05/08/2024 (Ciudad de México). Una violenta oleada de ataques racistas y xenófobos, promovidos por organizaciones de ultraderecha, inicialmente contra solicitantes de asilo procedentes de África, específicamente de Ruanda, pero que luego fue dirigida contra cualquier persona de rasgos morenos o árabes en varias ciudades británicas, está poniendo en problemas al nuevo gobierno laborista de Keir Starmer. 

Todo comenzó con una campaña de odio racial en redes sociales, desatada por la noticia del asesinato de tres niñas a manos de un joven de 17 años nacido en Gales, de padres migrantes ruandeses. Al muchacho, ya detenido por la policía eidentificado como Axel Rudakubana, inmediatamente se le mostró en redes sociales, con imágenes generadas con Inteligencia Artificial, como un musulmáninmigrante, cuando no es en la realidad ni una cosa ni otra. Se trataba de información tendenciosamente falsa, pero basada en una premisa verdadera: fue el autor del asesinato de Alice Dasilva Aguiar, de 9 años, Elsie Dot Stancombe, de 7, y Bebe King, de 6. Las tres perdieron la vida, acuchilladas por Rudakubana, que además hirió a otras 8 personas en una clase de danza veraniega en la localidad de Southport, cerca de la ciudad de Liverpool. 

De inmediato la campaña promoviendo el odio y la acción de escarmiento contra los migrantes, los extranjeros, los musulmanes, los árabes y los africanos, tuvo efectos virales. La violencia verbal se convirtió en violencia material, dirigida por grupos de extremistas de derecha, que en varias ciudades (Liverpool, Manchester, Bristol, Hull y Belfast) sumaron a hooligans (hinchas violentos de clubes de fútbol), a racistas supremacistas, a personas en situación de cesantía y a jóvenes blancos exaltados, que en masa atacaron algunos hoteles donde se alojan temporalmente las y los refugiados procedentes de África. Luego los grupos violentos se dirigierona atacar a los barrios de migrantes y posteriormente a destrozar e incendiaralgunos negocios de gente de origen africano. 

La campaña de odio no hubiera prosperado si es que no tenía la colaboración -sea por acción deliberada o por omisión acordada- de las plataformas digitales y de los “gigantes tecnológicos corporativos” que las controlan. Así lo denunció el primer ministro Starmer: “Les digo a las grandes compañías que dominan las redes sociales, que la violencia y el caos que hemos visto y que fue claramente orquestado por las redes sociales, es un delito. Y este delito está sucediendo en sus moradas. La ley se debe cumplir en todas partes”. Starmer anunció la próxima presentación de una Ley de control de contenidos violentos, homofóbicos, discriminadores, racistas y fascistas en redes sociales. 

Aunque no fue nombrado, todos saben que uno de los grandes señalados es Elon Musk. No es la primera vez que Musk, el multimillonario sudafricano que tiene además las nacionalidades canadiense y estadounidense, y que hace algún tiempo adquirió Twitter (convirtiéndola en X), es denunciado como un peligro para la convivencia social en democracia, por su enorme poder comunicacional casi exento de controles nacionales efectivos. En Brasil, a principios de este año, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el juez Alexander de Moraes, ordenó que se le investigue por obstrucción a la justicia y posibles vínculos con milicias digitales bolsonaristas, que atacaron al poder judicial y al poder electoral brasileños en varias oportunidades, incluso colaborando con el intento de golpe de Estado que se desarrolló en la capital Brasilia en enero de 2023.

Volviendo a Gran Bretaña, el primer ministro Keir Starmer ha ofrecido a las fuerzas de seguridad el mayor apoyo político y económico, destinando un presupuesto adicional para sus operaciones de control a los grupos violentos. Poco a poco, la policía británica, que ha reportado 50 heridos en sus filas, está retomando el control de la situación.