26/12/2024 (Ciudad de México). La noticia, difundida por la red social Truth, confirmó que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha designado a Mauricio Claver-Carone como la persona que, en su próximo gobierno que inicia el 20 de enero de 2025, ocupará el cargo de “Enviado Especial del Departamento de Estado para América Latina”. El magnate, que está conformando un gobierno de ideología supremacista de extrema derecha, incorpora a su equipo a Claver-Carone, un experto en leyes financieras, que a sus 49 años tiene ya una dilatada trayectoria. Muy joven trabajó en el Departamento del Tesoro, durante el gobierno de George W. Bush, luego fue parte del Consejo de Seguridad Nacional, en el primer gobierno de Trump. De allí pasó el año 2020 a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de donde salió destituido por haber sostenido una relación sentimental con una funcionaria de su dependencia, a la que favoreció con ascensos e incrementos salariales.

La hoja de ruta de Trump para América Latina se va aclarando con algunas nominaciones. Marco Rubio, un fanático enemigo del régimen revolucionario en Cuba y del proceso chavista en Venezuela, será el nuevo Secretario de Estado. Pete Hegseth, que apunta a ser el próximo Secretario de Defensa, presenta como su único mérito militar haber servido como capitán de infantería en las campañas de Irak y Afganistán, pero sin haber ocupado cargos de mando en el Ejército, lo que indica que la decisión de Trump al designarlo, será no depender de las estructuras profesionales de alta oficialidad, conocidas en Washington como “pentagonistas”. Mike Waltz, un representante de la línea dura intervencionista y que fue congresista por el Estado de Florida, asumirá como Asesor de Seguridad Nacional. A ellos se agrega ahora Claver-Carone.

Presiones políticas, sanciones económicas e intervenciones militares. A todo eso recurrirá Washington para recuperar el terreno perdido en más de dos décadas de gobiernos de izquierda en América Latina. Para ello necesitará una coordinación muy estrecha con los gobiernos que son ideológicamente más afines a la línea de Trump, como el de Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador y Santiago Peña en Paraguay. Ya se adelantaron Milei y Bukele, cuando en su reunión en Buenos Aires en el mes de octubre, acordaron que el salvadoreño intentará concretar alianzas con gobiernos de América Central y el argentino hará lo propio en América del Sur.

Así se explica el reciente viaje de Bukele a Costa Rica para visitar al presidente Rodrigo Chávez, ocasión que aprovechó para plantear su idea de formar una “Liga de Naciones centroamericanas”, para discutir con mayor fuerza un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Tiene el mismo objetivo su fluido diálogo con el presidente de Panamá, José Mulino, de ideología derechista.

En contrapartida, Milei no pudo hacer gran cosa para que se mantuviera en el gobierno la derecha en Uruguay, pues Álvaro Delgado, el candidato presidencial más afín a sus ideas del ajuste fiscal, perdió en las urnas ante el izquierdista Yamandú Orsí. Ahora el gobierno mileista trata de ser más incisivo con los mensajes dirigidos al electorado de Chile, que el 2025 elegirá una nueva presidencia. El ataque del ministro argentino de economía, Luis Caputo, contra el presidente Gabriel Boric, acusándole de llevar a Chile al hundimiento económico, busca favorecer al ultraderechista chileno Juan Manuel Kast, amigo personal de Milei.

Así planteadas las cosas, con el enorme riesgo de que la llegada de Trump a la Casa Blanca modifique por largo tiempo la correlación de fuerzas en la región, a los gobiernos denominados progresistas sólo les queda atemperar sus disputas e ir conformando un bloque de defensa común de la soberanía nacional, frente a los ataques injerencistas e intervencionistas que, contra algunos de ellos, vendrán de Estados Unidos, bajo pretextos migratorios, comerciales, de seguridad ante el crimen, o de alineamiento ideológico.

La reciente decisión de los gobiernos progresistas de México y Colombia de enviar representantes diplomáticos a la ceremonia de investidura de Nicolás Maduro, a realizarse en Caracas el próximo 10 de enero de 2025, marca también una interesante tendencia hacia la distensión regional y la unidad en los hechos entre corrientes de izquierda latinoamericana que, manteniendo sus diferencias, son capaces de construir coincidencias: Justicia Social, Integración Regional, Respeto a la Soberanía de los Estados.