29/04/2024 (Ciudad de México). No cabe duda que la historia de Argentina en las últimas tres décadas no puede prescindir de Cristina Fernández de Kirchner. Identificada desde su juventud con las causas populares, se afilió a la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en los turbulentos años (1973 – 1975) que precedieron al golpe militar de marzo de 1976.
Durante la dictadura, ni Cristina Fernández ni su esposo y futuro presidente Néstor Kirchner, tuvieron algún rol relevante de denuncia. Esto tiene que ver la postura de no enfrentar a los uniformados del peronismo institucional que, a la caída de los militares en 1983, llevó como candidato a la presidencia al colaboracionista con la dictadura, Italo Luder, que fue derrotado por Raúl Alfonsín del Partido Radical. Alfonsín sí tuvo el coraje de llevar a los generales genocidas a juicio.
Vino luego la década de los noventa, en que el peronismo institucional se inclinó hacia el neoliberalismo con Carlos Menem, que gobernó durante una década. La ruptura de los Kirchner con el menemismo, marca su tránsito cada vez más decidido hacia la izquierda, recuperando los contenidos de un proyecto de justicia social y de Soberanía Nacional. Para las elecciones de 2003, Néstor y Cristina fundan el “Frente para Victoria” y generan un nuevo consenso democrático que derrota a la derecha organizada en la candidatura de Carlos Menem, precisamente.
Sobre el período kirchnerista (2003 – 2015), la investigadora del “Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales” (CLACSO), Ilse Kaplán sostiene: “Los doce años de este ciclo al que denominaremos ‘kirchnerismo’, del gobierno de Néstor Kirchner primero, y de los dos períodos de gobierno de Cristina Fernández después, pueden ser calificados en forma inobjetable por los indicadores económicos, como los mejores años en cuanto se refiere a crecimiento y expansión de la economía argentina, con un importante componente de redistribución del ingreso gracias a un papel activo del Estado, no sólo como regulador sino como actor económico del desarrollo. En este contexto es que se produjo un importante avance de derechos sociales”.
El ciclo fue cortado en las elecciones del 2015 por errores políticos propios, como llevar de candidato presidencial a Daniel Scioli, cuya ideología de derecha la mimetizaba afirmando que: “hay que ir hacia el centro”. Esta candidatura fue derrotada por el empresario neoliberal Mauricio Macri, que gobernó Argentina del 2015 al 2019.
“El 2019 retornó el justicialismo, de la mano de Cristina Fernández que, cercada por varios procesos judiciales armados bajo el formato de Lawfare, decidió ir de vicepresidenta, asumiendo Alberto Fernández un rol presidencial para el que no tenía ni el temple personal ni la capacidad política necesarias. El ejercicio de gobierno del 2019 al 2023 estuvo caracterizado por las contradicciones y confrontaciones entre la vicepresidenta y el presidente, cuyas concesiones al Fondo Monetario Internacional le cercenaron toda posibilidad de aplicar un programa social. El gobierno de Alberto Fernández terminó preparando el terreno para el retorno de la derecha, una peor derecha que Macri”, afirma Ilse Kaplán.
El neofascista Javier Milei asumió en diciembre de 2023 y comenzó a aplicar un programa de “ajuste en shock” que tiene una resistencia social cada vez mayor, pero que todavía carece de referentes políticos unificadores.
En este contexto, el retorno a la arena política de Cristina Fernández de Kirchner, en un acto de masas en el barrio de Quilmes, en la periferia de Buenos Aires, tiene la virtud de generar un impacto anímico en los sectores populares. Cristina había optado por un relativo silencio en la actual coyuntura, pero ahora decidió tomar la palabra.
En su discurso, Cristina arremetió contra el experimento “anarco capitalista” del neofascista Javier Milei. Afirmó que su modelo es, en realidad, un “anarco colonialismo”, pues busca convertir a Argentina en un país exportador de materias primas (petróleo, gas, minerales y productos primarios agropecuarios) sin valor agregado, sin transferencia tecnológica y sin control soberano del excedente económico. Criticó los brutales recortes del presupuesto público, que significan el cierre de los programas sociales y el desconocimiento de los derechos de la población. Afirmó que no es sostenible un equilibrio fiscal logrado a base del costo social de la miseria y el desempleo.
Cristina cerró el acto pidiendo la unidad del pueblo en la resistencia al ajuste.