Ha generado expectativa la propuesta del presidente de Colombia, Gustavo Petro, que la presentó en la Asamblea General de las Naciones Unidas, de realizar dos Conferencias Mundiales de Paz, tanto para salir de la guerra en Ucrania, como para resolver la tragedia que vive Palestina. De Ucrania se sabe bastante porque es noticia diaria, pero Petro tuvo la virtud de también llamar la atención latinoamericana sobre la violencia en la denominada “Tierra Santa”.

Los cristianos la llaman así porque fue en Palestina, entonces conquistada por el imperio romano, que nació Jesús. Para los judíos es santa porque es la tierra prometida del Antiguo Testamento. Y para los musulmanes, Jerusalén es una de las tres ciudades más importantes de su religión, junto a La Meca y Medina. Es importante mencionar este antecedente religioso porque es una de las aristas del conflicto actual entre Israel y Palestina.

La otra arista –de lejos la más importante- es la creación de un enclave israelí dentro de una región poblada por árabes. A principios del siglo veinte, luego de una dilatada historia de conquistas y liberaciones, Palestina, cuando colapsó el Imperio Otomano después de la primera guerra mundial, quedó como un protectorado del imperio británico. Así quedó hasta después de la segunda guerra mundial, cuando el gobierno de la Unión Soviética, a través de su vicecanciller, Iván Maiski, acordó con el representante de la Agencia Judía, Ben Gurión, un plan de relocalización de poblaciones árabes para allí asentar a inmigrantes judíos. Así se fundó en 1948 el Estado de Israel, que ya de inicio tuvo la oposición siria, jordana y por supuesto, palestina porque se impuso un nuevo Estado en sus tierras. La resistencia fue creciendo hasta que, en 1964, se funda la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) dirigida por Yasser Arafat.

En 1967, Israel, que se había convertido con apoyo inglés y estadounidense en una potencia militar, desata la “Guerra de los seis días” y se expande hacia el desierto del Sinaí, Gaza, Cisjordania y toda la ciudad de Jerusalén. Egipto, Siria y Jordania efectuaron un contragolpe en 1973, con la guerra del Yom Kipur, que les permitió recuperar el Sinaí y las tierras sirias de los altos del Golán. Fue la última guerra.

Pero los levantamientos (Intifada, en árabe) civiles palestinos, contra la ocupación israelí continuaron. En 1987 ocurre la primera Intifada, que contó con gran respaldo mundial y en 1988 en Argelia (país árabe de África del Norte) se fundó en el exilio el Estado de Palestina. Se entabló un diálogo entre el gobierno de Israel (cuyo presidente era Yitzhak Rabin) y la OLP (Yasser Arafat), con mediación de la ONU y de Estados Unidos (Bill Clinton era el presidente), que culminó con la firma de los acuerdos de Oslo (Noruega) en 1993.

Pero en 1995 es asesinado Yitzhak Rabin por extremistas de la derecha sionista, lo que terminó encumbrando en Israel a las corrientes más radicales contrarias a los árabes. En 2004 muere Yasser Arafat, lo que lleva al movimiento palestino a una división interna, que hace que desde el 2007 una corriente islamista radical (Hamás) tome el control de Gaza (al sur) manteniendo la corriente nacionalista más moderada (Fatah) el control de Cisjordania. Ambos territorios –Gaza y Cisjordania, entre los que no hay continuidad territorial- forman un espacio de soberanía formal a través de la Autoridad Nacional Palestina que desde 1994 ha sido reconocida en Naciones Unidas y cuyo presidente es Mahmud Abás. Pero es una independencia puramente formal, porque el poder militar y de coerción lo sigue teniendo Israel, que frecuentemente y con distintos pretextos invade tierras palestinas, reubicando con métodos violentos los asentamientos árabes.

Según el noruego Tor Wennesland, coordinador de la ONU para el Proceso de Paz en Medio Oriente, en un informe presentado al Consejo de Seguridad a principios de esta año, indicó que unos 150 palestinos y 20 israelíes fueron asesinados en Cisjordania e Israel el año 2022 durante enfrentamientos, protestas, ataques, operaciones de seguridad israelíes y otros incidentes. Es el mayor número de muertes en años.

Como podemos ver, la propuesta del presidente Petro es correcta para resolver la gravedad de la situación en Medio Oriente.