En las declaraciones de juicio de los caudillos insurgentes, ellos narran cuáles fueron los motivos que los llevaron a levantarse en armas y cómo fue aquel “Grito” que dio el cura Hidalgo en la parroquia de Dolores con el que se marcó el inicio del Movimiento Insurgente. En De_Raíz te contamos esa versión que se aleja un poco de la historia oficial.
15/09/2023 (Ciudad de México). Cada 16 de septiembre, celebramos el inicio del Movimiento Insurgente que dio como resultado la independencia de México.
La historia oficial marca “El Grito” del cura Miguel Hidalgo y Costilla como el evento inicial de este periodo. Sin embargo, a través de los testimonios en juicio de los propios protagonistas podemos conocer cuáles fueron los motivos que los llevaron a la causa insurgente y cómo fue en realidad aquel momento.
Es preciso dar un breve contexto sobre la situación que se vivió previo a esta gesta.
En ese entonces lo que hoy conocemos como México se llamaba “Nueva España” y era uno de los Virreinatos de España; su capital era la Ciudad de México, donde se encontraba el Virrey en turno, asignado y representando a los Reyes Católicos.
En 1808 España es invadida por el ejército francés, el más poderoso en ese momento, encabezado por Napoleón Bonaparte, quien obliga a los reyes Carlos IV y Fernando VII a renunciar al trono, dejando a su hermano mayor José Bonaparte en su representación como el nuevo rey de España y de Indias (con Indias se referían a la parte del continente americano bajo dominio español).
Por esta razón, en ese lapso, ocuparon el cargo de Virrey en la Ciudad de México varias personas como Pedro Garibay, militar de 80 años; después al Arzobispo Francisco Javier de Lizana, luego a Pedro Catani de la Real Audiencia, pero ninguno de ellos descendiente de la realeza o de sangre monárquica.
Como España se mantenía en enfrentamiento con Francia, Madrid no había podido mandar a un gobernador legítimo a la Nueva España; es por ello que cuando en la historia oficial nos cuentan que al levantarse los mexicanos en armas se escuchaban los gritos de “muera el mal gobierno” no se referían al Imperio Español, sino a aquel gobierno inestable desde la capital, la Ciudad de México.
La probabilidad de que España fuera sometida por Francia era inaceptable para los criollos (nacidos en tierra americana) y es por esa inconformidad que tiene origen el movimiento que encabezaron Miguel Hidalgo e Ignacio Allende.
Sin embargo, aunque ambos caudillos coincidían en que la Nueva España no debería ser parte de Francia, existía una diferencia entre lo que pensaban debería de hacerse.
En las respuestas a los interrogatorios de sus juicios, que pueden consultarse en la recopilación “Voces Insurgentes, declaraciones de los caudillos de la independencia” del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, Hidalgo declara que su intención sí era la de la absoluta independencia del Virreinato, pero que era algo que dejaba únicamente en lo ideológico. Allende, por su parte, consideraba que era necesario establecer una junta compuesta por un individuo de cada una de las provincias del reino y donde el virrey fuera el presidente de ella; para de este modo conservar el reino católico monárquico de Fernando VII, en caso de que se perdiera España.
Hidalgo comenta que en alguna ocasión le espetó a Allende “que los autores de semejantes empresas no gozaban del fruto de ellas”. A tenor de la historia, no se equivocó.
En esa situación de inconformidad se encontraban, cuando en 1810, por un hecho fortuito, pasaron de lo teórico a lo práctico.
La madrugada del 16 de septiembre, después de haber sido advertidos de una orden de aprehensión por conspiración emitida en Querétaro contra Ignacio Allende y Juan Aldama, éstos se reúnen en Dolores con el cura Hidalgo.
Aldama describe que en la casa del cura reunidos con otras personas, discutían lo que debían hacer mientras tomaban chocolate, hasta que Hidalgo dijo “Caballeros somos perdidos aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines”.
Aldama declara haber acompañado a Hidalgo y Allende más por miedo a que le mataran que por convicción. Hidalgo manda a algunos de los reunidos a aglutinar gente, mientras que él se dirige hacia la prisión para liberar a los reos y encerrar a los europeos.
Posteriormente, alrededor de las cuatro de la mañana, cerca de 600 hombres ya se encontraban al pie de la escalinata de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Aldama justifica la masa porque era domingo de misa y día de mercado.
Ante la muchedumbre, Hidalgo pronunció una arenga para convencer a los pobladores a unirse a la causa de defender el reino, porque querían entregarlo a los franceses.
Prometió que la opresión terminaría y ya no habría más tributos, que aquellos que se unieran con caballos y armas recibirían un peso diario, mientras que quienes iban a pie, tendrían cuatro reales. Es a este momento al que hoy conocemos como “El Grito de la Independencia”.
Los que aceptaron, se armaron con leños y piedras y se dirigieron hacia San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), con el fin de encerrar a más europeos.
En su trayecto hicieron una parada en Atotonilco “donde tomaron de casa del capellán don Remigio González un lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe por idea de alguno de la compañía, el cual pusieron en una garrocha y continuaron su marcha para el lugar de su destino, a donde llegaron ya de noche y hallaron que el pueblo estaba alborotado, y gritando viva la América y muera el mal Gobierno… algunos gritaban ¡que mueran los gachupines!”.