Se ha definido al “Lawfare” como la guerra política por la vía judicial-mediática, que se origina en grupos de interés económico que tienen un poder fáctico, nacional o internacional, que permanece oculto a la opinión pública. Son tantos los intereses económicos en juego que terminan cooptando a fiscales, jueces, periodistas, líderes de opinión, incluso a líderes de congregaciones religiosas, funcionarios de embajadas y agentes nacionales o extranjeros de inteligencia.
Una vez abiertos los procesos judiciales, no importando la vía y menos si se respetó o no el debido proceso jurídico y las garantías constitucionales de que toda persona es inocente hasta el momento en que se comprueba su culpabilidad, se impulsan campañas mediáticas de desprestigio lo que termina convirtiéndose en una especie de veredicto antes de que los procesos judiciales lleguen siquiera a fase conclusiva. Es una forma de guerra psicológica que busca quebrar a los liderazgos de izquierda, obligándoles a preocuparse en defenderse del ataque descuidando o abandonando toda acción transformadora de la sociedad.
Desde hace una década estos procesos de Lawfare se han utilizado en varios países latinoamericanos contra líderes sociales, ex autoridades o autoridades en ejercicio de gobiernos de izquierda en Argentina, Ecuador, Brasil, Bolivia, El Salvador, Perú.
El Lawfare llegó a su cénit con el encarcelamiento de Lula da Silva el año 2018, luego aceleraron los procesos contra Cristina Fernández Kirchner en 2019 y el exilio de Rafael Correa ese mismo año. Entonces la derecha coreaba, sintiéndose victoriosa, que la izquierda en el poder se había corrompido y nunca más regresaría. Pero ha comenzado a declinar el Lawfare, conforme va saliendo información hasta ahora oculta que demuestra que esos juicios fueron montajes que tenían fines de proscripción política.
Hace dos semanas, en Brasil, el Supremo Tribunal Federal ha sentenciado que el proceso denominado “Lava Jato”, que en abril del 2018 condenó y encarceló a Luiz Inácio Lula da Silva, se basó en pruebas viciadas y estuvo a cargo de un grupo de operadores judiciales que actuaron en forma delictiva bajo instrucciones del ex juez Sergio Moro. La sentencia indica que el caso fue “un montaje fruto de un proyecto de poder de determinados agentes públicos cuyo objetivo era la conquista del Estado por medios aparentemente legales, pero con métodos y acciones contrarios a la ley”. Si el mayor triunfo político de Lula consistió en haber sido reivindicado por el pueblo brasileño, que en las urnas lo convirtió nuevamente en presidente, este es su triunfo judicial definitivo que demuestra que lo que hicieron con él fue un atentado a la justicia.
El mismo atentado que insisten en pergeñar en Argentina. A un mes de las elecciones, en ese país reactivan el Lawfare contra la vicepresidenta Cristina Fernández Kirchner. Lo hacen reabriendo dos causas penales (Hotesur y Memorándum con Irán) en las que ya estaba sobreseída. Ocurrió luego que la Corte Suprema –en un fallo que provocó polémica jurídica- echara de la Sala Primera de la Cámara Federal de Casación Penal a quien la presidía, la jurista Ana María Figueroa, y que era contraria a reactivar esos juicios. Si nos acordamos que contra Cristina abrieron una causa basándose en fotocopias de cuadernos, que luego se demostró estaban adulterados, no es difícil caer en cuenta que este es un nuevo ataque que busca golpear a la izquierda para las próximas elecciones.
En Ecuador, se ha conocido un escandaloso audio en el que Iván Saquicela, presidente de la Corte Suprema de Justicia, afirma el 21 de junio de 2019 que consideraba nulo lo actuado por los tribunales de primera instancia en la causa penal contra el ex presidente Rafael Correa, lo que ha puesto en evidencia que el caso tuvo fines proscriptivos. Se escucha al jurista afirmar que se cambió la imputación inicial por otros delitos. Vale decir: a Correa le procesaron por una cosa y le condenaron por otra. Lo peor es que Saquicela, cuando el caso llegó a sus manos, convalidó lo ilegal siendo promovido a la Suprema en febrero de 2021.
Poco a poco la verdad se va conociendo.