15/11/2024 (Ciudad de México). En la próxima reunión de jefes de Estado o representantes de alto nivel de las veinte economías más desarrolladas del planeta, el G-20, que se efectuará en la ciudad de Río de Janeiro, dos países de América Latina se preparan para asumir protagonismo.
Lula da Silva, el gobernante de Brasil, que le toca ser anfitrión y que también preside temporalmente la entente, planteará establecer un impuesto a los multimillonarios del 2% sobre sus riquezas acumuladas, para con esos recursos acabar con el hambre de 350 millones de personas en el mundo.
¿Cuánto podría generar este gravamen en los países en los que existen multimillonarios? El Observatorio Fiscal de la Unión Europea, cifró en 250.000 millones de dólares al año, la recaudación que se podría alcanzar. Esto nos da una idea de la alarmante desigualdad en el ingreso entre países desarrollados y países periféricos, pero también al interior de los países con mayor valor productivo generado, o Producto Bruto Interno. Es un hecho que, en la historia económica del capitalismo, que se remonta hasta el siglo 15 en Europa, nunca se había visto semejante nivel de inequidad como el que alcanzó en este siglo.
Fue el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, en los años de la Gran Depresión que siguieron al crack de 1929, que propuso el “New Deal” (Nuevo Trato) que sirvió de base para el Estado de Bienestar dentro del capitalismo. El burgués neoyorquino comenzó a hablar de la necesidad de la lucha contra la pobreza, en un momento en que el fascismo alemán y el socialismo soviético parecían lograr grandes avances. Era una forma de preservar al capitalismo de lo que Roosevelt consideraba “peligrosos experimentos comunistas o corporativistas”.
Décadas después, luego de que, en América Latina, fueron aplicados los Programas de Ajuste Estructural bajo el modelo neoliberal, los niveles de pobreza aumentaron dramáticamente en la región en la década de los noventa, actualizando la necesidad de luchar contra la pobreza. Desde entonces, casi toda la izquierda latinoamericana propugnó que, para lograr el objetivo de eliminar la pobreza, había que crear riqueza productiva y luego redistribuirla a través de programas sociales. Así nació el progresismo de izquierda, que hoy representa Lula.
Por su parte, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que en su país dirige el proceso de transformaciones (la 4T) iniciada por su predecesor Andrés Manuel López Obrador, llegará a Río de Janeiro con las credenciales de representar a un gobierno electoralmente exitoso por su amplia base popular. Ha anunciado que en la reunión del G-20 planteará redirigir el 1% del gasto armamentista global, hacia programas de desarrollo social destinados a atender a las poblaciones más necesitadas del mundo.
Según datos recientes del “Stochholm International Peace Research” (SIPRI), consolidados a diciembre de 2023, y siempre con la reserva de que son datos muy difíciles de conseguir por cuanto varios países los asumen como confidenciales, el gasto militar mundial aumentó por noveno año consecutivo, llegando a situarse en un nivel histórico de 2,44 billones de dólares. Por vez primera el SIPRI reportó que ese incremento se dio en todo el mundo, pero especialmente en Europa, Asia, Oceanía y Oriente Medio.
La propuesta mexicana, por tanto, no sólo tiene un componente fiscal y financiero, que puede permitir reorientar ingentes cantidades de recursos económicos hacia la atención de grandes colectividades vulnerables, sino también posee un contenido profundamente pacifista y humanista.
Claudia Sheinbaum y Lula da Silva, además de defender sus propuestas que son plenamente convergentes, también actuarán como parte de una corriente de países que están comprometidos en construir una “Alianza Global Contra el Hambre y la Pobreza”.