19/02/2024 (Ciudad de México). Concluyó la “Conferencia de Seguridad de Munich”, un cónclave de los tomadores de decisiones mundiales, en que se exponen los asuntos de seguridad global más importantes en un espacio que trata de lograr concertaciones que eviten o aminoren los conflictos. Esta Conferencia toma su nombre de la tercera ciudad más grande de Alemania, fue creada en 1963 entre los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y delegados de Alemania Occidental (por entonces el país alemán estaba dividido en dos Estados). Luego se fueron sumando representantes de países asiáticos (Corea del Sur, Japón, Indonesia) y, tras la caída del Muro de Berlín en 1989, incorporó a Rusia (que pasó a ocupar el lugar de la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de la ONU) y China. Así, en 60 años, se ha convertido en un foro de referencia mundial.
En el encuentro de este año participaron más de 450 líderes y referentes, casi la mitad jefes de Estado y altos representantes de gobiernos que, por razones de seguridad, se alojaron en el mismo hotel (el Bayerischer Hof). Sobresalían el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen y el jefe de la diplomacia china, Wang Yi. También estuvieron el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, el canciller alemán, Olaf Scholz, el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg y la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris. No asistió nadie de Rusia.
En esta ocasión, uno de los aspectos más llamativos fue la participación del presidente colombiano Gustavo Petro, uno de los más importantes referentes latinoamericanos sobre temas globales. En otra nota tocaré lo que ha dicho el mandatario colombiano en esta ocasión.
El temario de la Conferencia se concentró en la guerra de Ucrania y el genocidio en Gaza, que aparecía edulcorado en la agenda oficial de la Conferencia como “conflicto israelí-palestino”.
Sobre el primer tema, la conclusión no dicha (en materia de seguridad a veces es más importante lo que no se dice que lo que se dice) es que el resultado de la guerra en Ucrania ya está definido: la derrota de Kiev. El día sábado 17, en plena realización de la Conferencia, llegaron las noticias de que el ejército ucraniano acababa de abandonar la ciudad de Avdiivka, una estratégica zona en la provincia de Donetsk. Es la mayor victoria de las tropas rusas desde mayo de 2023, cuando tomaron Bajmut. Vladimir Putin ha festejado por todo lo alto, convirtiendo el día en fecha de regocijo patriótico, pretendiendo así que no se hable tanto de la muerte en prisión del opositor ruso Alexander Navalny, a escasas tres semanas de las elecciones en las que se da por descontada la victoria del actual ocupante del Kremlin.
La fortaleza del aparato bélico de Moscú y las cada vez más pálidas muestras de apoyo efectivo (financiero, logístico y de equipo bélico) de Estados Unidos y la Unión Europea a Ucrania, parecen conducir a un escenario de negociaciones de paz (para Ucrania las opciones se reducen cada vez más a dejar las armas o ser derrotada por completo). En este escenario el rol de China será decisivo, tal como dijo su representante Wang Yi: “El mensaje clave que traigo es que China es un actor responsable y que servirá como una sólida fuerza de estabilización. Lo hará promoviendo la cooperación entre las mayores potencias”.
Donde no hay signos de paz ni de tregua es en Gaza. La brutalidad del ejército israelí contra el pueblo palestino, que dejó ya un saldo de 29.000 muertes confirmadas, a las que podrían sumarse otras 7.000, ya que se calcula en esa cifra las personas atrapadas bajo los escombros, de las que no se sabe si aún sobreviven por lo que las autoridades gazatíes las ponen como “desaparecidas”. Es la enorme magnitud de un genocidio inocultable, que Sudáfrica instaló como denuncia en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Todo esto hizo caer la estantería de los ideólogos belicistas de la OTAN que, al iniciar la invasión de Rusia a Ucrania, inmediatamente vendieron al mundo esta guerra como “la lucha entre el régimen democrático y el régimen autoritario”.
Imposible seguir sosteniendo tal embuste luego de que Israel comenzó su propia invasión a Palestina. Y los organizadores de la “Conferencia de Seguridad de Munich” lo sabían, por lo que intentaron lavarse la cara, rechazando discretamente las solicitudes que hicieron el primer ministro y el ministro de defensa de Israel, Benjamín Netanyahu y Yoav Gallant respectivamente, para hablar como oradores en la Conferencia. Pero ni siquiera tal gesto diplomático alcanzó para que Irán y Palestina (actores clave de la situación en Cercano Oriente) manden representantes a Munich.
Para los líderes y referentes mundiales que se reunieron en tierra alemana, no parecen tan graves la situación de Gaza y la ofensiva criminal en el sur, sobre la ciudad de Rafah, el último reducto en que, en apenas 13 kilómetros cuadrados (para darnos una idea, el Aeropuerto Benito Juárez de ciudad de México tiene 7,5 km2) están hacinadas 1,3 millones de personas que huyeron de las ciudades bombardeadas en el norte de Gaza. La situación allí es terrible y empeorará aún más con los planes de “evacuación” israelíes, pero la Conferencia de Munich no ha sugerido nada concreto más allá de las trilladas frases de “tregua y reconocimiento del Estado Palestino” que Tel Aviv ya ha rechazado. Nada se puede esperar de estas grandes citas. Sólo la movilización mundial de otros pueblos en varios continentes en solidaridad con Palestina puede frenar el Genocidio.