04/10/2024 (Ciudad de México). Apenas transcurrió una semana desde que el ex presidente indígena Evo Morales dirigió una masiva marcha popular de protesta contra la mala gestión de la economía por el presidente Luis Arce. Fue una manifestación que atravesó en siete días casi 200 kilómetros desde una pequeña ciudad llamada Caracollo, ubicada al occidente de Bolivia, cerca de la frontera con Chile, hasta la ciudad de La Paz, que es la sede del gobierno nacional.
Logró incorporar a comunidades campesinas y a sectores urbano populares de todas las ciudades por las que pasó, al punto que fue multitudinaria la entrada al área metropolitana de La Paz, cruzando otra urbe llamada El Alto, un lugar emblemático porque en octubre de 2003 allí ocurrió una insurrección popular que derrocó al último gobierno neoliberal, el de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Morales, a quien ya muchos consideraban a sus 64 años una figura pública sin mayor futuro, logró con esa marcha revitalizarse como el líder de masas más relevante de estos momentos en el país. Varias encuestas que salieron posteriormente a este hecho, mostraron una notoria subida en su apoyo, llevándolo a cotas de entre 25% al 35%, todavía lejos de sus impresionantes desempeños electorales de hace quince años, cuando bordeaba el 60% de apoyo.
Al menos desde el 2021, Evo Morales ha disputado desde la izquierda el campo nacional popular, articulando a sectores sociales que se fueron decepcionando con la orientación moderada del presidente Arce y su forma tecnocrática de gobernar, lejos del pueblo.
Puede decirse que, si Morales, como hizo Rafael Correa en Ecuador, hubiera salido del país por algunos años, de forma más rápida y pronunciada se habría dado el desplazamiento ideológico de Luis Arce desde la izquierda hacia la derecha. Este corrimiento conservador, el gobierno lo justifica con el argumento de que los radicalismos de izquierda (por algo les llaman “radicales” a los evistas) no permiten seducir al centro moderado de la sociedad.
Entre otras cosas, precisamente porque Evo se quedó en el país se pudo evitar que, como en Ecuador hiciera Lenin Moreno con el partido “Alianza País”, las tendencias antievistas dentro del gobierno de Arce se apoderen del Movimiento al Socialismo (MAS), que es el instrumento político de masas que ahora mayoritariamente se ha mantenido leal con Evo.
Pero no se ha podido evitar que se agudice cada vez más la lucha ideológica entre arcistas y evistas, ahora por la vía de la politización de la justicia Esto también recuerda lo que sucedió en Ecuador en 2018, ese momento en que Lenin Moreno condenó al ex presidente Correa a no poder volver al país, en tanto que de forma sorpresiva purgó y encarceló a numerosos correistas.
Quiso hacer lo mismo el gobierno de Arce, tramitando en forma ilegal una orden de aprehensión contra Evo Morales, para lo que reactivó un caso por trata y tráfico de menores de edad, que el gobierno de facto de Jeanine Añez abrió en la sureña ciudad de Yacuiba el año 2020, pero que concluyó, en diciembre de ese mismo año, con la resolución judicial de rechazo de denuncia. Al evidenciarse el bulo jurídico, no prosperó el intento de apresar al ex presidente.
En una especie de frenesí justiciero, Luis Arce ordenó a sus ministros que presenten más denuncias contra Morales, por delitos que van desde incitación a la violencia, daño económico, terrorismo, vínculos con el narcotráfico y estupro. Una torpe andanada cuyo objetivo es eliminar civilmente a su adversario político.
El Grupo de Puebla, que es una plataforma que reúne a los partidos y personalidades de izquierda de América Latina y España, incluyendo a varios ex presidentes como el español José Luis Rodríguez Zapatero, el colombiano Ernesto Samper, el ecuatoriano Rafael Correa o al hondureño Manuel Zelaya, en un rápido pronunciamiento público calificó aquel ataque como “una campaña de Lawfare contra Evo Morales”.
El Grupo de Puebla lamentó en su comunicado que se utilicen los mismos métodos de politización de la justicia que antes fueron usados contra Lula da Silva en Brasil o contra Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, abriendo de esa forma opciones a la derecha.