Don Enrique vende hamburguesas a las afueras de un hospital en Iztacalco, llega a las dos de la tarde y se va cercanas las once de la noche dependiendo de “la vendimia”.

No hay día que no tenga la televisión prendida, a veces la antena no sintoniza bien la señal pero eso no es motivo suficiente para que deje de ver programas como “Caso cerrado” o “Cosas de la vida”, ambos con temáticas similares: exponer riñas familiares, vecinales o de pareja, para fingir que “la Doctora Ana María Polo” o la comunicadora Rocío Sánchez Azuara resuelvan los dilemas que les aquejan frente a un público que grita, aplaude, juzga, aprueba o que simplemente mira con reprobación a las y los implicados.

Como Enrique, millones de mexicanos y mexicanas ven la televisión. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Contenidos Audiovisuales del 2022 elaborada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones, el 95% de los hogares en el país reporta tener televisión, de los cuales, el 77% utiliza televisión abierta.

“El 77% de los encuestados señalaron ver canales de televisión abierta y prefieren sintonizar noticiarios (47%), películas (43%) y telenovelas (36%). Los canales más vistos son ‘Las Estrellas’, ‘Azteca uno’, ‘Canal 5’ y ‘Azteca 7’”, relata el informe.

Es decir, la mayoría de la población en México, consume los noticiarios, películas y telenovelas producidas por los magnates Emilio Azcárraga Jean, de Grupo Televisa, y de Ricardo Salinas Pliego, de Grupo Salinas.

Mientras Televisa fue producto de la adquisición de múltiples concesiones desde la década de los cincuenta que permitió el monopolio televisivo en el país, en el segundo caso, fue la administración de Carlos Salinas de Gortari quien emitió una subasta para la adquisición de la televisora en ese momento llamada Imevisión, una empresa paraestatal, siendo Ricardo Salinas Pliego el ganador de ella.

Sin embargo, Televisa y Tv Azteca son sólo la punta del iceberg.

Si bien el debate y ecosistema mediático se ha modificado desde el 2018 dada la existencia de  espacios informativos como la conferencia matutina presidencial mejor conocida como “la mañanera”, dado el crecimiento de las audiencias de los medios públicos y el “boom” de espacios informativos como los transmitidos por YouTube como Sin Censura, Sin Embargo, Rompeviento, o portales y diarios como La Jornada y Pie de Página, la concentración mediática en México sigue, por mucho, estando en unas cuantas manos.

Aunque casi un sexenio ha pasado, el informe “Media ownership monitor Mexico” comprueba que los medios mexicanos han dependido de unos cuantos multimillonarios, once familias para ser exactos, al menos, hasta 2018 como lo indica el documento.

“Un análisis de 42 medios con grandes audiencias (8 de televisión, 11 de radio, 13 online y 10 de prensa escrita) nos permitió ubicar a 11 grupos empresariales que controlan la difusión de las noticias que llegan a la mayor parte de los espectadores mexicanos. La mayoría de los negocios de dichos grupos están en distintos sectores de medios (televisión, radio, impresos y digitales) y en otras industrias, como construcción, minería, servicios financieros y casinos”.

Además de Televisa y Tv Azteca, se encuentran Imagen TV de la familia Vázquez Raña, Milenio TV de Grupo Multimedios de la familia González, el Grupo Fórmula de Rogerio Azcárraga Madero (sobrino de Emilio Azcárraga Vidaurreta), Grupo Radio Centro fundada por Francisco Aguirre Gómez, actualmente enfrentándose a una crisis, así como El Universal (de la familia Ealy Ortiz) y el Grupo Reforma cuyo presidente es Alejandro Junco de la Vega, este último, dedicado a editar los diarios Reforma en la Ciudad de México, el Norte en Monterrey y Mural en Guadalajara.

Pero no son solo nombres aislados, muchos de estos mismos grupos y empresarios, fueron los mismos destinatarios de cuantiosas cifras de dinero durante los sexenios previos, datos que podrían sostener fácilmente la tesis de la relación directa entre las administraciones anteriores y las narrativas hegemónicas que se impusieron durante éstas, especialmente si se considera que en múltiples ocasiones, estos consorcios mediáticos se han mostrado como grupos de poder y sobre todo, de oposición a la actual administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, hechos que distan de ser una extraña y sutil coincidencia.

Por ejemplo, el diario Reforma recibió 291 millones de pesos durante el mandato de Enrique Peña Nieto, 404 millones con Felipe Calderón, mientras con Vicente Fox, 292 millones, el diario El Universal no se queda atrás, durante los tres sexenios recibió un total de 2 mil 92 millones de pesos. Tan sólo en el peñanietismo, Televisa recibió 8 mil 155 millones 912 mil 522 pesos y Estudios Azteca, 6 mil 285 millones 168 mil pesos.

Sin embargo, ante un tsunami electoral como el ocurrido en México en 2018, los medios de comunicación también han resentido las olas de la llamada “Cuarta Transformación”, especialmente, aquellos grupos políticos y mediáticos que habían estado acostumbrados por décadas a dictar agenda e imponer narrativas con holgura.

En pleno 2023, evidenciar lo que se sostiene con datos que confirman y explican la concentración de medios en el país, ¿implica un ataque a periodistas y a medios de comunicación o se trata de una visibilización y disputa contra los medios como grupo de poder?

La tarea de desmantelar narrativas hegemónicas y profundizar el debate desde abajo, desde, para y con las y los históricamente excluidos no es fácil, pero se puede, y de forma urgente, se debe hacer.

Dar la batalla no es cuestión de opinología acrítica, sino de lograr acumular elementos concretos, históricos, políticos y económicos que nos permitan entender el ecosistema mediático que el priismo de Estado y el neoliberalismo nos dejó, requiere de compromiso con la verdad y la justicia, disciplina y constancia. La batalla comunicacional desde la izquierda requiere transparencia, ética, empatía y un profundo amor por la justicia social.

Ante un pensamiento reaccionario de ultraderecha caracterizado por la pereza intelectual que constantemente crece y disputa el sentido en el mundo, requerimos mentes capaces de indignarse siempre, de alzar la voz contra las injusticias, de escuchar y proponer antes que imponer. Necesitamos plumas, voces, letras, megáfonos, gráficas, que den la batalla comunicacional contra el capital, el imperialismo y el patriarcado.

Contra los grandes consorcios mediáticos que todos los días buscan ganar la disputa por el sentido común, la batalla comunicacional De Raíz no emerge como tarea sencilla, pero tengan por seguro que la vamos a dar.