20/10/2023 (Ciudad de México). Si ya era una preocupación geopolítica para la Casa Blanca una guerra en el este de Europa, en que los frentes de batalla no han tenido cambios importantes en los últimos seis meses, lo que lleva a la conclusión de que ha fracasado Ucrania en su contraofensiva, tan publicitada y respaldada económicamente por Estados Unidos y Europa.
A ello se agrega ahora el recrudecido conflicto árabe-israelí, que obliga nuevamente a Washington a volcar su mirada y sus acciones hacia una región del mundo –el cercano y medio oriente- que, desde su retirada de Afganistán el 2021, pensó en dejar de lado por bastante tiempo. No fue coincidencia que Rusia y China, al caer en cuenta de que la tragedia humanitaria en Gaza y en el sur de Israel significaba un vuelco importante en la situación mundial, procedieran a intercambiar criterios ajustar y estrategias hace tres días en Beijing, en la reunión que tuvieron el presidente de la Federación Rusa Vladimir Putin con su homólogo de China Xi Jinping.
Apenas pasaron dos años desde la apresurada salida de militares estadounidenses de Kabul, la capital afgana. Hoy el Pentágono ha vuelto a desplegar en los mares cercanos a Palestina e Israel, dos grandes portaaviones, el Dwight Eisenhower y el Gerald Ford, al mismo tiempo que ordenó la preparación de 2000 tropas y numerosos aviones de combate también para desplazarlos a ese lugar del mundo, con fines de disuasión en caso de que países árabes, particularmente Irán, quisieran intervenir directamente en apoyo a Hamás en la Franja de Gaza o a Hezbolá en Líbano.
En este momento Estados Unidos tiene dos escenarios bélicos, el ucraniano plenamente abierto pero en el que cada vez más decae el interés del ciudadano estadounidense; el otro en cercano oriente, que se va gestando y cuyos niveles de tensión suben cada día. El detalle no menor es que estos dos escenarios –que no puede dejar de atenderlos si es que todavía aspira a ser potencia hegemónica- sitúan al poderío militar estadounidense todavía a bastante distancia de su estratégica disputa con China.
Anoche, en un inusual mensaje a la nación desde su Despacho Oval, el presidente Joseph Biden, afirmó que está solicitando al Congreso un enorme apoyo financiero de urgencia que alcanza a 106 mil millones de dólares que apuntan a redefinir la política exterior de los Estados Unidos para la gestión 2024 y siguientes, corrigiendo también algunas fallas geopolíticas.
El enorme paquete incluye al menos 61.000 millones de dólares para apoyar al gobierno de Volodimir Zelensky en Ucrania, 14.000 millones de dólares para respaldar al de Benjamín Netanyahu en Israel, resaltando Biden que ambos son “aliados estratégicos” del pueblo estadounidense. Además, el presupuesto federal solicitado en materia de exteriores, contempla 14.000 millones de dólares para “prioridades inmigratorias”, lo que se ha entendido como una asignación financiera para reforzar la frontera sur con México; resta por ver –aunque es lo más probable- si esos recursos fortalecen el discurso de endurecimiento de la políticas de admisión de extranjeros que soliciten refugio o residencia en Estados Unidos, que Biden lanzó en el último tiempo para contrarrestar el crecimiento político de Donald Trump.
Finalmente, el paquete contempla también otros 10.000 millones de dólares en el apartado “ayuda humanitaria” para contrarrestar el peso que está tomando China en regiones del mundo como África o América Latina.
La alocución de Biden ha sido interpretada por analistas de varias cadenas noticiosas como un giro belicista acudiendo al argumento de la seguridad nacional. Biden aseguró que el futuro de los Estados Unidos por las siguientes décadas se está definiendo en los escenarios conflictivos de Europa Oriental como en el Medio Oriente, aunque parezcan para el sentido común ciudadano regiones que muy alejadas de sus preocupaciones cotidianas.