24/01/2025 (Ciudad de México). De la misma forma como hoy Donald Trump trata de salir rápidamente de Ucrania, considerándola una guerra costosa, perdida e inútil, hace cuatro años pasó lo mismo con Joe Biden, que apresuró el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán. Ocurrió luego de veinte años de invasión y ocupación, que no llevaronlibertades o desarrollo para el pueblo afgano, sino la imposición de un régimen político en que gobernaba gente servil y corrupta como Hamid Karzai (presidente de 2001 al 2014), un enriquecido pastún vinculado a compañías petrolerasoccidentales.
Frente a esa subordinación a los infieles -que es así como los musulmanes afganos llamaban a los soldados norteamericanos y europeos- la tawadhu’ (humildad) que profesaban los talibanes parecía señalar un ejemplar camino islámico. En agosto de 2021, las dramáticas escenas del último avión Hércules de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, saliendo del aeropuerto de Kabul, con civiles desesperados tratando de asirse a él mientras carreteaba por la pista, mostraban el fin de la ocupación.
Los Talibanes tomaron inmediatamente el poder, pero tampoco trajeron libertades ni Estado de derecho. Instauraron un régimen en el que la máxima ley es la Sharía (código de vida islámico). Declararon que “los derechos de las mujeres en Afganistán serán respetados, dentro del marco de la ley islámica”.
Procedieron luego a imponer un conjunto de prohibiciones para las mujeres, cuyo incumplimiento puede dar lugar a sanciones morales, castigos corporales, la cárcel o incluso la pena de muerte.
Este es el detalle de las prohibiciones que, presentadas al principio por los fundamentalistas como “medidas provisionales para proteger a las mujeres”, se han mantenido por más de tres años en Afganistán: 1) Las niñas mayores de 12 años no pueden ir al colegio y las mujeres de cualquier edad no pueden acceder a la educación superior. Esto comenzó en las Universidades y Liceos con una segregación por sexos a fines de 2022, para luego convertirse en expulsiones, 2) Las mujeres han sido excluidas del mercado laboral, no pudiendo tener un empleo fuera del hogar, sólo un número pequeño de médicas y enfermeras están autorizadas para atender a pacientes femeninas, 3) Las mujeres están prohibidas de vestirse como deseen, deben sujetarse al estricto código de vestimenta femenino que las cubre de la cabeza hasta los pies, 4) No pueden salir de sus hogares a menos que estén acompañadas de un mahram, que es el padre, el hermano o el marido, 5) No pueden practicar deportes ni acceder a centros deportivos, 6) No pueden usar el transporte público de varones, hay una estricta segregación de género, 7) No pueden elegir con quien casarse, ni cuántos hijos tendrán, ni cuándo desean tener relaciones íntimas, 8) No pueden ser vistas, asomándose a los balcones o ventanas de sus casas, o ser fotografiadas o filmadas cuando estén en vía pública, 9) No pueden protestar ni manifestarse por sus derechos, ni siquiera haciendo constar que lo harán pacíficamente, 10) No pueden ir a salones de belleza, mismos que fueron expresamente prohibidos por los talibanes, al cerciorarse que se estabanconvirtiendo en espacios de socialización femenina.
Más de tres años tuvieron que pasar para que comiencen a verse resultados internacionales de la valiente resistencia de las mujeres afganas, tanto en su propio país como en el exilio, en numerosos países europeos, denunciando a la dictadura fundamentalista, y exigiendo acciones a los gobiernos que dicen representar a las democracias liberales -aunque se callan y negocian con otros gobiernos que no respetan los derechos de las mujeres, como el de Arabia Saudita.
Esos resultados llevaron ayer a que, en la ciudad de La Haya, el fiscal Karim Khan, con base en la acumulación de denuncias y análisis de múltiples expertos, solicitó al Tribunal Penal Internacional que emita órdenes de arresto contra el líder supremo de los Talibanes, Haibatulá Ajundzadá, y contra el presidente del Tribunal Supremo del Emirato Islámico de Afganistán, Abdul Hakim Haqqani, por ser penalmente responsables del crimen de lesa humanidad de persecución por motivos de género, desde agosto de 2021.
Se trata de un enorme avance en la defensa mundial de los derechos de las mujeres, en un contexto en el que las ultraderechas en Europa, Estados Unidos y América Latina, enfilan contra esos derechos, calificándolos como “ideología de género”.