10/12/2024 (Ciudad de México). Hace un año asumía la presidencia de Argentina Javier Milei. Desde el principio, en el discurso que dio de espaldas al Congreso Nacional y frente a sus adherentes, el neofascista dijo que aplicaría un ajuste económico en shock, basado en el debilitamiento estructural y regulatorio del Estado, manejado por varios gobiernos de lo que él denominó “la casta política”.
También ese 10 de diciembre de 2024 afirmó, en una parte de su mensaje, que “el ajuste lo pagará el Estado, no la gente”. Mintió. El recorte de la inversión social pública en educación, salud, ciencia y tecnología, protección social y ejercicio de derechos, terminó afectando a la población. Millones de jubilados y jubiladas vieron caer sus rentas mensuales, millones de trabajadoras y trabajadores perdieron sus empleos o vieron reducidos sus ingresos salariales, millones de comerciantes ya no tenían a quién vender sus productos.
Este ha sido el año en que la destrucción de las fuerzas productivas se ha traducido en una contracción del 3,4% del Producto Bruto Interno (PBI) medido hasta junio de 2024. Los datos del segundo semestre saldrán a principios de enero de 2025, pero ya se proyecta que el año 2024 cerrará con un 5% de disminución del valor económico generado como país. Es un impacto recesivo, que dejará efectos sociales duraderos en los sectores más vulnerables, que son precisamente los más golpeados por el cierre de los programas estatales de asistencia.
Los últimos datos muestran que el ajuste ha logrado bajar la inflación, pero fue con este enorme costo de la recesión del aparato productivo argentino. Lo hizo generando mayor desempleo, caída de los ingresos familiares y de las jubilaciones, incrementando los niveles de pobreza e indigencia, que hoy alcanzan a más de la mitad de la población. Y este es sólo un lado de la injusticia social.
El ajuste de Milei ha exacerbado las tendencias de un capitalismo que genera concentración de riqueza en un polo y pobreza en el otro polo social. Esto les parece normal a quienes, como el neofascista argentino, son seguidores del economista austriaco Friedrich von Hayek, uno de los exponentes de la doctrina radical ultraliberal que se opone por igual a las corrientes marxistas, keynesianas, monetaristas o neoclásicas. Según esta escuela, los únicos principios rectores de la economía deben ser la plena libertad de mercado y la garantía absoluta a la propiedad privada. En este sentido debe entenderse el antiestatismo de Milei, que pretende que su modelo funcione en Argentina, cuando no lo hizo ni en las economías más liberalizadas, como las del sudeste asiático.
Los grandes beneficiados del ajuste implementado en el país rioplatense, fueron los agroexportadores de la oligarquía rural argentina asociada a inversores extranjeros, las grandes compañías multinacionales de hidrocarburos, los grandes inversores bursátiles y los bancos, que tuvieron durante este año ganancias extraordinarias, generando divisas que continuaron llevando fuera del país.
Comparemos este preocupante panorama con los resultados que, en un país vecino de Argentina, está logrando un presidente progresista.
Nos brinda la oportunidad de hacerlo un incidente de salud, ocurrido en la víspera del triste aniversario mileista, que puso al presidente del Brasil, Lula da Silva, en las portadas noticiosas del continente.
Lula, de 79 años de edad, tuvo que ser internado en el “Hospital Sirio Libanés” de la ciudad de San Pablo, donde se le practicó una operación quirúrgica de emergencia, para drenar una hemorragia cerebral, secuela de la fuerte caída con golpe en la cabeza que tuvo hace dos meses en su domicilio. Hoy, el presidente de Brasil se encuentra fuera de peligro, estable y despierto.
El hecho ocurrió poco después de que Lula alcanzara dos victorias. La primera fue el acuerdo comercial entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) con la Unión Europea, donde tuvo un papel relevante en la negociación. La segunda y que es relevante para el tema de esta nota, fue la publicación de datos económicos que mostraron que, en Brasil durante los dos años de su actual gobierno, nueve millones de hombres y mujeres lograron salir de la pobreza.
Este logro social del gobernante brasileño, es posible por el buen desempeño macroeconómico de Brasil, que este año crecerá en un 4% su Producto Bruto Interno (PBI), como resultado de la aplicación por el gobierno brasileño de un modelo económico que genera valor productivo y lo redistribuye. Un modelo económico que fortalece al Estado, no como burocracia, sino en su rol regulador del mercado, promotor de inversiones y protector de derechos sociales.