24/10/2024 (Ciudad de México). Se polariza mucho más la campaña electoral en la última semana y media que queda hasta el decisivo martes 5 de noviembre, día en que las y los estadounidenses elegirán nueva administración de gobierno. En la medida que las tendencias en encuestas han mostrado que la ventaja de la candidata del Partido Demócrata, Kamala Harris, fue disminuyendo desde su mejor momento en agosto, y que el candidato del Partido Republicano, Donald Trump, es incombustible a sus propios incendios que va provocando con su agresividad verbal, ambos equipos de campaña saben que ahora se trata de agotar hasta el último cartucho.

Este es el sentido de las palabras pronunciadas por Harris, que calificó como un grave riesgo para la democracia de su país que vuelva a la Casa Blanca un hombre como Donald Trump, del que dijo que “se muestra cada vez más errático e inestable”.

A la actual vicepresidenta le vinieron muy bien las palabras de John Kelly, un republicano convencido, que fue jefe de gabinete en el gobierno de Trump (2016 – 2020), un altísimo cargo desde el que tuvo la posibilidad de convivir muchas horas al día con el mandatario. En una reciente entrevista publicada en el New York Times, Kelly, que también fue general de la marina, ha afirmado que en repetidas ocasiones Trump manifestó su admiración por Adolf Hitler y por otros dictadores (se sabe que hablaba de Benito Mussolini), por lo que cree que su perfil encaja con la definición de un fascista.

A estas revelaciones se sumaron las del general Mark Milley, que llegó a ser jefe del Estado Mayor Conjunto -el rango militar más alto- y luego pasó a desempeñarse como el principal asesor militar del presidente Donald Trump en Washington. Recientemente, Milley ha afirmado en varios actos públicos que le consta que el magnate es un “aspirante a dictador y creo que en eso se convertirá en un segundo mandato”.

Harris ha dicho que: “Es profundamente preocupante e increíblemente peligroso que Trump invoque a Adolf Hitler, el hombre responsable de la muerte de seis millones de judíos y cientos de miles de estadounidenses”. Estas significativas palabras resonarían mucho más si el gobierno del que ella forma parte no siguiera apoyando, con armamento y protección, al genocida Benjamín Netanyahu para que haga todo lo que está haciendo en Gaza y ahora en Líbano.

Por su parte, Trump sólo respondió con insultos a su adversaria política. “Es loca y estúpida” dijo en un mitin en Georgia. “Eres una vicepresidente de mierda, estás despedida, vete al infierno”, le espetó en Pensilvania. El mandatario pasea su soberbia por varios Estados, muy confiado en que al votante promedio le gusta que se exprese así.

En los últimos días, el republicano incrementó su campaña de xenofobia al decir, en un mitin en Carolina del Norte, que hay que establecer la pena de muerte para cualquier migrante convicto por asesinar a un ciudadano estadounidense o a un agente de las fuerzas del orden. Lo insólito es que estos planteamientos no caen mal en electorados que antes se inclinaban más hacia posturas pro derechos, como los latinos o hispanos.

Además, de esta forma disruptiva, Trump evitó tener que referirse en demasía a los desastres ocasionados por el Huracán Helene en el Estado atlántico, conocedor que, en cuanto al efecto de las tormentas, sigue en la memoria colectiva estadounidense, lo sucedido el año 2005 (gobierno del republicano George Bush) cuando el Huracán Katrina destruyó Nueva Orleans.

Falta poco para que acabe este proceso electoral que no precisamente se ha caracterizado por un elevado debate cívico, pero que aún así concita la atención mundial.