11/06/2024 (Ciudad de México). Tras las nuevas matanzas de refugiados palestinos perpetradas por Israel en la Franja de Gaza, los 15 países (5 permanentes y 10 temporales) que conforman el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó ayer una resolución exigiendo el inmediato alto al fuego, multiplicar el ingreso de ayuda humanitaria y completar el intercambio de rehenes de Hamás por presos palestinos, así como ingresar en una fase de reconstrucción de las ciudades gazatíes, que fueron devastadas por Israel.

La resolución está basada en la propuesta que el presidente de Estados Unidos -con problemas electorales por la pérdida de votantes jóvenes y progresistas que le está ocasionando su apoyo a las acciones militares de Benjamín Netanyahu contra Palestina- lanzó hace diez días, en un discurso en la Casa Blanca. En ese momento aseveró lo siguiente: “Después de intensas actividades diplomáticas desarrolladas por mi equipo, en conversaciones con líderes de Israel, Qatar, Egipto y otros países de Oriente Próximo, Israel ha ofrecido una nueva propuesta exhaustiva para un alto al fuego duradero y la liberación de todos los rehenes. Es el momento de que esta guerra acabe y de que empiece el día después”.

Sin embargo, ese momento no llegó. Si algo parece quedar claro en la geopolítica mundial es que la política exterior de Estados Unidos no tiene la potencia hegemónica de hace décadas, cuando bastaba que Washington proponga algo y sus socios inmediatamente se alineaban. Hoy le está tomando al Secretario de Estado Antony Blinken numerosos viajes a varias ciudades, desde Tel Aviv hasta El Cairo, pasando por Riad y Aman, para ir tejiendo dificultosos acuerdos que luego se caen. Hasta ahora van ocho giras regionales en algo más de siete meses y aun así la tregua en Gaza no se concreta.

Pero hay un factor en esta peligrosa ecuación cuyo resultado, según datos del Ministerio de Sanidad de la Franja, es de 37.164 muertos y 84.832 heridos en Gaza, que es el enorme crecimiento de la solidaridad internacional con la causa de Palestina. Se expresa en numerosas ciudades de varios continentes, con marchas que exigen el fin del genocidio y que no se disipan, ni por el cansancio de meses demandando lo mismo sin resultados. Por el contrario, se reactivan con cada noticia de una nueva masacre. Así pasó el 28 de abril, cuando más de 100 civiles murieron mientras esperaban por los camiones con comida y fueron alcanzados por disparos de tanques israelíes. O el 8 de junio, cuando cerca de un mercado en Nuseirat, bajo el argumento de que estaban rescatando con vida a 4 rehenes en manos de Hamás, el ejército invasor dejó un tendal de 270 civiles inocentes muertos. Ningún sentido de proporcionalidad, ningún rasgo humanitario en el gobierno israelí que, al dar semejantes órdenes letales, hizo fracasar cualquier posibilidad de tregua para la paz.

Sólo la presión internacional organizada, que ha colocado al gobierno de Israel en una situación de casi completo aislamiento y un nivel de repudio mundial como nunca se vio en lo que va del siglo veintiuno, lo que puede hacer que finalmente se imponga el alto al fuego.

Este es el sentido de una reunión organizada por Jordania, Egipto y la ONU, que comenzó ayer en la ciudad de Amán, la capital jordana. Es la “Conferencia Internacional para una Acción Humanitaria Urgente”, que logró juntar a delegaciones de 75 países para acordar un paquete mundial de apoyo a Palestina. Entre otros líderes están presentes el Secretario General de la ONU, el portugués António Guterres, el rey de Jordania, Abdalá II, el presidente de Egipto, Abdelfatah el Sisi, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, el primer ministro del Líbano, Nayib Mikati y el presidente del recientemente reconocido Estado de Palestina, Mahmoud Abbás. Numerosos cancilleres, entre los que destaca el de Colombia Luis Gilberto Murillo, están en la cita. La sorpresa fue la presencia de Antony Blinken que no había confirmado su asistencia, pero finalmente acudió.

El gobierno de Netanyahu sigue negándose a todos estos esfuerzos de paz. Pero siente también la presión interna, de gente como Benny Gantz, hasta ayer miembro de la oposición que fue invitado a ser parte del Gabinete de Guerra de Israel, pero que dimitió por discrepancias de fondo con el premier sionista.