06/05/2024 (Ciudad de México). En el año 2000 los noticieros internacionales comenzaron a fijar su atención enBolivia, un país ubicado en el centro de América del Sur, de un millón de kilómetros cuadrados de superficie (la mitad de México), con una densidad poblacional muy baja, pues el total de habitantes apenas supera los 12 millones.
Ocurrió aquel año la llamada “guerra del agua”, un enorme conflicto social en la ciudad de Cochabamba (la tercera de Bolivia) detonado por las elevadas tarifas del agua potable y el saneamiento básico, cobradas por una empresa multinacional (la estadounidense Bechtel). Al cabo de unas semanas de bloqueos de carreteras, marchas y una huelga general, se anuló el contrato con esa empresa y se procedió a estatizar un servicio público esencial.
El 2003 un levantamiento popular expulsó del gobierno al presidente neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada y a principios del 2006, Evo Morales asumía como primer presidente indígena luego de ganar las elecciones con un contundente 54% de votos. ¿Qué fue lo que permitió que, en el caso boliviano, la acumulación política-social se convierta en una acumulación política-electoral? La respuesta es: la organización política del pueblo.
En 1995 los sindicatos agrarios campesinos, sumados a las comunidades de los pueblos originarios e indígenas, tomaron la iniciativa de fundar su “Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos” (IPSP). No era ni un “partido de cuadros” ni un “movimiento de masas”, las dos categorías en torno a las cuales la revolucionaria polaca Rosa Luxemburgo escribió una obra en 1906. El Instrumento Político boliviano era una síntesis virtuosa de ambos, que en 1998 adoptó -a los fines electorales- el nombre de “Movimiento al Socialismo” (MAS). Desde su fundación, el MAS-IPSP tuvo como su líder histórico a Evo Morales, indígena aymara que es también dirigente sindical campesino. En todo este tiempo en Bolivia se dieron grandes avances: se nacionalizó los recursos naturales, se realizó una Asamblea Constituyente, se fundó el Estado Plurinacional, hubo profundasreformas sociales, se aplicó un nuevo modelo económico social comunitario en vez del neoliberal, se pasó de la democracia representativa a la democracia popular comunitaria. Ni siquiera el golpe de Estado que derrocó a Evo Morales el 2019 paró el avance, pues en 11 meses el régimen golpista fue derrotado en las urnas llevando a la presidencia a Luis Arce el 2020.
Pero desde hace dos años comenzó el distanciamiento entre Evo y Luis, hasta llegar a la actual situación, en que el MAS-IPSP está formalmente dividido. La lucha entre facciones, una a la cabeza de Evo Morales y la otra de la dupla Luis Arce y David Choquehuanca, terminó por implosionar a la organización política de izquierda más grande de la historia de Bolivia, luego que hace dos días los simpatizantes del gobierno efectuaron su propio congreso, que terminó desconociendo la jefatura de Evo Morales eligiendo a otros dirigentes.
Un análisis superficial concluirá que que el problema nace en la disputa de intereses personales por la candidatura a la presidencia para las elecciones del 2025. Pero en este caso, las diferencias entre individuos están expresando distintos posicionamientos políticos y desplazamientos ideológicos.
Evo Morales continúa ocupando la izquierda del espectro político, lo que se confirma en el plano nacional con la presión por el enjuiciamiento a los golpistas, la denuncia del prorroguismo de las autoridades judiciales, la exigencia de investigar las denuncias de corrupción del actual gobierno, y la defensa de las nacionalizaciones del Litio y de los Hidrocarburos, así como de las empresas del Estado.
Luis Arce y David Choquehuanca optaron por estar al centro, equidistantes de la izquierda evista y la derecha golpista. Pero el gobierno centrista y moderado de Arce, en la medida que la situación de la economía empeora, comienza a desplazarse ideológicamente hacia la derecha, a través de acciones jurídicas que retrasan las elecciones judiciales (un derecho constitucional del pueblo), y decisiones económicas que retraen el modelo económico basado en las nacionalizaciones, orientándose ahora a garantizar la inversión extranjera directa en Litio e Hidrocarburos, y llegando a acuerdos con la burguesía boliviana para desregular la economía.
La ruptura del gobierno arcista con los sectores sociales alineados con Evo Morales que pasan ahora a ser una oposición social, ocurre en un contexto crítico de la economía, por la caída de las exportaciones y el encarecimiento del costo de vida. No es difícil pronosticar que en lo que queda de este año se verá un incremento de la conflictividad social que terminará desgastando al gobierno.
Pero como la división ya no es sólo entre liderazgos, sino que está fragmentando a los movimientos sociales, el efecto será que las fuerzas populares tenderán a debilitarse y se generará un escenario favorable para el fortalecimiento de la ultraderecha.