La elección de octubre se discute entre 5 fórmulas, 3 de ellas con posibilidades de disputar, incluso en segunda vuelta (noviembre) la presidencia del país. Milei, Bullrich y Massa lideran esos tres espacios. Muy lejos se encuentran Juan Schiaretti, actual gobernador de la provincia de Córdoba, con un 3,83% captado en las PASO, unos 907.437 votos, y Myriam Bregman, única opción de izquierda con menos del 2,65%%, unos 628.893 votos.

El resultado electoral es incierto y cualquiera de las tres opciones puede quedarse con el gobierno para el próximo periodo que inicia en diciembre del 2023, por lo que buscan que voten aquellos que se abstuvieron y se orientan a la búsqueda de los votos de quienes no ingresan en la disputa presidencial. El resultado es motivo de discusión diversa y tiene como trasfondo la crisis del capitalismo y sus manifestaciones locales. En efecto, el capitalismo en la Argentina presenta problemas específicos, entre ellos la inflación y sus regresivas consecuencias sociales.

Argentina reconoce una inflación anualizada del 114%, muy lejos de los registros de los países de la región e incluso del mundo. Mucho se discute sobre esa especificidad. En el capitalismo rige la ley del valor explicada por Marx. Por ende, el interrogante es qué tiene de específico la economía local que no logra, aun con tendencia a la suba de los precios en todo el planeta, especialmente de alimentos y energía, registros aminorados tal como se manifiestan en otras economías capitalistas vecinas o del mundo. Cada país tiene sus especificidades de expresión de la crisis del capitalismo, siendo la inflación el fenómeno principal a considerar, en tanto mecanismo de redistribución del ingreso producido socialmente.

Nuestra hipótesis apunta al desorden en la dominación y que se manifiesta en la tendencia a la exportación del excedente económico local, lo que se designa como fuga de capitales. La burguesía hegemónica no logra estabilizar un ciclo político que favorezca la dinámica de acumulación capitalista con mínima satisfacción y consenso de la población. No solo se confronta en la cúpula de la burguesía hegemónica, sino entre estos y el conjunto del pueblo trabajador, en tanto expresión compleja y concreta de la lucha de clases local.

En los 90 del siglo pasado pudo estabilizarse el orden capitalista sobre la base de la convertibilidad y el disciplinamiento social con el peronismo en el gobierno, algo que subsistió hasta 1999. La coalición liderada por el radicalismo entre 1999 y 2001 no pudo sostener el “orden” pese a sostener la “convertibilidad”, signo de la estabilización de precios, y sobrevino la rebelión popular, sustentada en un ciclo de luchas populares desplegadas con movilizaciones y resistencias diversas en los años previos. Un tiempo de construcción de subjetividades e identidades de organización y lucha popular para sustentar un programa de profundas transformaciones, pero que no cristalizó en una propuesta política revolucionaria.

Si bien el kirchnerismo reactivó la dinámica económica sin cambiar sustancialmente el modelo productivo y de desarrollo, de acumulación asociado a la fuga de capitales, y aun recomponiendo empleo e ingresos no pudo evitar la reaparición del fenómeno inflacionario desde el 2006, en proceso ascendente, habilitando la disputa inter-capitalista (competencia por la apropiación de la plusvalía) y del capital en contra del trabajo. Esa dinámica de lucha de clases es el trasfondo de la aparición de una derecha electa por el voto en 2015 (Macri) y que ahora resumen las dos primeras minorías en las PASO (Milei y Bullrich), claro que la opción gubernamental también disputa desde una lógica asociada al ajuste y a la regresiva reestructuración, especialmente condicionada por el acuerdo con el FMI.

La resolución está abierta y se juega en la disputa electoral hasta el 22 de octubre, para ver si ahí se resuelve, lo que requiere que el ganador obtenga el 45% de los votos, o 40% y una diferencia de 10 puntos sobre el segundo. De no ser así, habrá segunda vuelta el 19 de noviembre. La campaña está en proceso y las especulaciones y operaciones de todo tipo proliferan en el debate mediático, incluso si el gobierno termina el mandato. Las propuestas ultra-liberales de Milei, que incluyen la dolarización, previa eliminación del BCRA y un violento ajuste del gasto público genera temor en sectores del poder asociado al presupuesto público, incluso la política exterior definida hacia occidente, privilegiando a EEUU y a Israel, pone en discusión la realidad de acercamiento económico de Argentina con sus principales socios comerciales, Brasil y China. Existe el desafío para discutir con el voto a Milei sobre las consecuencias de ese programa ultra liberal, que es probable que sea ampliamente resistido en su intento de ejecución.

Bullrich está desafiada a diferenciarse y el propio Macri parece más cercano al ultra-liberal que, a su propia creación, aun cuando sostiene a la presidenta de su partido. Señala que ahora hay condiciones para avanzar en el sentido que él propuso y no pudo en su tiempo del 2015 al 2019. No solo se alude al ajuste, sino a las reformas estructurales, especialmente las regresivas reformas laborales y previsionales, para generar mejores condiciones a la apropiación de ganancias para favorecer un ciclo de reactivación inversora para el desarrollo capitalista. El perdón a los genocidas es parte de la propuesta sustentada por la aspirante a la vice presidencia.

El gobierno, condicionado por el acuerdo con el FMI respondió al día siguiente de las PASO con una devaluación que aceleró la suba de precios y con ello elevó las condiciones sociales de miseria y empobrecimiento, al tiempo que esboza algunas medidas paliativas complementarias, de dudoso éxito en la colecta del voto descontento.

Hay incertidumbre sobre el futuro cercano y cualquier resultado bajo estas condiciones supone profundización del ajuste y la reestructuración regresiva del capitalismo local.

La izquierda puede intentar alguna representación electoral, que con los números actuales no logra, y está presionada para orientar la preferencia electoral presidencial en contra de la ultraderecha. Lo acumulado, pese a lograr el mínimo requerido legalmente para disputar la elección, la coloca en situación compleja. Una amplia izquierda existente en la Argentina demanda la ampliación política para disputar el descontento más allá del proceso electoral. Esa articulación es un desafío para el presente y el futuro, dejando de lado sectarismos y habilitando ante la nueva situación de alza del consenso electoral en la ultraderecha para convocar a la más amplia unidad de las izquierdas, incluso de sectores que renuevan su rechazo a la dinámica electoral, pero que nutren la lucha cotidiana en contra el capitalismo.

Es un dato la novedad de la ultraderecha encabezando las opciones electorales en el país, claro que existen dudas que su proyecto liberalizador a ultranza puede encaminarse sin lucha y resistencia del pueblo. Sería especular sustentar un resultado desde hoy, pero sin duda, evidencia la ausencia de una alternativa política popular con perspectiva emancipadora, que, en rigor, trasciende la realidad local y se presenta como un desafío para la izquierda mundial en su totalidad. La caída de la experiencia socialista en el este de Europa hace más de tres décadas desafía la reconstrucción de una estrategia por transformar revolucionariamente la sociedad.