28/12/2023 (Ciudad de México). HMS Trent. Así se llama el buque de guerra de la Marina Real, utilizado para evitar el contrabando, en operaciones antiterroristas y para la protección de zonas de pesca, además de patrullaje en fronteras marítimas. Cuenta con una tripulación de 65 marinos y, aunque no está entre las naves más impresionantes desde el punto de vista militar, el sólo hecho de que el gobierno británico, dirigido por el primer ministro Rishi Sunak –un decidido belicista cuyo planteamiento estratégico es que Gran Bretaña debe estar presente en todos los ejes de tensión internacionales, desde Ucrania e Israel, hasta la disputa por el Esequibo entre Venezuela y Guyana. El Esequibo es una región ubicada entre ambos países, de 160.000 km2 (dos veces el tamaño del Estado de Chiapas en México), sobre la que hay un diferendo territorial irresuelto entre ambos países, planteando Venezuela un arreglo diplomático negociado sobre la base del “Acuerdo de Ginebra” de 1966, en tanto Guyana pretende hacer valer un “Laudo Arbitral” de 1899, cuando todavía era una posesión colonial británica y no existía como país independiente.

El anuncio del envío del HMS Trent a las costas de Guyana fue efectuado hace diez días por David Cameron, el secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, con las siguientes palabras: “Continuaremos trabajando con socios en la región para garantizar el mantenimiento de la integridad territorial de Guyana y evitar el aumento de tensiones”.

De inmediato, David Rutley, el secretario británico de Relaciones Exteriores para América, voló hacia Georgetown, la capital de Guyana, donde el 18 de diciembre se reunió con el gobierno de ese país confirmando que la nave británica participaría en ejercicios navales conjuntos luego de Navidad. Paradójicamente, unos días antes, el 14 de diciembre, el primer ministro Mohammed Irfaan Alí y el presidente venezolano Nicolás Maduro sostuvieron un encuentro en San Vicente y Granadinas, suscribiendo sus cancilleres la “Declaración de Argyle”, en la que se comprometieron a que “Guyana y Venezuela, directa o indirectamente, no se amenazarán ni utilizarán la fuerza mutuamente en ninguna circunstancia, incluidas las derivadas de cualquier controversia existente entre ambos Estados”.

Precisamente hoy, 28 de diciembre, ya habiendo arribado el HMS Trent a las costas de Guyana, el gobierno de Venezuela ha hecho conocer su categórico rechazo a lo que califica como un “acto de provocación hostil y una violación a la reciente Declaración de Argyle, asumida como una hoja de ruta para abordar la controversia territorial por la Guayana Esequiba entre Venezuela y Guyana”. Ante lo que se ha calificado como una transgresión por el gobierno de Irfaan Alí de la declaración de buena voluntad binacional de hace unos días, el presidente Nicolás Maduro informó que: “He ordenado la activación de una acción conjunta de toda la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) sobre el Caribe oriental de Venezuela, sobre la fachada atlántica”.

¿Por qué el inédito interés de Gran Bretaña y también de Estados Unidos –recordemos que la jefa del Comando Sur Laura Richardsson visitó recientemente la capital guyanesa- en una región de Sudamérica que antes no era parte de sus prioridades geopolíticas? Por dos razones: la primera es que en el Esequibo se han descubierto grandes reservas de petróleo y oro, la segunda es generar una escalada de tensiones militares entre Guyana y Venezuela, que se convierta en un factor de desgaste para el gobierno de Nicolás Maduro.

Esta escalada originada por la movida británica es rechazada tanto por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), como por la Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM), que fueron los que propiciaron el encuentro de los mandatarios de ambos países en San Vicente y Granadinas. Se busca conjurar el espectro de una guerra en esta parte del mundo, libre de enfrentamientos militares desde 1995 cuando los ejércitos de Perú y Ecuador libraron un corto pero intenso enfrentamiento armado.