06/12/2024 (Ciudad de México). En la ciudad de Montevideo, comenzó la cumbre del Mercado Común del Sur (Mercosur) que reúne a los presidentes de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Mercosur comenzó a gestarse en 1985 con la “Declaración de Iguazú”, en pleno auge del neoliberalismo. Terminó de concretarse en 1991, cuando los cuatro países fundadores, que son miembros de pleno derecho del bloque, ratificaron el acuerdo a nivel de sus Congresos nacionales. Con el tiempo fueron sumándose otros países como Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia, convirtiendo al espacio en plenamente sudamericano. La incorporación de Venezuela fue problemática, optando finalmente hace algunos años el gobierno de Nicolás Maduro por retirarse.

Los objetivos y contenidos neoliberales con los que se forjó el Mercosur, fueron cambiando en la medida que los gobiernos de izquierda y centroizquierda coparon el mapa sudamericano desde fines de los años noventa. Fue así que, de un tratado de libre comercio pasó a convertirse en un tratado de integración y complementariedad económica con fuertes ingredientes sociales y ambientales. 

No es de extrañar que, en esta versión 2024 del Mercosur, debido a la irrupción regresiva del neofascismo en Argentina (uno de los países claves del bloque), se confronten los dos modelos de asociación entre Estados: el mercantilista y el progresista. En Montevideo, instalada la plenaria, ocurrió un esclarecedor debate cuando el presidente argentino Javier Milei afirmó que el bloque conjunto es perjudicial a quienes lo forman, reclamando que se permita a cada país comerciar libremente. El argumentario de Milei se basa en las siguientes premisas: el mercado es el mejor asignador de recursos, por tanto, cualquier barrera (aranceles) que fijen los Estados es perjudicial para el desarrollo de los mercados, entonces debería convertirse al Mercosur -si quiere seguir existiendo- en una plataforma de libertad de negocios, inversiones y comercio para cada uno de los países que lo conforman.

El presidente brasileño Lula da Silva de inmediato replicó indicando que la integración entre los países de Sudamérica no sólo debe ser económica sino social, pues a nivel mundial la conformación de bloques entre países es la tendencia de este siglo (ejemplos: Unión Europea, APEC, Unión Africana, Organización de Cooperación de Shanghai). Afirmó Lula que no es cierto que el mercado es el mejor asignador de recursos, pues tiene fallas estructurales que los Estados deben corregir, para que así el libre comercio no termine enriqueciendo a unos pocos, sino genere ingresos que se distribuyan, a través de políticas sociales, entre los que más necesitan, bajo el principio de la Justicia Social. 

Milei arribó al cónclave amenazando con abandonar el Mercosur calificándolo de anacrónico, pero finalmente no llevó a la práctica su retiro unilateal, optando por asumir la presidencia pro témpore que le entregó Uruguay. Este momento lo aprovechó Lula da Silva para no asistir a la foto final de la Cumbre, en la que aparecen todos los presidentes que asistieron, menos él. Fue una devolución de gentilezas al neofascista bonaerense, que hace dos meses hizo el desplante al anfitrión brasileño, faltando a la reunión de Mercosur en Foz de Iguazú, por ir a reunirse con el opositor de Lula, Jair Bolsonaro, en un foro de ultraderechistas en el Balneario Camboriú.

Un detalle interesante de esta reunión de Mercosur, es que participó el presidente electo de Uruguay, el progresista Yamandú Orsi, en pie de igualdad con el mandatario saliente, Luis Lacalle.

Como corolario de la reunión y luego de 25 años de negociaciones, se anunció un acuerdo comercial entre Mercosur y la Unión Europea. La presidenta de la Comisión Europea, la alemana Úrsula von der Leyen, aprovechando la crisis del gobierno francés que se oponía, viajó presurosa a Uruguay para dar el paso histórico y crear el área de comercio más grandes del mundo.