Ha comenzado en La Habana la Cumbre del “G-77 más China”, un bloque multinacional que surgió en 1964, a partir del Movimiento de los países no alineados, que era un foro equidistante entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Cuando en 1973 los países capitalistas más desarrollados -Gran Bretaña, Alemania Federal (entonces se llamaba así), Francia, Italia, Japón, Canadá y por supuesto Estados Unidos- crearon el “G-7”, se asumió que el “G77” era su antípoda y hasta cierto punto lo era, porque reunía al denominado “Sur Global”, vale decir a 77 países del hemisferio sur de la tierra que firmaron su acta de fundación.

Luego vino la instauración del neoliberalismo, con el golpe de Estado en Chile, la elección de Ronald Reagan en Estados Unidos y de Margaret Thatcher en Gran Bretaña, así como la apertura de mercado en China con Deng Xiao Ping. Se acentuaron las diferencias entre ricos y pobres, lo que fue aún peor después de la caída del muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética en 1991.

Hoy, 59 años después de su fundación, el contexto internacional está dominado por el agravamiento del calentamiento global y la transición a un orden multipolar. Ya no existe más el G-7 que ahora tuvo que volverse “G-20” incorporando a más países. Tampoco el “G-77” tiene ese número de países pues ha llegado a sumar 134 naciones, lo que le vuelve el segundo foro mundial más importante después de la ONU. ¿Por qué entonces mantiene su nombre? Sólo por razones históricas, aunque en 1992 al admitir a China (que es del hemisferio norte) tuvo que agregar el “+China” a su logo.

Esta Cumbre está reuniendo al secretario general de las Naciones Unidas y a varios jefes de Estado, destacando el de Angola Joao Lourenco, el de Colombia Gustavo Petro, el de Argentina Alberto Fernández, la de Honduras Xiomara Castro, el de Brasil Lula da Silva, el de Palestina Mahmud Abás y el de Sri Lanka Ranil Wickremesinghe. Alrededor de 100 delegaciones nacionales están convirtiendo al “Palacio de las Convenciones” de La Habana en una especie de Torre de Babel en que se habla al menos cincuenta idiomas. Es, sin duda, el evento más internacional que acoge Cuba en toda su historia y un revés a Washington, pues pone en evidencia el respaldo del mundo a la mayor de las Antillas.

La inauguración estuvo a cargo del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, anfitrión de la cita, que a tiempo de anunciar un evento austero por las circunstancias que tiene que sobrellevar la isla, volvió a pedir el inmediato levantamiento del bloqueo estadounidense contra Cuba. Una parte muy emotiva de su discurso fue cuando dijo: “Con el derecho que nos asiste por ser -la gran mayoría de los miembros del Grupo de los 77- las víctimas principales de la actual crisis multidimensional que sufre el mundo, de los desajustes cíclicos del comercio y las finanzas internacionales, del abusivo intercambio desigual; de la brecha científica, tecnológica y del conocimiento, de los efectos del cambio climático y del peligro de destrucción progresiva y el agotamiento de los recursos naturales de los que depende la vida en el planeta, exigimos ya, la democratización pendiente del sistema de relaciones internacionales”.

Por su parte, el secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en su intervención afirmó: “Ahora se ven enredados en una maraña de crisis mundiales. La pobreza va en aumento y el hambre es cada vez mayor. Los precios están disparados, la deuda es exorbitante y los desastres climáticos son cada vez más frecuentes. Los sistemas y los marcos mundiales les han fallado. La conclusión está clara: el mundo le está fallando a los países en desarrollo”. Más adelante enfatizó en que: “”Cuento con este Grupo, que durante mucho tiempo ha sido paladín del multilateralismo, para que dé un paso al frente, utilice su poder y luche por defender un sistema basado en la igualdad, defender un sistema dispuesto a terminar con siglos de injusticia y abandono, y defender un sistema que beneficie a toda la humanidad”. Guterres propuso liberar al menos 300.000 millones de dólares anuales para financiar el desarrollo sostenible y la acción climática en los países en vías de desarrollo.