10/01/2025 (Ciudad de México). En la ciudad de Caracas, en un clima social de tranquilidad y con grandes marchas de militantes y simpatizantes chavistas, que arribaron al centro histórico de la capital desde los barrios populares, o de otros Estados del país, Nicolás Maduro ha asumido su tercer mandato constitucional como presidente de Venezuela.

En la parte previa al juramento de Maduro, durante la lectura de los considerandos, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, afirmó que la juramentación de Maduro se da con base en la convalidación legal como ganador de las elecciones, que le fue otorgada por el Consejo Nacional Electoral, misma que fue ratificada tras un proceso contencioso, a través de una sentencia por el Tribunal Supremo de Justicia. Basado en tales fundamentos, continuó detallando Rodríguez, la Asamblea Nacional aprobó la ley proclamando la presidencia de Nicolás Maduro Moros para el período que va del 10 de enero de 2025 hasta el 10 de enero de 2031.

El reconocimiento de esos tres poderes del Estado -el electoral, el judicial y el legislativo- es el requisito establecido por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, para definir a un gobierno como democrático y constitucional. Nada dice ese texto constitucional de que se necesiten avales internacionales, o aceptaciones de gobiernos extranjeros, menos plácemes de la derecha internacional.   

La investidura se realizó en la Asamblea Nacional, en presencia de los presidentes de Cuba y Nicaragua, y de todo el cuerpo diplomático de 125 países acreditado en Caracas. El discurso de Maduro combinó serenidad y firmeza. Confiado habló de que su nueva presidencia será de “tranquilidad, estabilidad y paz”. “Venezuela está en paz, en pleno ejercicio de su soberanía nacional, de su soberanía popular”. Pero también fue enérgico al señalar que a él no le colocaron como gobierno “ni el gobierno de los Estados Unidos, ni los gobiernos proimperialistas de la derecha latinoamericana. Vengo del pueblo, soy del pueblo y mi poder emana de la historia y del pueblo. El poder que tengo le pertenece al pueblo y al pueblo me debo”.

Identificó al presidente de Argentina como el enemigo del pueblo, no sólo argentino sino latinoamericano: “La extrema derecha encabezada por un nazi sionista, un sádico social llamado Javier Milei, junto al imperio norteamericano, cree que le puede imponer a Venezuela un presidente”.

Anunció que se profundizará y extenderá la democracia participativa y comunal en la patria de Bolívar. Un proceso que desembocará en una Asamblea Constituyente el año 2026. Esta estrategia de construcción de poder tomará cada vez más importancia, de cara a la campaña internacional que se viene, que tratará de calificar como una “dictadura” al nuevo período de gobierno venezolano.   

Concluida la ceremonia, desde la sede del Legislativo, Maduro se dirigió, en vehículo oficial y con numerosa seguridad conformada por militares de élite y miles de motociclistas civiles denominados “caballos de hierro”, al Palacio de Miraflores. Un gran número de simpatizantes chavistas tomaron las céntricas avenidas Urdaneta y Universidad de Caracas, reportándose también marchas de apoyo en varias regiones del país.

La oposición fracasó en su intento de posesionar un gobierno paralelo. Fracasaron las maniobras psicológicas en redes sociales, el cerrado alineamiento de los grandes medios internacionales que se dedicaron a desinformar, pintando un panorama caótico, polarizado, confrontado de Venezuela. Todo se desdibujó conforme pasaban las horas y nada relevante ocurría desde el bando opositor.

A la hora de las definiciones, no ocurrieron las grandes protestas que, aseguraban la opositora María Corina Machado y el siempre dubitante y tímido Edmundo Gonzáles Urrutia, se darían en la víspera o el mismo día de la investidura de Maduro.    

En el balance político, luego que el gobierno encabezado por el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), logró el objetivo de consolidar el control interno del país, la disputa pasará abiertamente al plano internacional. De manera abierta reconocen al régimen venezolano los gobiernos de China, Rusia, Turquía, Cuba, Corea del Norte, Bolivia, Honduras, Nicaragua, Bielorrusia, Guinea Ecuatorial, Laos, Uzbekistán, Irán, Malí, Mozambique, Qatar, Serbia, Sudán y Vietnam. El gobierno de Estados Unidos, tanto el actual de Biden como el próximo de Trump, encabeza un grupo de presidentes en América, que cortaron relaciones con Venezuela y podrían apoyar sanciones económicas o acciones intervencionistas, usando el pretexto de que “el gobierno de Maduro es una dictadura”. Debilitada geopolíticamente y en recesión económica, la Unión Europea se sumará a este grupo.