No es lo más aconsejable personalizar los procesos de transformación social en sus líderes, por muy importantes y carismáticos que sean. Sublimando los liderazgos por encima de los sujetos históricos que posibilitaron con sus luchas los cambios, se corre el riesgo de separarlos, cuando lo que enseña la experiencia de otros procesos (el ecuatoriano, el brasileño, el boliviano) es que los liderazgos presidenciales y la base social popular deben entroncarse para avanzar juntos. Esto no significa desdeñar el papel de los gobiernos populares de izquierda, ya que siendo fundamentales para consolidar los cambios no deben aislarse de las multitudes que les encumbraron.
La primera característica de este primer año del proceso colombiano es que el gobierno de Gustavo Petro preserva esa articulación con los movimientos sociales (sindicatos obreros, organizaciones campesinas, coordinadoras urbano-populares, asociaciones de jóvenes, plataformas ecologistas, agrupaciones feministas, entre otros) que le permitieron ganar las elecciones el 19 de junio de 2022, posibilitando su investidura presidencial el 7 de agosto del mismo año.
Así lo expresa Helder Zambrano Pinacué, un estudiante universitario que vive en la ciudad de Cali y que es parte de la Coordinadora Regional Indígena del Cauca (CRIC): “Nosotros apoyamos al presidente Petro porque vimos que hacía un esfuerzo por comprender la realidad de los pueblos indígenas y retomar nuestras propuestas en su plan de gobierno; por eso es que sentimos su triunfo como nuestro, pero es justo mencionar que ese triunfo no se hubiera dado sin el estallido del 2021 contra la reforma tributaria de Iván Duque. Ese gran movimiento venía al menos desde el paro nacional universitario del 2018, de alguna forma aquí en Cali fuimos parte de ese arranque y por eso nos sentimos doblemente responsables por el destino de este proceso de cambio y lo vamos a defender”.
La otra personalidad que destacó con luces propias en este primer año es la vicepresidenta Francia Márquez. “Vemos a la vicepresidenta Francia como alguien que también nos representa porque ella ha vivido la pobreza, la injusticia y la discriminación. Nosotros que estamos a diario con la gente en las calles nos damos cuenta que el pueblo colombiano simpatiza y tiene esperanza con el cambio porque ve en Petro y Francia a gente sencilla que se preocupa por los de abajo. ¿Cómo eran antes los políticos tradicionales? Sólo se veían a sí mismos, la gente común no les interesaba”, dice Helder.
Pero al interior del gobierno saben que esa identificación y esa simpatía, para mantenerse, necesitan de cambios sociales que vayan más allá de lo discursivo. Y eso en Colombia sólo se puede conseguir con leyes, ya que siendo un país presidencialista el límite lo establece la Constitución de 1991, no pudiendo el ejecutivo (salvo en circunstancias excepcionales autorizadas por el Congreso) gobernar mediante decretos-leyes. Por ello es que el presidente Gustavo Petro ha presentado al Congreso varios proyectos de leyes: Ley de Justicia Tributaria, Ley de reforma del sistema de salud, Ley de reforma del sistema de pensiones, Ley de reforma agraria, Ley de transición energética. Todas ellas se han trancado porque las bancadas que hacen mayoría legislativa son de los partidos de la oposición de derecha. Una de las pocas leyes gubernamentales que el Congreso aprobó fue el Plan Nacional de Desarrollo titulada “Ley Colombia potencia mundial de la vida”; todo lo demás -vale decir la oferta social de Petro- no avanza.
Gustavo Petro y Francia Márquez, para neutralizar este sabotaje congresal, tuvieron que marchar en las calles de Bogotá hace dos meses, junto a sectores sociales que demandaban la aprobación de las reformas sociales. “Los sectores conservadores, que no quieren que nada cambie en Colombia, están decididos a paralizar cualquier iniciativa que venga del gobierno. Los sectores transformadores estamos viendo que la única forma de superar este ‘empate catastrófico’ es con otra gran movilización social, que ya no irá contra el gobierno como en el pasado sino contra el Congreso”, afirma Helder Zambrano.
Por eso es que el conservadurismo –que no sólo está en el Congreso, sino también en los grandes medios de comunicación, en los gremios empresariales y en algunos gobiernos regionales- rápidamente tiene que quitarle a Gustavo Petro el apoyo social, diluyendo el impulso esperanzador que generó con su triunfo. Para eso coordina una campaña de asedio y desgaste que a diario confronta al gobierno. “Es increíble, los mismos medios de comunicación que en la época de los gobiernos de los partidos tradicionales, sean conservadores o liberales, callaban ante la corrupción y la violación de los derechos humanos, hoy son hipercríticos y todos los días arremeten contra cualquier cosa que haga el presidente. Y el error que me parece está cometiendo el gobierno es que no está fortaleciendo una red social, comunitaria, popular, alternativa de información”, comenta el joven caleño.
Este primer año encuentra a Gustavo Petro afrontando esa campaña mediática que apunta a manchar su gobierno con el estigma de la corrupción, con denuncias de supuestas recepciones de dineros ilegales para su campaña electoral, implicando en ello a su hijo mayor, Nicolás Petro. El presidente Petro ha negado sistemáticamente tal cosa, afirmando en un acto con organizaciones campesinas hace tres días: “Si tal cosa fuera cierta, este presidente tendría que irse. Pero no es verdad. Y recordemos que la voluntad popular ha querido que este presidente gobierne hasta 2026”. Por su parte, el ex presidente y ex Secretario General de la OEA, César Gaviria Trujillo, hombre que no es de izquierda, dijo en una entrevista en la TV Caracol, antes que los conductores le cortaran al darse cuenta que sus palabras no coincidían con el libreto desestabilizador: “El presidente Petro ha actuado bien al respetar la independencia judicial en relación a estas investigaciones. Vamos a tener que luchar para que su gobierno concluya el período hasta 2026”.
Sobre este momento que vive el país reflexiona Helder Zambrano: “No será fácil transformar Colombia. Pero no podemos bajar los brazos, demasiada gente ha muerto en mi país con la violencia, no queremos volver a eso, el cambio lo vamos a conseguir democráticamente, la paz con justicia social será una realidad, lo haremos por los que están y por los que siguen naciendo”.