.
Esa experiencia también la comparte Jesús Alejandro Silveira Suárez, un joven venezolano de 19 años, que viaja con su hermana, su cuñado, su sobrina y algunos familiares de su cuñado, “y con Dios, principalmente”, dice al medio.
Suárez asegura que la peor parte de su tránsito fue en Guatemala aunque no quiso entrar en detalles. Denuncia que sufrieron extorsiones y que hasta sus celulares se los quitaron, por lo que ahora no tienen forma de sacar una cita en la aplicación para solicitar asilo en Estados Unidos, CBP One. Pese a ello, quieren llegar a la frontera de México y con el vecino del norte para lograr cruzar al otro lado del muro.
Jesús y su familia salieron de su país desde el 18 de agosto y su tránsito ha sido igual que el de su compatriota: a pie o en autobús. Recuerda que caminaron durante seis días en la selva del Darién, el límite entre Suramérica (Colombia) y Centroamérica (Panamá), uno de los lugares más peligrosos para transitar a pie.
“No nos trajimos buenas experiencias, vimos personas fallecidas y niños. Es difícil, no es fácil, como traemos niños y personas adultas. Todo sea para un bien, seguimos pa´lante”, asegura en la conversación.
Para Robert, no obstante, la incertidumbre se traduce en que no sabe cuál es la situación que les depara ni ahora ni en el siguiente viaje que buscan emprender. Principalmente porque el dinero ya lo tienen contado y al llegar al campamento se enteró que los viajes directos hacia el norte de México rondan entre los mil 500 y dos mil 500 pesos.
“Mira, vendimos todo lo que teníamos en Venezuela. Nos venimos con 3 mil dólares y llegamos a Panamá y ya no teníamos cómo avanzar. Y ahora hemos gastado más. Tengo compañeros que tienen apoyo del otro lado, les mandan, pero uno no tiene a nadie, y vamos pueblo por pueblo”, cuenta mientras una de sus hijas lo mira atenta.
Hace poco, junto a su compatriotas, se enteró de la suspensión en su recorrido de los trenes de carga, por lo que muestra preocupación porque ese transporte es uno de los más utilizados para llegar al norte de México. Y es así como igual que han ido cambiando las nacionalidades que deciden migrar, también se han diversificado las rutas: tradicionalmente la ruta de Oriente había sido utilizada por centroamericanos, pero con los tránsitos masivos que han llegado, desde 2016 y 2017, y que no se han detenido, han surgido algunos cambios.
”No sabemos cuál es la situación. Sabemos que vamos a la frontera, pero no sabemos a qué frontera, ni cómo nos vamos a ir. Pues con la esperanza de que lo vamos a lograr. Estamos pendientes de informarnos primero, porque llevamos niños, casi todos tienen tres o dos niños. En Juchitán, nos dijeron de un registro de CBP One, pero no es permiso es un registro que no vale porque es para Estados Unidos, pero otras autoridades como Guardia Nacional (en México) no sé si te dejaran, pero aquí nos encontramos con la sorpresa de los pasajes”, cuenta a De Raíz.
Mientras conversábamos sobre la vía pública, una señora sin identificarse -que aseguró era dueña de un comercio de maletas– salió de su tienda para “correr” a quienes descansaban en este lugar. En una explosión de xenofobia, la comerciante dijo que “dañaban su comercio”.
Al ser increpada por este medio, aseguró que no estaba en contra de las personas, pero los responsabilizó de su percepción negativa sobre inseguridad, del COVID-19 y hasta del comportamiento de sus gatos.
“A unos los benefició y otro les afectó. No están entendiendo que ellos ya son portadores de COVID-19 y nadie dice nada. No estoy en contra pero los señores dejan su basura, les regalan ropa y me dejan la ropa todos los días. Mis pobres gatos ya se volvieron loquitos, no sé que harán en la noche, pero no eran inquietos y ahora lo son”, exclamó mientras que algunas personas migrantes se acercaban a preguntar los precios de maletas. Quienes estaban en la pared, como Robert y sus hijos, decidieron cruzar la calle, para evitar problemas con la comerciante.
Pese a situaciones como ésta, migrantes como Jesús dice que en México la sociedad en general les han tratado bien. Sin embargo asegura que nada ha sido fácil y que el camino aún es largo, además de que deberán resolver su pasaje hacia el norte, pero que “con ayuda de Dios, llegaremos a Estados Unidos”.
México y la crisis migratoria, urgen a sumar esfuerzos
La situación con respecto a la migración ha puesto a México, nuevamente, en el ojo del huracán dado que las cifras no han disminuido.
De acuerdo con datos de la Unidad de Política Migratoria Registro e Identidad de Personas de la secretaría de Gobernación, de enero a julio de 2023, se han registrado 317 mil 334 eventos de personas en situación migratoria irregular en México, esto representa un aumento del 54%, con respecto al mismo periodo del 2022. Los principales países de origen son Venezuela, Ecuador, Colombia, Haití, Cuba, Guatemala y Honduras.
Los cruces hacia Estados Unidos han aumentado, así también los retornos desde México. Según datos del Instituto Nacional de Migración, entre enero y septiembre de este año fueron devueltos un millón 469 mil personas en operativos. Asimismo, la política migratoria estadounidense no ha parado de endurecerse en la materia. Muestras de ello son la instalación de boyas con púas por parte del gobierno de Texas en cruce fronterizo, o que el viernes pasado Washington cerró temporalmente un puente internacional y detuvo el principal sistema de trenes de carga.
El tema de la crisis migratoria fue llevado por México ante la ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) a través de la canciller, Alicia Bárcena. “México tiene una brújula muy clara: humanizar la migración“ y sostuvo, durante su participación, que era momento de poner fin a la persecución y demonización de los migrantes.
Al participar en la 78 Asamblea General de la ONU, que se celebró en la sede de la organización en Nueva York, Bárcena insistió en la urgencia de atender las causas estructurales y profundas de este asunto y urgió a los países que se benefician del trabajo de los migrantes a tomar medidas para atender las olas migratorias. La cánciller instó a la comunidad internacional a que se enfoquen mayores esfuerzos para atender la migración.