29/05/2024 (Ciudad de México). Con menos de una semana de diferencia, dos desplegados en apoyo a las candidatas favoritas para ser la próxima presidenta de nuestro país fueron firmados por intelectuales, académicos y artistas.
En el caso de Xóchitl Gálvez, la candidata fue respaldada por unas 200 personas, todas dedicadas al rubro de la “cultura”, es decir, a los ámbitos artístico, académico y periodístico. En el caso del apoyo brindado a la doctora Claudia Sheinbaum, el número se extendió a 900 al momento de su publicación; sin embargo, en la actualidad se han sumado otros 800 nombres. Además, aunque los simpatizantes de la dra. Sheinbaum también pertenecen al rubro de la “cultura”, se distribuyen mayoritariamente entre académicos y profesores universitarios.
Aunque ella lo ha negado, la diferencia de días podría hablarnos de una respuesta de la abanderada de la Cuarta Transformación (4T) al desplegado de Xóchitl Gálvez. Sin embargo, responde también a un acto político que va más allá de una burda “copia”, como señalaron algunos de sus detractores.
En primer lugar, habla de la capacidad que la doctora tiene para movilizar a una gran cantidad de profesores, muchos de los cuales ya se encontraban previamente organizados, independientemente del contexto electoral. Es, en pocas palabras, el manifiesto de una relación más orgánica entre la candidata de la 4T y ese sector de la universidad permanentemente movilizado con una clara ideología tendiente a la izquierda.
Al menos, así lo sugiere uno de los firmantes del desplegado a su favor, Sergio Varela, quien actualmente se desempeña como académico en el Centro de Estudios Antropológicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). A Sergio parece motivarle, en primer lugar, una identificación con Claudia Sheinbaum como profesor universitario, pero también en la búsqueda por ampliar el derecho a la educación: “siendo ella también universitaria, […] ella trae una serie de ideas para afianzar la educación en todos los niveles, pero en particular la que se desarrolla ya en el nivel superior”.
La identificación de Sergio con Claudia Sheinbaum va mucho más lejos. Para él, apoyarla equivale a impulsar una visión que reivindique la ciencia ante narrativas anticientíficas que lo que hacen es desinformar e, incluso, terminan por representar un peligro para los ciudadanos. Sergio pone el ejemplo de las narrativas que prevalecieron en el contexto pandémico del Coronavirus: “lo vimos en la pandemia: […] El hecho de que mucha gente no confía en las vacunas, de que se desprecia el pensamiento científico […]. Y entonces ahí, también un peso muy significativo políticamente, de reivindicar el valor de la ciencia”.
Ahora, el sociólogo y antropólogo participa en un grupo conformado previamente entre académicos y profesores del nivel medio superior y superior que nace precisamente para darle el respaldo a la doctora Sheinbaum desde hace, por lo menos, dos años, y que lleva como nombre “Ciencia y Academia”. Debido a ello, Sergio considera que la interpretación de que su desplegado se trató de una copia del de Xóchitl Gálvez es una lectura errónea, pues no se trata de ninguna acción improvisada o espontánea: “más bien, lo que ellos hicieron es respuesta en buena medida a lo que nosotros hemos estado planteando desde hace muchísimo tiempo, que es la vinculación al final del ámbito académico con la doctora Claudia Sheinbaum.”
Lo mismo considera Víctor Aramburu Cano, economista y conductor: “si hubiera sido una copia, no nos conoceríamos desde antes. Ya hemos participado en diversos foros en los cuales pues se ha pedido nuestra opinión sobre qué temas tienen que cambiar y qué políticas públicas tendrían que relanzarse, continuar o cambiar para el próximo sexenio”, asegura Víctor.
Al igual que Sergio, Víctor ha estado movilizado durante un largo tiempo con miras a influir en la elaboración de la política pública de la Cuarta Transformación desde múltiples espacios, incluyendo los Diálogos por la transformación; particularmente, en el rubro de la agricultura, al contar con una amplia experiencia en evaluación en políticas dirigidas al campo.
Por otra parte, Sergio también observa que Claudia Sheinbaum comparte con él la reivindicación de la educación científica como un derecho humano, pues considera que es muy importante “tener conocimiento universitario y académico”. En contraste, para Sergio, la visión de la candidata opositora resulta incluso “contraria” a la suya, pues “no abonaría y ahondaría todavía más la debacle de la idea de que la ciencia es viable”.
Este interés democratizador del conocimiento es compartido con Víctor, quien observa como necesario superar la reivindicación que hacíamos de los intelectuales del viejo régimen y que ahora se han posicionado en favor de Gálvez. Víctor los considera, incluso, “caciques” que, desde una “torre de marfil”, dictaban lo que debía ser considerado como “alta cultura” o “ciencia”.
“Es que esto es todo un tema de la diferencia con la Cuarta Transformación. Que en general justo la visión de la vida de estos ‘abajofirmantes’ es creer que ellos son los únicos que, por creer que saben, tienen el monopolio de la voz y de lo que es lo técnico y de los que es lo válido”, sentencia Víctor.
Algo que ambos también comparten es su crítica a la supuesta “neutralidad” de los intelectuales del viejo régimen que firmaron el desplegado en favor de la candidata conservadora. Según ambos especialistas, este grupo de intelectuales trató de sostener una imagen de falsa “neutralidad” para legitimarse; sin embargo, en la actualidad, esta imagen se ha diluido ante nuestros ojos.
“A mí me a mí me parece que una de las cosas que son notables dentro de los últimos 30 años es una especie de imposición de […] una narrativa que busca plantear que la ciencia, que la academia debe de ser absolutamente neutra, de las ciencias sociales y en general de la ciencia. A mí me parece que no se puede ser neutral políticamente, incluso es hasta como contraproducente, desde mi punto de vista, en términos de derechos políticos”, señala Sergio.
Por su parte, Víctor Aramburu observa en las reacciones de los intelectuales que apoyaron a Xóchitl Gálvez un síntoma de la pérdida de privilegios en el actual régimen, pues ya no son tomados en cuenta de la misma manera por el poder político, además de que los actores que buscan influir en la discusión pública se multiplicaron exponencialmente.
“Es parte de que estas personas estén perdiendo privilegios. Yo creo que hay varias cosas que les pesan. Una es que ya no los traten poniéndoles alfombra roja, con espacios exclusivos para ellos y una muy buena tajada del erario”, asegura Víctor, y agrega “lo que estamos viendo también es una transformación en ese sentido, que mucha más gente está participando en las discusiones, en la democratización, diría yo, del conocimiento y de la cultura, que anteriormente pues estaba reservado para para unos cuantos”.
El número de los abajofirmantes de cada respectivo desplegado no es exclusivamente una diferencia cuantitativa, ya que no sólo evidencia una mayor capacidad “para mostrar músculo”, como se le conoce en el argot de la política. Por el contrario, también se trata de reconocer a una mayor cantidad de personas como “intelectuales” y con la capacidad de influir en la política pública desde su conocimiento.
En otras palabras, se trata de usar el conocimiento para el beneficio de las mayorías y no para que las minorías de “intelectuales” puedan distinguirse del resto de la población, tal como hacían los caciques del arte y la cultura en el pasado. Lo que está de fondo es una batalla por el “sentido común”, ese que el filósofo italiano Antonio Gramsci describía como “el consenso ‘espontáneo’ dado por las grandes masas de la población”. En esta batalla, podría estarse redefiniendo lo que es un intelectual y cuál es su función frente al resto de la sociedad.