15/04/2024 (Ciudad de México). Hace tres días ocurrió un ataque a Israel con drones y misiles lanzados desde territorio de Irán, pero también por fuerzas aliadas a Teherán desde Yemen, Líbano e Irak, en represalia por el bombardeo israelí que causó siete muertos en la embajada de Irán en Damasco, la capital de Siria, el 1 de septiembre. El gobierno islámico iraní afirmó en un mensaje oficial que de esa forma da por concluida su represalia, y que cualquier reacción israelí sólo multiplicará por diez los ataques.
No es un dato menor que la acción militar fue desde varios países –no necesariamente gobiernos- en los que hay poderosas milicias como los Huties yemeníes o los yihadistas iraquíes, o un ejército islámico fuertemente armado como Hezbolá en Líbano. Ese dato está mostrando que la estrategia de Irán, que se aplicó por bastantes años en la región, ha logrado resultados asombrosos.
Se trata de una estrategia de apuntalamiento de enclaves territoriales que vayan flanqueando a Israel, evitando que los grandes acuerdos negociados en los últimos años por Tel Aviv con los regímenes totalitarios de Arabia Saudita o Emiratos Árabes Unidos, terminen consolidando al Estado de Israel como socio de esas monarquías. El gran estratega de este juego de ajedrez bélico fue el general Qasem Soleimani, comandante desde 1998 de la Fuerza Quds –una élite de voluntarios con gran convencimiento religioso y un sólido adiestramiento militar- que operó en varios países como Irak, Siria, Yemen, Libia y Palestina. Para la prensa occidental Soleimani era un genocida, pero en su país se lo considera un héroe nacional, elevado a la categoría de mártir tras su asesinato por los Estados Unidos en la ciudad de Bagdad en 2020.
Para entender la larga confrontación entre Israel e Irán, debemos remontarnos a enero de 1979. Entonces ocurrió la revolución iraní que derrocó al reinado de Mohammad Reza Pahleví. Se inició como una revolución democrática antiimperialista, que veía a Estados Unidos y Gran Bretaña como sus grandes enemigos, porque fueron compañías británicas y estadounidenses las que se adueñaron del petróleo iraní durante la monarquía de Reza Pahleví. Pero esos contenidos fueron rápidamente encapsulados por el régimen islámico, que consagró la plena identidad entre Estado y Religión musulmana, naciendo así un Estado Teocrático bajo la forma de una República Islámica, encabezada por el Ayatollah Khomeini, que ilegalizó a los partidos socialistas y comunistas por considerarlos “aliados de occidente” y definió a Israel como el enemigo histórico.
Israel inmediatamente asumió al régimen de los ayatolas como un gran peligro para su existencia y lanzó, en 1981, un ataque preventivo llamado “Operación Ópera” contra instalaciones de investigación nuclear de Irán, acusando a Teherán de querer construir en ese lugar su propia bomba atómica. Era absolutamente falso, ya que los niveles de desarrollo del país persa en esos años distaban mucho de alcanzar semejantes logros tecnológicos.
Ahí comenzó la gran lucha entre estos dos poderes de Asia Occidental, llevando con el paso de las décadas y muchos hechos históricos a la actual situación, que tiene en medio a Palestina –del que Irán es un aliado incondicional.
Volviendo al ataque iraní del fin de semana, el gobierno de Israel afirma que pudo repeler la mayoría de los artefactos explosivos, pero algunos misiles lograron impactar en la base aérea del Negev, lugar de donde salieron los aviones de la fuerza aérea israelí que destruyeron la embajada de Irán en Siria.
Las principales potencias mundiales (Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña y Francia) coincidieron, durante la reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU este domingo, en que se debe entrar a una fase de distensión y contención, para evitar el estallido de otra guerra en Asia Occidental, que tendrá efectos devastadores políticos y económicos a nivel mundial.