22/03/2024 (Ciudad de México). La entidad de derechos humanos “Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio” (HIJOS) se fundó el 14 de abril de 1995, agrupando a los hijos de personas desaparecidas durante la dictadura militar argentina que duró de 1976 a 1983. Siendo formada por descendientes de personas que murieron bajo el terrorismo de Estado, esta organización rápidamente se decantó por la defensa del estado de Derecho, de la democracia con justicia social y de la denuncia de los aparatos represivos surgidos en dictadura, pero que pudieron reciclarse y seguir actuando incluso durante períodos de gobiernos electos en las urnas.

En contacto con De Raíz, una de las componentes de HIJOS pide que sólo la citemos como “Magda” debido a las circunstancias que vive Argentina luego de la asunción a la presidencia de Javier Milei, “pero especialmente por el nuevo rol que está jugando la vicepresidenta Victoria Villarruel, que tiene vínculos muy estrechos con militares retirados que fueron parte de la dictadura a los que ella como abogada y como política siempre defendió, pero también con militares en activo plenamente operativos”.

Magda nos comenta: “las palabras de Agustín expresan lo que sentimos todas y todos, es cierto que estamos consternados y preocupados por lo que le pasó a la compañera, pero también estamos acostumbrados a sobreponernos y seguir adelante, denunciando y denunciando porque no podemos permitir que los espectros de los genocidas y represores cobren vida”.

Magda se refiere a la denuncia que uno de los portavoces de HIJOS, Agustín Cetrángolo, realizó en la ciudad de Buenos Aires en las últimas horas. Leyó un comunicado que refiere que una mujer que es parte de la organización, cuyo nombre y dirección permanecerán en el anonimato y sólo se revelarán ante autoridad judicial competente, fue atacada por dos individuos que la esperaron dentro de su domicilio, al que ingresaron forzando la puerta. Los intrusos ataron a la mujer, la golpearon, abusaron sexualmente de ella y mostrándole armas de fuego le dieron un mensaje amenazante: “No vinimos a robarte, vinimos a matarte, a nosotros nos pagan para esto”.

Nada de valor económico fue robado, sólo se llevaron carpetas con información de HIJOS. Antes de irse, los atacantes pintaron una de las paredes del lugar con la consigna “Viva la libertad Carajo”, que es la que usa Javier Milei para concluir sus arengas.

“Lo más terrible es que en los últimos meses hay una especie de normalización de la violencia verbal y física en Argentina, en los colectivos, en el subte, en los estadios de fútbol. Es como si se respirara un aire con mucha carga negativa y en esto mucho tienen que ver los mensajes de odio que se escuchan en los medios y en las redes sociales, y que se originan en las autoridades nacionales y del área de seguridad” afirma Magda.

La organización HIJOS alertó que este hecho precisamente tiene un claro correlato con las acciones y discursos de odio que las máximas autoridades del país expresan cotidianamente, lo que incita a la violencia contra quienes militan por los Derechos Humanos. HIJOS exigió el inmediato esclarecimiento del hecho por parte del poder judicial e hizo responsable al gobierno nacional del hecho. Por toda respuesta, el vocero presidencial Manuel Adorni, ayer dijo: “Esperamos que la Justicia avance y que los responsables efectivamente paguen por sus actos.

Al respecto, Magda comenta: “Adorni y el propio Milei deberían asumir culpas, no sólo por lo que hablan, también por el ejército de activistas digitales y bots que tienen y que todo el tiempo están llenando las redes sociales de violentos mensajes contra los zurdos, contra las feministas, contra los defensores de derechos humanos, contra las personas de la diversidad sexual, contra los migrantes, contra los pobres”.

El hecho violento denunciado en Argentina y todas las repercusiones que genera, ocurre en vísperas de recordarse -el 24 de marzo- un nuevo aniversario del golpe de Estado que en 1976 encumbró a los militares genocidas Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti.