19/11/2024 (Ciudad de México). En la declaración final de la Cumbre de Líderes Mundiales del G20, suscrito por los países con economías más desarrolladas del planeta, se incluyeron párrafos en que los mandatarios manifiestan “su preocupación por la catastrófica situación humanitaria en la Franja de Gaza y la escalada militar en Líbano, enfatizando la urgente necesidad de ampliar el flujo de asistencia humanitaria y reforzar la protección de los civiles”. Afirma en su declaración el G20 que “estamos unidos en el apoyo a un alto al fuego completo en Gaza y en Líbano”.
Estos lineamientos que apuntan a la paz, son resultado de la habilidad diplomática de Lula da Silva, presidente de Brasil, y temporal presidente del G20, que logró convencer a todos los jefes de Estado y al canciller de Rusia, Sergei Lavrov, quien asistió al evento en representación del presidente Vladimir Putin (al que Brasil le dio plenas garantías de que no se ejecutaría ninguna orden de detención en su contra), de la necesidad de aprobar un documento con tales contenidos sobre el Medio Oriente.
Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, que en gran medida es responsable de la reciente derrota electoral del Partido Demócrata en la lucha por la Casa Blanca y que paseó su pálida presencia por la Cumbre sin que a nadie le extrañe su ausencia en la foto final, tuvo que aceptar suscribir la declaración. En esta reunión del G20 no tenía la posibilidad de ejercer el derecho de veto con que Estados Unidos impidió, en varias ocasiones, resoluciones de similar contenido en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, teniendo que aceptar aprobarla in extremis en junio pasado.
Fue también derrotado el presidente de Argentina, Javier Milei, que llegó a Río de Janeiro pensando en convertirse en el atractivo disruptivo de la Cumbre. No pudo ser. Sus dos intervenciones, dedicadas casi por completo a desacreditar la agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de la ONU, no tuvieron mayor repercusión, opacadas por el excelente nivel analítico y propositivo de las intervenciones del propio Lula da Silva de Brasil, de Claudia Sheinbaum de México, de Narendra Modi de India o de Xi Jinping de China. El neofascista Milei regresa a Buenos Aires doblemente derrotado, porque hace poco aseguró -luego de despedir a su primera canciller Diana Mondino- que la política exterior del país rioplatense estaría completamente alineada a Israel y Estados Unidos. No pasaron ni tres semanas y es él mismo que rompe sus propios dictados.
Lo que pasó en la reunión del G20 es una prueba más de que la estrategia de guerra total genocida implementada por el primer ministro Benjamín Netanyahu, por el enorme sufrimiento del pueblo palestino y libanés que está ocasionando, ha terminado aislando a Israel por completo a nivel mundial. Lo que pensó el gobierno en Tel Aviv que sería un triunfo militar relativamente rápido, estable y duradero, se está convirtiendo en un terreno cada vez más fangoso, en el que su pesada maquinaria de guerra se está quedando estancada. Israel cargará de acá a muchos años con el estigma de ser un país agresivo y peligroso para la humanidad.
Mientras tanto, sigue aumentando el apoyo a Palestina y Líbano, como se pudo ver en las calles de Río de Janeiro, durante las manifestaciones de sectores sociales y de la izquierda brasileña que pedían la paz, no sólo en Medio Oriente sino también en Ucrania.