18/06/2024 (Ciudad de México). Este 18 de junio se celebra el día internacional para contrarrestar el discurso de odio, instaurado desde hace tres años por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Este día se definió con miras a “promover el diálogo y la tolerancia interreligiosos e interculturales para contrarrestarlo”, ante un diagnóstico de un “auge de discursos y actos discriminatorios”, según el organismo internacional.
Los discursos de odio tienen muchas posibles manifestaciones y responden a distintos contextos. Según la Organización de las Naciones Unidas, un discurso de odio es “cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita –o también, comportamiento –, que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad”
Por su parte, el relator especial sobre la libertad de religión o de creencias de las Naciones Unidas, Ahmed Shaheed, denunció que “el discurso público atravesado por el odio se está convirtiendo en una herramienta para obtener beneficios políticos”. Ante ello, acciones para hacerle frente a los discursos de odio se vuelven necesarias, lo que incluye la conmemoración de este día.
Emma Álvarez Buñuel activista y miembro del Bloque Rosa, habló con De Raíz Media sobre las implicaciones de los discursos de odio, particularmente con aquellos dirigidos a la comunidad LGBTQ+. Según Emma, un discurso de odio es “una narrativa que difunde prejuicios, estereotipos y estigmas contra un grupo social”. Sin embargo, el activista va mucho más allá y apunta que, para ser considerado “discurso de odio”, no basta con la reproducción de prejuicios mediante el lenguaje, sino “la capacidad [en estas narrativas] para difundirse masivamente y también de generar acciones contra este grupo”.
Emma recuerda cómo el expresidente estadounidense y empresario, Donald Trump, se favoreció políticamente por reproducir una narrativa xenófoba en contra de los migrantes latinoamericanos, pero con consecuencias muy negativas para esta población, ya que, señala, en Estados Unidos “hay una base conservadora que lo apoya y que está dispuesta a actuar en consecuencia con ese discurso”. Sin embargo, no sólo apunta a esas grandes coyunturas, como la que llevó a Donald Trump a la presidencia, sino también a “acciones más pequeñas en lo cotidiano donde la derecha y otros grupos logran movilizarse contra ciertas poblaciones”.
Aunque Emma se enfoca principalmente en las violencias ejercidas en contra de las disidencias sexo-genéricas, también cuestiona otros discursos de odio, como el que se ha dirigido en contra de las personas migrantes y de los pobres en una sociedad tan desigual como la mexicana. De acuerdo con el activista, estas narrativas suelen exacerbarse después de detonantes sociales muy concretos.
En el caso de la narrativa en contra de personas LGBTIQ+, Emma observa que ésta se materializó luego de un avance muy profundo en la lucha por los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ que ha ocurrido en el país durante los últimos años. Emma recuerda al grupo conservador conocido como el Frente Nacional por la Familia (FNF) para ejemplificar cómo la derecha puede organizarse y actuar colectivamente a partir de estas narrativas: “creo que momentos como las aprobaciones del matrimonio igualitario, la despenalización del aborto, el reconocimiento legal de la identidad de género de las personas trans, son momentos que generan mucha respuesta de la derecha”, explica Emma.
Sobre las personas migrantes, señala que un posible detonante de narrativas xenófobas fueron las caravanas migrantes, narrativas que se han observado, incluso, en el contexto electoral más reciente. Esta réplica de discursos de odio puede ser la respuesta al por qué, “a lo largo de estos años recientes, [hayamos visto tanto] rechazo hacia las personas migrantes, específicamente centroamericanas, cubanas o haitianas”, explica.
También menciona que, durante el periodo presidencial que está por concluir, la distribución de recursos a través de los programas sociales vinculados al gobierno de la Cuarta Transformación generó reacciones adversas en contra de las personas pobres, lo que podría considerarse “aporafobia”, como también se conoce al odio hacia este sector: “con los programas sociales de este gobierno se ha generado también un discurso de odio contra las personas que los reciben, bajo estas ideas clasistas”, explica.
Como parte de las consecuencias de estos discursos, Emma menciona tres: la discriminación en contra de la diversidad sexual o las personas migrantes en espacios laborales, la prevalencia de una “tensión social” que mantiene la “posibilidad de violencia en el espacio público” o que lleguen al poder personas con estas narrativas, buscando “frenar reformas legales o políticas públicas que respetan los derechos humanos de estos grupos sociales”.
Finalmente, aunque considera que el actual periodo en la política en México no se caracteriza por una avanzada de los valores conservadores, sí observa que figuras públicas reproducen estas narrativas para obtener beneficios políticos, algunas de ellas aún con espacios dentro de la estructura del Estado mexicano: “hay un Gobierno quizás más progresista en ciertos temas en la actualidad, pero también la derecha tiene personajes cada vez más visibles y cada vez más reconocibles. Afortunadamente, no trascendieron para el próximo sexenio, pero pues está Teresa Castell, América Rangel, Gabriel Quadri, Margarita Zavala, que ella sí va a ser legisladora el próximo sexenio”, nos recuerda.
Como parte del Bloque Rosa, Emma busca la intersección de distintas luchas. En los últimos días, se han dedicado a organizar la contramarcha “Con Genocidio no hay Orgullo”, que se llevará a cabo el día del Orgullo LGBTIQ+, 28 de junio, como una respuesta al genocidio contra la población palestina en la Franja de Gaza ejecutado por Israel. Ésta partirá del Ángel de la Independencia rumbo a la Embajada de Israel, es decir, el sentido opuesto a la marcha “oficial”.
De acuerdo con Emma, Israel es una de las “entidades que más utiliza la lucha LGBT para limpiar su imagen; siempre tiene este discurso de que es un oasis en Medio Oriente para las personas de la diversidad sexual”, lo cual califica como pinkwashing o lavado rosa, como se le conoce a las estrategias que buscan legitimar a empresas o políticos cuestionables éticamente hablando a partir de una pantalla de “inclusividad”.