02/10/2024 (Ciudad de México). Casi un año ha pasado desde que comenzó la crisis bélica en Medio Oriente. Inicialmente en Gaza, cuando el ejército de Israel, en represalia por la incursión de la milicia islamista Hamás en la frontera sur, invadió el territorio palestino con un nivel de fuerza y violencia que causaron enorme destrucción en las ciudades más importantes de la Franja. Tan desproporcionada fue la respuesta de Tel Aviv que configuró un genocidio contra el pueblo palestino. Desde entonces superan las 45.000 muertes palestinas registradas, a las que todavía pueden agregarse otra cantidad de personas que quedaron atrapadas en los escombros de los edificios gazatíes bombardeados por los israelíes.
El gobierno del que Benjamín Netanyahu es formalmente el primer ministro, pero en realidad es el que da las órdenes, ha continuado su ofensiva atacando en las últimas semanas Líbano, hacia el norte, utilizando su moderna fuerza aérea y aprovechando las debilidades antiaéreas libanesas. Líbano es el país donde, hace más de treinta años, se fue organizando la milicia chií Hezbolá, que cuenta al menos con 50.000 soldados altamente entrenados, muchos de ellos con experiencia de combate en Siria e Irak, y que poseen armamento moderno.
Israel ha estado golpeando en Líbano la estructura de Hezbolá, con calculados ataques como fueron hace una semana las explosiones simultáneas de un millar de dispositivos móviles -beepers y walkie talkies- que utilizan los milicianos, causando gran cantidad de heridos y decenas de muertes. Hace unos días lanzó al menos 15 bombas de 2.000 libras cada una, que destruyeron un búnker subterráneo, ubicado debajo de un complejo habitacional en el sur de Beirut, la capital libanesa. Mató al líder histórico de Hezbolá, Hassan Nasralá, y a una parte de la dirigencia de la milicia.
Como la respuesta libanesa fue débil, consideró el mando israelí que había llegado el momento de atacar las posiciones de combate de la milicia. Ayer, el ejército de Israel comenzó la invasión terrestre del sur de Líbano, pero está encontrando una fuerte resistencia de Hezbolá, que hace décadas se viene preparando para esta confrontación armada.
La invasión que acaba de ordenar Netanyahu, aunque pretenda para fines propagandísticos simularla como una “incursión terrestre limitada”, es en realidadun paso más hacia una guerra de alcance regional, que irá involucrando a fuerzas armadas convencionales y milicias de países como Siria, Irak, Yemen e Irán.
Lo sabe el gobierno de Estados Unidos, que está reforzando su presencia militar preventiva en la zona, con dos portaaviones y miles de marines, en apoyo a su aliado Israel. La Organización de las Naciones Unidas ha expresado su enorme preocupación por esta escalada bélica y convocó a una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad, donde China, Rusia y las potencias europeas que son parte de la OTAN, tratan de encontrar la forma de parar los enfrentamientos.
Difícil tarea, especialmente luego de que el Estado Islámico de Irán acaba de lanzar un masivo y letal ataque a infraestructura militar israelí cerca de las ciudades de Tel Aviv y Jerusalén. El ayatollah (líder supremo religioso) iraní, Alí Jamenei, ordenó apoyar a las invadidas Palestina y Líbano, atacando con centenares de misiles -incluyendo los misiles hipersónicos con que ya cuenta el país persa. Las imágenes que se han comenzado a difundir, con filmaciones de teléfonos celulares, muestran la gran cantidad de impactos con fuertes explosiones en territorio israelí, lo que pone en duda la efectividad del sistema antiaéreo “domo de acero”, que Netanyahu decía que era impenetrable.
Ha quedado demostrado que Israel, que en luchas terrestres lleva gran ventaja, es vulnerable a este tipo de ataques con proyectiles de larga distancia, que son justamente los que puede lanzar Teherán. Al haberse cruzado de manera definitiva la línea roja del enfrentamiento directo entre los dos países (Irán e Israel) más armados de la región, los peores escenarios prospectivos bélicos pueden concretarse en poco tiempo.