En Nairobi, la capital de Kenia, se realizó la primera “Cumbre Climática Africana”. Veinte presidentes así como cancilleres, de un total de 50 países coincidieron en que el continente africano, a pesar de que contribuye al calentamiento global sólo con el 2% o 3% del total de las emisiones, es la región más vulnerable a los desastres naturales. Este convencimiento interpretó el presidente keniano, William Ruto, que al inaugurar el evento se sirvió de una metáfora: “La huella de carbono africana sigue siendo pequeña, pero el peaje humano que produce el cambio climático es desproporcionadamente alto”.
Por vez primera todos los gobiernos de África se unieron para hacer sentir su voz en los foros mundiales climáticos, actualmente estancados en la ejecución de los acuerdos asumidos por las grandes potencias mundiales, que la Cumbre africana señaló como las que más contaminan el mundo. África plantea que los países más ricos del mundo y que son también los que más gases de efecto invernadero emiten -China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón y Alemania en ese orden- deben cumplir sus promesas hechas hace 14 años, de contribuir con 100.000 millones de dólares para un fondo de financiación climática destinado a los países con menor desarrollo.
El cónclave asumió también “un llamado a los mandatarios del mundo para que apoyen un impuesto global sobre los combustibles fósiles, la aviación y el transporte marítimo”. Este planteamiento busca acelerar el cambio de matriz energética mundial desde los combustibles fósiles hacia las energías limpias menos contaminantes (eólica, fotovoltaica, térmica, de biomasa). Pero es también un cuestionamiento a las subvenciones a los carburantes que aplican varios países de la Unión Europea y de América Latina. De hecho, cuando los países africanos proponen gravar con un impuesto la utilización del carbón, el gas, la gasolina y el diessel, están a contramano de lo que bastantes gobiernos efectúan, que es destinar recursos públicos para ayudar a los consumidores para que los mencionados energéticos no suban más. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Internacional de la Energía (OIE), se destina a esas subvenciones el 7.1% del Producto Bruto Mundial, lo que –pese a que se presente tales subsidios como políticas sociales- está retardando la transición energética mundial y termina siendo funcional a los intereses de los emporios petroleros.
El documento consensuado por la Cumbre reclama que el procesamiento de la enorme riqueza mineral de África se haga en el propio continente y señala que “descarbonizar la economía global es también una oportunidad para contribuir a la igualdad y la prosperidad compartida”. Este acápite de la Declaración refleja las fuertes tendencias soberanistas y anticolonizadoras que se están extendiendo en los pueblos de todo el continente, a partir de las rebeliones militares –denominados “golpes de Estado” por las cadenas internacionales de noticias- en los países del Sahel.
La declaración final de la Cumbre Climática ha tenido inmediata repercusión internacional, porque comienza a modificar la correlación de fuerzas geopolíticas y por su incidencia en los acuerdos para detener el calentamiento global. África rápidamente se está convirtiendo en la región del mundo más convulsa y con llamativos procesos de transformación política en curso, lo que en gran medida se origina por los efectos de la post pandemia del Covid, las prolongadas sequías y la escasez crónica de agua potable, la subida de precios de los alimentos debido a la guerra en Ucrania y el debilitamiento de la hegemonía europea.
En este enorme continente viven actualmente 1.300 millones de personas de las que, según un informe de la Organización Meteorológica Mundial, más de 110 millones se vieron gravemente afectadas por el calentamiento climático. Pero esta catástrofe climática –como la califica el portugués Antonio Guterres, Secretario General de la ONU- puede terminar siendo aprovechado por loobies internacionales que buscan impulsar el negocio de los mercados de carbono. Al respecto, más de 500 organizaciones africanas de la sociedad civil, en medio de la Cumbre dirigieron una carta al presidente keniano Ruto, alertando que gobiernos occidentales y empresas consultoras –mencionan a la estadounidense McKinsey and Company- pretendieron impulsar una agenda de intereses de grandes consorcios capitalistas a expensas de África.