El país quedó veinte minutos sin presidencia constitucional debido a un mal cálculo de la derecha en el Parlamento.
15/01/2024 (Ciudad de México). En efecto, los partidos políticos tradicionales, sabiendo que el nuevo presidente Bernardo Arévalo alcanzó una histórica votación en la segunda vuelta (casi 2,5 millones de votos), pero que en la primera vuelta sólo llegó a 650.000 votos, y que es en esta instancia que se determina la cantidad obtenida de bancas, por lo que su “Movimiento Semilla” apenas consiguió 23 de un total de 160 escaños. En base a este dato pensaron que en la conformación de la directiva congresal era posible anular cualquier acompañamiento legislativo al nuevo gobierno. Para este propósito aprobaron, tras una prolongada disputa en el Congreso que retrasó los actos protocolares por cinco horas, una resolución que daba curso a la posesión de los congresistas de Semilla, pero como “independientes”, vale decir, sin partido y por tanto sin posibilidades de ser parte de la directiva congresal. Echaron mano de una espúrea resolución de un juez, Freddy Orellana, solicitada por el fiscal Ramiro Curruchiche, sin importarles que los dos están incluidos en una lista internacional de funcionarios acusados de corrupción.
Seguía pasando el tiempo y aumentaba la tensión en las calles céntricas de la capital, llenas de manifestantes a favor de Arévalo que comenzaron a cercar el Congreso exigiendo que posesionen al presidente electo en las urnas. Rebasadas por la muchedumbre las barreras de seguridad policial, comenzaron los enfrentamientos. Los medios de comunicación y las redes sociales se llenaron de denuncias internacionales de las personalidades invitadas, como el presidente de Colombia Gustavo Petro, o el de Chile Gabriel Boric o el representante de la Unión Europea Josep Borrell, que exigían al Parlamento que le entregue el poder a Arévalo.
Fue tanta la presión que la maniobra derechista se hizo añicos. A las 11 de la noche (ocho horas después de la hora protocolar) el Congreso tuvo que restituir la bancada del Movimiento Semilla y permitir que Samuel Pérez, un economista de 31 años perteneciente a este movimiento, encabezara un bloque con varias otras bancadas para presidir el legislativo. Su nómina obtuvo 92 votos, sumando a la bancada indígena, partidos conservadores y disidentes de centroderecha, derrotando al bloque de derecha que sólo obtuvo 75 votos. Fue una gran victoria política de Bernardo Arévalo, que no sólo le permitió allanar su posesión sino también ahora contar con una coalición legislativa –inestable pero coalición al fin- de apoyo a su gobierno.
La ceremonia de toma de mando comenzó pasada la medianoche, esos 20 minutos en que ya había terminado el tiempo legal del anterior presidente Gianmattei (que no asistió a la ceremonia, enviando con su secretaria los símbolos patrios de poder) pero todavía no se había posesionado al nuevo presidente.
En su primer discurso oficial Arévalo afirmó: “No puede haber democracia sin justicia social y la justicia social no puede prevalecer sin democracia”, “nunca más el autoritarismo, nunca más la violencia o la arbitrariedad”, “el Estado asumirá su rol histórico de generar desarrollo en aspectos esenciales como la electricidad, el saneamiento ambiental, la educación y la generación de esto creará miles de nuevos empleos en todo el territorio nacional”, “nuestra política de seguridad se basa en recuperar el sistema de justicia, esto contribuirá con la paz en los hogares y tener una región más estable y segura”.
Se abre en Guatemala un nuevo período, caracterizado por la emergencia de nuevos actores políticos y el debilitamiento de los viejos actores. En este período y por la forma como se logró que Arévalo asuma el poder, cobra notoriedad el protagonismo indígena y popular. He aquí la clave para lograr que el nuevo presidente tenga una gobernabilidad transformadora: apoyar y apoyarse en el poder del pueblo.