19/09/2024 (Ciudad de México). Sobre el estado de Sinaloa pesa un terrible prejuicio y, quien lo comparte, tiende a observar a su sociedad como una violenta y tendiente a la ilegalidad. De hecho, en la primera semana de este septiembre ocurrieron diversos hechos violentos que colocaron nuevamente al estado del noroeste como uno de los más convulsos debido a la violencia relacionada con las organizaciones del narcotráfico y los operativos de las corporaciones de seguridad que, cada tanto, vuelven a intensificarse.
Los hechos del último capítulo de violencia en Sinaloa podrían ser resultado del incremento de las tensiones entre las distintas facciones del Cártel de Sinaloa, luego de que fuera revelado que la detención en Estados Unidos de Ismael “El Mayo” Zambada pudo haber ocurrido luego de que fuera secuestrado en México por Joaquín Guzmán López, uno de los hijos de “El Chapo” Guzmán. En este contexto, el comandante de la Tercera Región Militar, general Jesús Leana Ojeda, habría señalado que el fin de la violencia en el estado no dependería de la intervención del Ejército, sino de las facciones sinaloenses que no paraban de buscar aniquilarse mutuamente debido a las tensiones entre ellas.
El prejuicio no es gratuito, pues Sinaloa ha sido la cuna de la mayoría de los grandes capos del narcotráfico: desde Miguel Ángel Félix Gallardo, hasta Joaquín “El Chapo” Guzmán, pasando por Rafael Caro Quintero e Ismael “El Mayo” Zambada. Además, también ha sido lugar de hechos violentos sin precedentes, como los llamados “Culiacanazos” en los que detuvieron a Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo” Guzmán, así como el secuestro simultáneo de 64 personas ocurrido en marzo de este año, aunque después fueran liberadas.
Pero la relación entre el narcotráfico y la entidad es antigua, aún antes de que los capos de la droga fueran famosos. Todo inicia a principios de la década de los años cuarenta, aproximadamente, luego de que fuera saboteado el intento del presidente y general Lázaro Cárdenas de establecer un sistema de atención al consumo de drogas basado en principios científicos y lejos del prohibicionismo norteamericano.
En ese entonces, diplomáticos y funcionarios norteamericanos – así como algunos mexicanos– habrían promovido la criminalización y persecución de la producción y el tráfico de sustancias como la marihuana y la adormidera en México, ésta última fuente de la sustancia con la que se produce la heroína. Además, también impulsarían el uso del Ejército para la erradicación de cultivos ilícitos, ya que las policías civiles eran identificadas como débiles y corruptas en el contexto posterior a la Revolución mexicana, proceso que destruyó al Estado porfirista y sus instituciones. Desde ese momento, será una constante que las Fuerzas Armadas se ocupen de este rubro particular de la seguridad pública.
Al principio, las Fuerzas Armadas estarían en regiones específicas en labores antinarcóticos, debido a la concentración de cultivos ilícitos en determinados territorios. En particular, en la región de Los Altos de Sinaloa, que reúne las características orográficas y climáticas para el desarrollo de la agricultura en general. Al estar alejados y tener escasas vías de acceso, las condiciones serranas de Los Altos sinaloenses también brindaron ciertas ventajas para el cultivo de plantas identificadas como cultivos ilegales.
De esta manera, campesinos de Los Altos de Sinaloa que poseían pequeñas parcelas complementaban sus ingresos con el cultivo de mariguana o adormidera. Posteriormente, vendían sus productos a pequeños intermediarios que contaban con la infraestructura necesaria para transportar la mercancía, así como con contactos entre la élite política sinaloense y la policía para obtener protección y así poder contrabandear sus productos con total impunidad.
Sin embargo, el incremento de la presencia del Ejército en Los Altos sinaloenses a partir de los años cuarenta afectó la dinámica de los intermediarios, pues, aunque podían contar con la protección de la élite priista municipal o estatal, no ocurría así con las autoridades federales, las cuales invadían cultivos y detenían a personas de manera temporal, por lo general, exclusivamente entre los campesinos cultivadores, dejando intactos a los intermediarios o a la élite política que los protegía.
Luego de la declaración de la “guerra contra las drogas” en Estados Unidos en 1971, con el presidente Richard Nixon como su principal impulsor, el cultivo de drogas fue aún más criminalizado, lo que también repercutió en México. Posteriormente, entre 1976 y 1977, la presencia del Ejército se profundizó a raíz de la llamada Operación Cóndor, iniciativa impulsada por ambos países que consistió en el envío de cerca de 10 mil militares a la región conocida como “El Triángulo Dorado”, que abarca las zonas serranas en la colindancia de los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango. El cultivo de marihuana y adormidera ya comenzaba a proliferar en toda la región debido a la presencia del Ejército del lado sinaloense desde hace varios años.
Luego de la Operación Cóndor, la presencia del Ejército se hizo permanente en la región, lo que obligó a varios de los intermediarios más grandes a trasladarse para conseguir inmunidad. Algunos de ellos se mudaron a Guadalajara, Jalisco, contando desde un inicio, con la protección de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Esta fuerza era considerada como la “policía política” del régimen priista, por lo que el vínculo pudo haber sido facilitado por la élite política civil, con la que ya tenían relaciones estrechas.
Es así como nace el llamado “Cártel de Guadalajara”, fundado por las figuras ahora icónicas de Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Don Neto. Varios factores coincidieron para el crecimiento exponencial del poder de esta organización, pues al mismo tiempo que contaban con la protección política de la élite priista y sus corporaciones civiles, accedieron por primera vez a un mercado que estaba ingresando a México: el contrabando masivo de cocaína que se dirigía a Estados Unidos.
El “Cártel de Guadalajara” supo aprovechar el mercado de cocaína, luego de que las tradicionales rutas del Caribe en las que llegara a través de la Florida fueran cada vez más vigiladas por las autoridades norteamericanas. Después de ello, México se convertiría en la principal ruta del trasiego de drogas. Además, la naciente organización contó por primera vez con una economía urbana en la que podría ocultar sus ingresos a través del lavado de dinero en negocios legales.
La protección política y el crecimiento económico exponencial también crearía una nueva casta del narcotráfico, representada por los líderes sinaloenses que, finalmente, se convertirían en grandes capos del narcotráfico. Estos nuevos protagonistas del narcotráfico contaron con vínculos sumamente complejos entre las élites, las cuales iban más allá de la frontera.
Evidencia sólida ha colocado sobre la mesa la posible protección que agentes de la CIA brindaron a la organización emergente, a cambio de financiar mediante las ganancias del narcotráfico parte de la contrainsurgencia nicaragüense (la “contra”) en contra del Frente de Liberación de Nicaragua en los ochenta. Según estas versiones, esto habría sido descubierto por Enrique Kiki Camarena, agente de la DEA que realizaba una investigación del Cártel de Guadalajara, razón por la cual Félix Rodríguez, agente de la CIA, habría ordenado su asesinato.
Lo demás es historia y es conocido cómo, tanto para México como para Estados Unidos, el chivo expiatorio para esta trama geopolítica criminal fue la DFS, que fue disuelta unos meses después del asesinato de Camarena. Luego de ello, los líderes sinaloenses regresarían al norte del país, esta vez con mucho más poder y recursos. A su vez, esto permitió crear la dinámica de “las plazas”, es decir, territorios distribuidos entre los distintos líderes sinaloenses y sus respectivas organizaciones (Cártel de Sinaloa, Cártel de Tijuana, Cártel de Juárez, etc.).
Hasta aquí un breve repaso de cómo es creada la figura del “capo sinaloense”. Es evidente que las autoridades, tanto mexicanas como estadounidenses, han terminado en el pasado por fomentar un negocio que les es útil, tanto para financiar intereses oscuros como para presentar a los narcotraficantes como “trofeos” una vez que necesitan mostrar “resultados” en la lucha contra el narcotráfico.