15/08/2024 (Ciudad de México). La situación en Venezuela, luego de las elecciones del 28 de julio, sigue concitando el interés hemisférico. Acerca de este tema, el gobierno de México ha ratificado los lineamientos del artículo 89 de su Constitución, que guían su política exterior,como son el absoluto respeto a los principios de no injerencia en asuntos internos de los países y de autodeterminación de los pueblos.
Coherente con estos fundamentos, el presidente Andrés Manuel López Obrador indicó que esperará la revisión que las autoridades electorales (el Consejo Nacional Electoral) y judiciales (la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia) de Venezuela están haciendo de los comicios.
Los presidentes de Brasil, Lula da Silva, y de Colombia, Gustavo Petro, optan por la discreción en sus intentos por facilitar el diálogo político, con el presidente Nicolás Maduro y con el candidato de la oposición, Edmundo Gonzáles. Hasta el momento no ha salido ningún comunicado oficial de sus Cancillerías, que exprese una postura absolutamente definida que no se preste a conjeturas. Lo que se tiene son formulaciones que podríamos calificar como algebraicas.
Tal el caso del texto que acaba de publicar en sus redes sociales el presidente Petro: “De Nicolás Maduro depende una solución política para Venezuela que lleve paz y prosperidad a su pueblo. La experiencia del Frente Nacional colombiano es una experiencia que usada transitoriamente puede ayudar a la solución definitiva”. De inmediato los medios internacionales interesados en socavar al gobierno de Maduro, como El País de España, hicieron una sobreinterpretación de las palabras de Petro, asumiendo que estaba proponiendo un “gobierno de coalición” en Venezuela. Petro sólo se refirió al pacto que hicieron en Colombia los dos grandes partidos tradicionales, el Conservador y el Liberal, para turnarse en el gobierno entre 1958 y 1974. Ni siquiera se trataba de gobiernos de coalición, sino de alternabilidad entre ambas expresiones políticas.
El que sí fue más allá, pero siempre guardando las formas, fue el presidente Lula, que en una entrevista, casi como cavilando dijo: “Maduro tiene varias salidas, puede hacer un gobierno de coalición. Si Maduro tiene sentido común, podría someter el asunto de nuevo al pueblo, quien sabe si convocar nuevas elecciones, establecer el criterio para que participen todos los candidatos, crear una comisión electoral suprapartidaria, que participe todo el mundo y dejar que participen los observadores”.
Esas palabras motivaron inmediatas reacciones. Un sorprendido Joe Biden, al abordar el helicóptero Marine One, sólo atinó a decir que le parecía bien que Maduro convoque a nuevas elecciones. Tres horas después fue “interpretado” por un vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, que afirmó: “El presidente Biden se refería a lo absurdo que es que Maduro y sus representantes no hayan dicho la verdad sobre las elecciones del 28 de julio”.
La acción política -y también la acción diplomática- se puede realizar conforme a principios o conforme a objetivos. Son acá aplicables las nociones sobre la acción social del alemán Max Weber.
La posición de México, como quedó dicho, se sustenta en principios. La de los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Ecuador, Paraguay y Uruguay, se basan en objetivos, cuando impulsan la negociación de otra resolución de carácter injerencista en el seno de la Organización de los Estados Americanos (OEA). En el punto nodal de ese texto, se propone una “instancia de verificación de la votación”que esté por encima de las autoridades de Estado venezolanas, que es lo mismo que decir por encima de la soberanía de Venezuela. A propósito de esta proyectada resolución, una parte de la misma expresa: “Solicitar a las autoridades de la República Bolivariana de Venezuela que protejan las instalaciones diplomáticas y personal residente en territorio venezolano”. Que el gobierno ecuatoriano de Daniel Noboa se atreva a firmar como proponente un texto así, luego de haber ordenado el asalto a la embajada de México en Quito el pasado 5 de abril, pasa a convertirse en un ejemplo paradigmático de cinismo.
El objetivo de esta derecha continental encabezada por el gobierno de Estados Unidos es desconocer el triunfo electoral de Nicolás Maduro, no permitiendo una nueva investidura, y crear así las condiciones para la instalación de un gobierno paralelo en enero del 2025.