11/03/2024 (Ciudad de México). Hace diez años parecía el momento de una nueva izquierda radical europea, que después de mucho tiempo se sobreponía de dos derrotas históricas: la imposición del neoliberalismo en Europa que comenzó con la elección de Margaret Thatcher en Gran Bretaña en 1979 y la caída del Muro de Berlín en 1989.
En Grecia, Portugal, Francia y España renacían proyectos socialistas, de la mano de una nueva generación de revolucionarios y revolucionarias que realizaban protestas masivas en las Cumbres del Foro Económico Mundial en Davos, del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, o en las reuniones internacionales por el clima. Vino entonces la capitulación de “Syriza”, la coalición de izquierdas que ganó las elecciones en Grecia con un discurso muy radical pero, ya en función de gobierno, su líder Alexis Tsipras terminó aplicando el programa del Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea, debiendo renunciar en agosto de 2015.
Sin embargo, en Portugal, en noviembre del mismo año, una renovada izquierda llegaba al gobierno uniéndose en el Parlamento el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda para una moción de censura contra el gobierno neoliberal de Pedro Passos Coelho. De esa forma, resultaba elegido como primer ministro António Costa para un gobierno que se prolongó hasta 2019, cuando en elecciones triunfó con mayoría simple. El mejor momento fue en 2022, cuando la coalición ganó por mayoría absoluta, pues logró 120 bancas de las 230 que tiene el Congreso portugués.
António Costas dirigía un gobierno de reformas sociales para consolidar un Estado de Bienestar. Pero era un gobierno en el que las cosas se hacían de arriba hacia abajo, vale decir desde el jefe de gobierno –el ya mencionado António Costa- y la mayoría legislativa, sin que se logre incorporar la plena participación en la construcción de las políticas públicas y las grandes reformas del pueblo portugués que le había respaldado masivamente en las urnas el 2022.
Aprovechando este talón de Aquiles, los poderes fácticos (mediático, económico y judicial) fueron cercando al gobierno de Costa. Un proceso de investigación denominado “Operación Influencer”, armado desde la Fiscalía sobre la base de una denuncia anónima del año 2019, comenzó a tomar vuelo en el segundo semestre del 2023, con grabaciones de conversaciones en apariencia comprometedoras de Víctor Escária, jefe de Gabinete de Costa, y un consultor que era también padrino de boda de Escária, Diego Lacerda Machado. El 7 de noviembre del 2023, agentes del Ministerio Público, irrumpieron en la residencia del primer ministro y en otras dependencias del gobierno, procediendo a la detención del jefe de gabinete y del consultor externo por supuestas irregularidades cometidas en la concesión de áreas de explotación de yacimientos de litio y de proyectos de hidrógeno verde.
El escándalo político ya estaba armado. Ese mismo 7 de noviembre, Costa renunció aunque dijo que lo hacía “para que no queden dudas de que voy a utilizar el cargo para tareas de encubrimiento, pues no he cometido delito alguno”. Unos días después, el juez instructor del caso “Operación Influencer”, Nuno Díaz, en audiencia judicial, desestimó la carga de pruebas presentada por los fiscales, y dejó en libertad a los detenidos. Pero el daño ya se había cometido.
Se convocaron a elecciones legislativas anticipadas, mismas que ayer ganó por estrecho margen la derecha moderada de la “Alianza Democrática”, cuyo candidato Luis Montenegro alcanzó el 29% de los votos que le da 77 diputados. A poca distancia, en segundo lugar, quedó el candidato Pedro Nuno Santos del “Partido Socialista” con 28% y 75 diputados. El ultraderechista partido “Chega” obtuvo el 18% y 45 diputados, en un enorme crecimiento que lo sitúa como la tercera fuerza parlamentaria en un Congreso de 230 diputaciones. El Partido Socialista ya reconoció la victoria de Montenegro y pasó a la oposición en un país que da un giro conservador.