28/05/2024 (Ciudad de México). En Europa, en medio de una fuerte ofensiva militar de Rusia en varios frentes en Ucrania, también se desarrolla la batalla diplomática sobre la apertura de negociaciones de paz.
Hace casi dos siglos, en 1832, se publicó la obra “De la Guerra”, escrita en ocho volúmenes por Carl von Clausewitz, un militar prusiano que partía de la premisa deque la guerra “es la continuidad de la política por otros medios”. Hoy, la tragedia de dos pueblos, el ucraniano y el ruso, que se matan entre sí en el sudeste europeo, está llegando a un punto de agotamiento e inflexión, en que Ucrania ya no puede recuperar los territorios conquistados militarmente por el ejército ruso, ni aún con el respaldo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y Rusia tampoco puede llevar su ofensiva mucho más allá de lo que ya ocupa, que son las regiones ruso hablantes del oriente ucraniano. Para salir de la guerra, se necesita volver a la política, en este caso a la diplomacia.
Ucrania necesita una válvula de escape a la presión militar rusa, quería lograrlaantes que los rusos lancen su actual ofensiva. Para eso, a mediados de enero de 2024, Volodimir Zelenski pidió a la presidenta de Suiza, Viola Amherd, que su país acoja una conferencia de paz en la que estuviera todo “el mundo libre”, vale decir el arco de naciones que respaldan a Kiev, comenzando por las 29 que forman la OTAN. Una reunión en que se abordara el tema del enjuiciamiento a Rusia por la agresión a Ucrania, obligándole además a cubrir la mayor parte del costo de reconstrucción.
Pero una conferencia de paz sin una de las partes en conflicto, es un error de diseño que ha terminado debilitando la iniciativa. La Cumbre de Paz -pasó a llamarse así en marzo- que se fijó para el 15 y 16 de junio, va perdiendo fuerza por haber cerrado las puertas a Rusia, lo que a su vez motivó las notorias ausencias de Brasil y Sudáfrica que ya anunciaron que no asistirán a un espacio en que sólo está una de las partes beligerantes. Ausencias tan importantes tienen un efecto de irradiación, que explica que hasta el momento sólo 70 países, de los 193 que están representados en las Naciones Unidas, hayan confirmado su asistencia. Casi todos los países africanos y árabes asiáticos ya decidieron no asistir.
Las dudas llegaron hasta Washington. Joe Biden hizo correr la voz -a través del portal Bloomberg- que no podrá estar, debido a que ese día tiene un compromiso con actores y actrices de cine para un acto de recaudación de fondos para su campaña en California.
Y así, mientras la Cumbre suiza pierde impulso, en la ciudad de Beijing, el enviado especial del Brasil, Celso Amorim, acordó con el canciller de China, Wang Yi, una postura conjunta para impulsar otra iniciativa de paz que intente sentar en la mesa de negociación a Ucrania y a Rusia. El plan pasa por iniciales acuerdos para frenar la expansión del campo de batalla, no intensificar combates y aumentar la ayuda humanitaria. Es probable que la propuesta china y brasileña logre sumar a países como Arabia Saudita, Turquía e India, generando tal presión internacional que obligue a Volodimir Zelenski a dejar de lado los juegos de propaganda, aprovechando la oportunidad de frenar en mesa los avances del ejército ruso.
La Unión Europea también tiene sus quiebres internos. Por una parte están los guerreristas como Emmanuel Macrón, presidente de Francia, y el español -que alguna vez, en su lejana juventud, fue socialista- Josep Borrell, quien es encargado de relaciones exteriores de la Unión Europea y vicepresidente del Consejo Europeo. Ellos sostienen que la única forma de lograr una paz con seguridad para Europa, es ayudar a que Ucrania recupere terreno en lo militar, obligando a Rusia a negociar en condiciones no tan ventajosas. Por otra están los pragmáticos Olaf Scholz, canciller de Alemania y Giorgia Meloni, presidenta del gobierno de Italia, quebuscan una salida negociada y discrepan con los mandos de la OTAN, que hanpedido ayer en Bruselas, durante la reunión de urgencia de los ministros de defensa, autorizar a Ucrania atacar territorios rusos con misiles de larga distancia europeos. Tal autorización no se obtuvo por la regla de adopción de decisiones de la Unión Europea, que obliga a lograr la unanimidad.