Luego de que apareciera la leyenda “Gobierno de México” en los documentos que la acreditaran como prensa en su viaje por Ucrania, Denise Dresser quiso aclarar la situación escribiendo un largo tuit que cierra con “El tema no soy yo, sino la guerra y los esfuerzos para entenderla”. En su publicación, además, la politóloga se deslindaba del gobierno de México y enfatizaba que ella iba como prensa, no como parte de una misión diplomática. Además, explicaba que todo había sido una “confusión” debido a que recurrió a las identificaciones que la acreditan para entrar a las “Mañaneras” del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y en ellas dice “gobierno de México”. Los ucranianos simplemente “copiaron” la frase.
Más allá de preguntarnos si una mujer tan relevante para la vida académica e intelectual del país no tenía otra forma de acreditarse como prensa en Ucrania, o si ella hizo público que no formaba parte de ninguna misión diplomática mientras se encontraba allá, vale la pena detenernos un poco sobre los esfuerzos que hizo para entender en su cobertura la guerra en Ucrania.
El primer momento que nos compartió fue recién llegada a suelo ucraniano, en el que nos prometía que iba a estar “aprendiendo, analizando, escribiendo” desde aquel país, un lugar del mundo inmerso en un “conflicto definitorio”. Después, vendría aquella foto viral en la que posaba sonriente –quizás, demasiado –junto a un militar ucraniano, en cuyo pie resaltaba que aquel militar posee un “doctorado en física nuclear”, aunque ahora portara uniforme.
Las críticas en redes sociales no se hicieron esperar, señalando una posible incongruencia en el hecho de que, mientras en México es una antimilitarista férrea, en Ucrania posa feliz –de nuevo, quizás demasiado – junto con un militar. Más allá de su doctorado en física nuclear, Denise reviró con que había una pequeña diferencia: “Este militar sirve a mandos civiles”. Parece que, para la académica, hay formas legítimas de usar a los militares y esta legitimidad dependerá de que, mientras los militares maten, se respeten los estándares internacionales en los que permanecen bajo mandos civiles, como el presidente Volodimir Zelenzki.
En otro momento asemeja la guerra ucraniana con la crisis de inseguridad en México. “Día del visitar Izum, ciudad invadida por tropas rusas. Ciudad de fosas comunes, de víctimas sin nombre, como en nuestro país. Víctimas inocentes de la violencia, que deja tras de sí a familias escarbando la tierra, en busca de un hijo, un hermano, un esposo perdido.” Suponemos que este cambio en su enfoque (antes se negaba a comparar ambos escenarios) ha derivado de la necesidad de entender la guerra y no de justificarse públicamente por ser una apologista de ésta.
Más adelante observamos sus esfuerzos para comprender este conflicto junto a otros periodistas de América Latina, en el que nos dice que en aquella ciudad ya no se sirven “Moscow Mules sino Kyiv Mules”. Es evidente que comprende la importancia de los actos simbólicos para enfrentar los horrores de la guerra.
Más allá de que podamos apuntar a que su viaje a Ucrania es un acto de “turismo de guerra”, es claro que sus esfuerzos para comprender el conflicto la han convertido en una militante de la causa ucraniana. Además, parece concluir que Ucrania puede ganar la guerra, a pesar de las desventajas evidentes y de que el principal factor que ha mantenido a los ucranianos en pie ha sido la inyección de recursos por parte de Estados Unidos y sus socios de la OTAN.
Para lograrlo, sabe que lo que se necesita no son tácticas militares sofisticadas, sino política, y que la única manera de fomentar este triunfo es mediante la continuación del envío de apoyos económicos y, quizás, el envío de tropas de la OTAN. Y la política no la hacen los militares, sino los civiles, por eso su perfil de Twitter se llena con notas periodísticas que insisten en la necesidad de que Ucrania gane y sea aceptada por esta organización multinacional.
Porque, para Denise, lo importante es seguir las normas, no que la guerra acabe. Lo que importa es que los beneficiados sean los civiles millonarios que fomentan las guerras y no los militares. Denise ha preferido la norma sobre lo justo y se ha transformado en una promotora de un conflicto que se extiende de manera artificial por los intereses de las oligarquías de la energía en Occidente.
Por supuesto, en estos días, Denise también se ha hecho el tiempo para compartir con nosotros las conjeturas que ha elaborado sobre el proceso electoral en el Estado de México y el triunfo de la maestra Delfina Gómez. Según lo que vimos, parece que Denise no para de aprender y nos dice que ser antiobradorista es insuficiente para ganarle al partido-movimiento del presidente, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Me parece digno de celebrar que, luego de 5 años de recriminaciones y pataletas sistemáticas contra el presidente, se diera cuenta de que eso no bastaba para poder darle la vuelta al tablero político del país. Esperemos que sus interlocutores la escuchen, superen su antiobradorismo como horizonte político y enriquezcan el debate.
Desde su visión de intelectual consagrada, concluyó que llamar “maloliente” a la maestra Delfina era la mejor manera para traer a colación los señalamientos de corrupción que se han dado contra la gobernadora electa. Cuando se le reclama por un posible sesgo elitista en su comentario contesta que no, que ella le dice maloliente a todos aquellos que lleven actos de corrupción. Con esa defensa queda claro que de elitista Denise no tiene un pelo.
Denise también apuntó a una posible contradicción entre la trayectoria de la maestra Delfina y lo que, se imagina, la llevó al triunfo: un “mito” de cercanía con el pueblo, alejada de un supuesto “aspiracionismo”. En su análisis, Denise sugiere que la maestra Delfina ya no tiene el derecho de reivindicar su cercanía con las mayorías porque posee bolsas Louis Vuitton y egresó del Tecnológico de Monterrey, “una universidad privada”. Me imagino que, desde la mirada de Denise, ella tiene mucho más derecho de reivindicarse como popular al ser egresada del Colegio de México que, aunque es considerada una universidad de élite, es pública.
Denise, como ciudadana, está en su derecho de tomar una postura sobre la guerra y, al mismo tiempo, autopercibirse como neutral. También de reivindicarse a sí misma como parte del pueblo y señalar de contradictorio a todo aquel que lo haga y adquiera bienes costosos. Gracias a ese derecho, durante los pasados días pudimos ser testigos de sus esfuerzos por comprender la guerra, así como de su cercanía ideológica con los poderes que buscan la prolongación de la guerra como respuesta necesaria –casi vital– al conflicto. En ese sentido, no veo un problema en que los intelectuales como ella, quienes han sido una pieza clave para la legitimación del orden neoliberal, sigan hablando y destapando los intereses que los mueven y conmueven.