15/05/2024 (Ciudad de México). Es temporada de sequía y, como cada año, los incendios forestales comienzan a proliferar a lo largo y ancho del territorio nacional. Según datos de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), tomando en cuenta el periodo del año transcurrido hasta inicios de mayo, en 2024 los incendios ocurridos ascienden a 3517, algunos cientos menos que el año pasado en el mismo periodo, en el que ocurrieron 4774.
Sin embargo, hay otros factores que han generado preocupación en torno a los incendios y la deforestación, sobre todo en relación con las sequías y el fenómeno del cambio climático que nos acecha de manera cada vez más evidente. Además, en algunas zonas afectadas por los incendios, los habitantes han denunciado que la ayuda no ha sido suficiente para disminuir los incendios y sus consecuencias negativas.
Las razones de estos incendios son múltiples, aunque la CONAFOR calcula que cerca del 30% de éstos son provocados, mientras que otro 25% se debe a la quema agrícola descontrolada, es decir, cuando durante el ciclo de cultivo se quema distinto material orgánico para renovar la tierra, pero en las que el fuego se extiende a otras parcelas de manera “accidental”, provocando grandes incendios.
Las consecuencias de estos incendios también son muchas, aunque la más evidente e inmediata es la deforestación. Otra muy visible durante los últimos días ha sido la afectación en la calidad del aire y la consecuente declaración de contingencia ambiental en el Estado de México debido a los incendios que han tenido lugar desde el mes pasado.
Para tratar de rastrear las razones de los incendios, en De Raíz Media conversamos con Alfonso González, consultor en temas socioambientales e investigador en Talleres de Solaris desde 1996, quien nos brindó un panorama amplio sobre este fenómeno, recuperando para ello una perspectiva histórica y crítica.
De acuerdo con Alfonso, el territorio que hoy es México era mayoritariamente sierra boscosa en el siglo XIX, llegando a alcanzar hasta el 70% de la totalidad. Sin embargo, la herencia del modelo capitalista colonial ha facilitado el desarrollo de prácticas de explotación forestal – y de recursos en general – que fomentan la deforestación.
Esto ha derivado en que, en la actualidad, el bosque represente sólo entre 30 o 40 millones de hectáreas de las 195 del territorio mexicano, lo que representa apenas entre el 15 y el 20%. Esta deforestación proviene de un largo proceso en el que se han desarrollado, al menos, tres grandes actividades de manera paralela: explotación de la tierra para la agricultura, la tala selectiva para explotación de madera y el crecimiento urbano.
Sobre la explotación de madera, Alfonso explica cómo esta actividad proviene desde la colonia, en la cual hubo una sobreexplotación de los bosques con fines económicos: “Tiene mucho que ver con el periodo colonial mismo. La época de conquista española y de colonización sistemática del siglo XVI al XIX, ese periodo fue uno muy interesante porque no hubo precisamente deforestación como tal, pero sí lo que se llama la compra selectiva de madera.”
Por parte del crecimiento de los asentamientos urbanos, Alfonso describe cómo se ha producido una dinámica en la cual se talan los bosques con la finalidad de desarrollar las ciudades, muchas veces en búsqueda de “expandir los suburbios elegantes que se construyen aparentemente en bosque, pero que poco a poco van perdiendo árboles y construyendo cada vez más casas”, dijo Alfonso.
En las últimas décadas, se ha intensificado la práctica de incendiar los bosques con la finalidad de facilitar el cambio de uso de suelo en los bosques y así nutrir la demanda de vivienda urbana. Además, las consecuencias de estos incendios tienden a agravarse debido al cambio climático y la sequía. De acuerdo con Alfonso, esto ha favorecido la reducción de zonas de conservación en, por ejemplo, la Ciudad de México: “si tú nomás le siguieras las pista a los mapas de conservación del suelo alrededor de la Ciudad de México en los últimos cuarenta o cincuenta años, verías cómo se han ido corriendo y corriendo y corriendo las líneas de conservación”.
Por otro lado, se encuentran los factores en la agricultura que impactan en el crecimiento de los incendios. En concordancia con los datos de la CONAFOR, Alfonso comenta que otra de las principales razones para este crecimiento son las “quemas agrícolas descontroladas”. Según señala Alfonso, éstas no sólo ocurren por la quema de parcelas, sino por una ausencia de mecanismos solidarios entre aquellas personas que explotan la tierra con fines agrícolas o forestales.
Alfonso explica cómo es que se han diluido o afectado gran parte de esos mecanismos solidarios para combatir los incendios sobre todo después de la reforma salinista de 1992, con la cual se permitía la privatización y la venta de las tierras ejidales -consolidadas con Lázaro Cárdenas en los años treinta con la Reforma Agraria-, así como otros factores que fomentaron el deterioro de formas colectivas de tenencia de la tierra:
“En México, como país y como formación social colonizada, una buena parte del territorio, sobre todo lo que pudo permanecer como tierras comunales y como tierras restituidas en forma agraria – aún como forma de ejido -, en esas comunidades herederas de ese mestizaje con raíces ancestrales, han conservado su monte. Es decir, si hay algo de ese monte del que hablamos, que todavía existe en México, está principalmente en esas tierras, en esos predios, de tenencia comunal, de tenencia agraria, y lo defienden celosamente”, señaló González.
Para explicarlo, Alfonso tomó como ejemplo las brechas cortafuegos colocadas en los ejidos, para las que la comunicación y la corresponsabilidad entre vecinos se vuelve indispensable: “Si eres responsable, si tienes vecinos responsables, entre todos cuidan que se hagan brechas cortafuego: ‘tal día vamos a hacer la quema en mi parcela y estamos muy atentos todos para que no se pase a otra parcela’; es decir, ahí es un cuidado solidario. Cuando hay esa solidaridad intervecinal, por supuesto, sólo ocurre cuando hay esa solidaridad en la tenencia de la tierra, es decir cuando hay propiedad comunal o propiedad más o menos compartida y corresponsabilizada”.
Por otro lado, Alfonso considera que, aunque el capitalismo colonial ha afectado a otros países por igual, en México, las consecuencias de este modelo de explotación de los recursos naturales tiene sus consecuencias particulares debido a la condición mayoritariamente montañosa de nuestro territorio. Según lo que señala el activista e investigador, la deforestación en la sierra genera un fenómeno conocido como “áreas bajo estrés hídrico y térmico”, un proceso derivado de la deforestación en la cual se desecan los bosques de manera acelerada y diferencial, favoreciendo otros fenómenos naturales que afectan los asentamientos urbanos crecientes: “todas esas montañas, al perder su monte, muy rápidamente empiezan a perder suelo y quedan erosionadas o por lo menos con bosques muy desecados”, apunta el especialista.
Respecto a este fenómeno, Alfonso recuerda que un año muy seco fue 1998, en el que la zona más alta del bosque del Desierto de los Leones al suroeste de la Ciudad de México fue afectada gravemente por un incendio forestal ante la seca. Posteriormente, tendría lugar un incremento exponencial en las precipitaciones en la región debido a la pérdida del bosque que tiende a “atemperar la lluvia”, es decir, a matizar la fuerza de las precipitaciones con la humedad que emana: “El bosque respira y transpira agua, eso hace que la lluvia se matice más en su violencia”, reflexiona González.
Esto derivaría en un desbordamiento del río Mixcoac que afectó a centenas de personas y evidenció también “prácticas institucionales de captación de agua irresponsables para el cuidado ambiental, que no prevenían el riesgo asociado a un incendio y a una lluvia fuerte”, aseguró el activista.
Por último, Alfonso dijo que existen muchas experiencias en la actualidad que resisten frente a la explotación de la tierra bajo este modelo capitalista y neoliberal, sobre todo provenientes de iniciativas colectivas de corresponsabilidad en la tierra. Sin embargo, apuntó a que se encuentran un poco invisibilizadas debido a esta narrativa en código de “drama” de que los bosques están siendo afectados de manera homogénea por el cambio climático. Sin embargo, no es así y la solidaridad derivada de la colectividad resulta crucial para la prevención de los incendios.