27/02/2024 (Ciudad de México). En otras circunstancias hasta podría pasar por una simple anécdota; hoy se convierte en una muestra de todo lo que está en juego en las venideras elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos.

La coincidente visita programada para mañana jueves del presidente Joseph Biden a la ciudad de Brownsville, Texas, donde se reunirá con autoridades locales, agentes de la patrulla fronteriza y de la policía, y el viaje a la ciudad de Eagle Pass, en el mismo Estado, de Donald Trump, demuestran la creciente importancia del tema migratorio en el proceso electoral estadounidense y qué tan apretada está la disputa.

En el año 2023, la población de origen latinoamericano, “latino” o “hispano” como es conocida en Estados Unidos, llegó a 62 millones de personas, de las cuales el 60% procedía de México. Según el dato aportado recientemente por la Canciller mexicana Alicia Bárcena, ese porcentaje representa 37,3 millones de habitantes, de los que 10,6 millones nacieron en México y el resto son mexicanos de segunda generación.

Según el “Pew Research Center”, un think tank con sede en Washington D.C., en las elecciones de 2024 serán 36 millones los “latinos” habilitados para votar, aunque las estadísticas del Censo de los Estados Unidos del año 2020, establecieron que sólo el 47,6% efectivamente ejerce su derecho al voto, mientras que entre los afrodescendientes la participación electoral fue del 59,6% y entre los que se definieron como blancos fue del 65,3%. Acá está un factor clave para la definición electoral: aunque en la población total, los blancos (según los criterios demográficos estadounidenses) están disminuyendo en porcentaje, a nivel electoral siguen siendo los más decisivos.

Y en ese segmento aún mayoritario, pero incluso entre la población afrodescendiente que constituye una parte muy significativa de la clase obrera de los Estados Unidos, los discursos contrarios a los migrantes han calado y se han convertido en sentido común en la última década. Donald Trump lo sabe, por eso es que utiliza una retórica abiertamente xenófoba, racista y discriminadora, a la par de sus posturas netamente proteccionistas en comercio internacional. Lo peor es que así gana adhesiones, que hoy se están expresando en las elecciones primarias del partido republicano y podrían hacerlo en los comicios nacionales, aunque todavía la posibilidad del magnate ultraconservador para ser candidato depende del avance de los procesos judiciales que tiene abiertos.

Joe Biden, actual inquilino de la Casa Blanca, del partido demócrata, no quiere perder el paso de Trump, por lo que ha programado su visita a la frontera sur al mismo tiempo que la de él. En su periplo pondrá el énfasis en criticar el bloqueo de los republicanos en el Congreso a una ley que refuerza la seguridad en la frontera frenando la migración no autorizada. Los asesores de campaña demócratas le sugieren a Biden endurecer su discurso sobre los temas migratorios, pero diferenciándose del empresario en que dará seguridad aferrado a la ley y respetando los derechos de movilidad humana.

Trump, del partido republicano, aprovechará su visita a Texas para continuar su andanada de ataques xenófobos a la “invasión de gente de otros países latinos” reiterando su amenaza de deportación masiva.

Este tema migratorio es uno de los que están en juego en este proceso electoral. Los otros son el tema ambiental, donde Trump es negacionista del calentamiento global y si llega nuevamente a la presidencia se pronostica un nuevo retroceso de los acuerdos climáticos; el tema geopolítico, en el que tiene sus reservas a continuar asumiendo el costo del apoyo a Ucrania; el tema comercial, en el que sigue siendo partidario de nuevas guerras comerciales con China.