04/06/2024 (Ciudad de México). Hay un país, el más poblado del planeta, en el que se realizan las mayores elecciones generales del mundo. Se trata de India, que tiene un período de votación que se extiende por 44 días, en los que estaban habilitados para sufragar 968 millones de personas, de las que ejercieron su derecho al voto 642 millones, lo que significa que hubo un 66% de participación.
Tan dilatado proceso electoral puede explicarse por la enorme cantidad de empadronados en el registro electoral hindú, pero también varios analistas lo explican porque es la forma que tienen de garantizarse gobernabilidad los partidos hegemónicos. Esas enormes agrupaciones políticas son el Partido Popular Indio, que es un partido de ideología conservadora y fuertemente nacionalista, fundado en 1980, y el Partido del Congreso, que es un partido con ideología liberal y hasta socialdemócrata. Durante ese mes y medio que dura los comicios ambos partidos pueden seguir haciendo propaganda -incluso, en el caso del gobierno, con entrega de obras- lo que les permite ir subiendo su margen de votos y obtener más curules.
Los recuentos indican que el “Partido Popular Indio” que dirige el primer ministro Narendra Modi, ha logrado retener la mayoría en un Congreso que tiene 543 legisladores. Esta vez Modi -un experimentado político de 73 años, al que se ha acusado de gobernar restringiendo los derechos democráticos, garantizando apertura a los capitales extranjeros lo que le permitió mantener estable la economía- conformó una alianza denominada Alianza Democrática Nacional, con la que ha logrado el 36% de los votos, vale decir 227,5 millones de votos lo que le da 290 escaños, dieciocho más de los 272 necesarios para la mayoría absoluta. Así la derecha hindú preserva el gobierno, aunque tendrá que tomar nota que perdió nada menos que 58 bancas desde el 2019.
Modi dirige una de las principales potencias mundiales desde el 2014, y ahora obtiene el respaldo para un tercer mandato de cinco años. A diferencia de las anteriores ocasiones, ahora Modi tendrá que preservar los equilibrios con el poder legislativo, en el que ya no podrá usar los procedimientos disciplinarios, que le permitieron expulsar a opositores, y con los que mantuvo a raya a quienes le cuestionan.
La oposición ha crecido, especialmente desde que, en septiembre de 2022, Rahul Gandhi -de 53 años, con larga trayectoria académica y formado en una familia de políticos, siendo nieto de la ex primera ministra Indira Gandhi- inició una marcha democrática prolongada llamada “Bharat Jodo Yatra”, que durante cinco meses recorrió el país para “unir a la India contra los abusos del gobierno de Modi”. Esta marcha partió desde Kanyakumari en el sur del país, y llegó hasta Jammu y Cachemira, en el norte, recorriendo 3.500 kilómetros por doce Estados. Esta enorme movilización le permitió a Gandhi aumentar sus niveles de aprobación, sobre todo en el Estado de Delhi, donde queda la capital de India, con una población de 18 millones de habitantes.
Así surgió, a partir del Partido del Congreso, al que Gandhi está formalmente afiliado, una gran alianza de 25 partidos políticos y numerosas organizaciones sociales, desde campesinas hasta de sectores empresariales, a la que llamó “Alianza Inclusiva para el Desarrollo Nacional de India”. Este frente de frentes obtuvo 230 escaños, incrementando en 101 su bancada de parlamentarios, pero sin posibilidades de conformar gobierno.
El primer ministro Narendra Modi se ha convertido en un actor muy relevante de la política mundial. Su pragmatismo le ha permitido convertir a India en una especie de bisagra, que es parte de los bloques de poder mundial, como son los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y el G-7 (Estados Unidos, Canadá, Reino Unidos, Alemania, Francia, Italia y Japón). De esta forma, aprovecha la confrontación entre Beijing y Washington, hoy alineándose acá, mañana allá.
Por otra parte, India es también una de las potencias industriales más contaminantes del mundo, ocupando el tercer puesto detrás de China y Estados Unidos. A pesar de ello, Modi durante sus mandatos suspendió la aplicación de varias leyes ambientales aprobadas por sus antecesores.