03/06/2024 (Ciudad de México). El sábado 1 de junio, Nayib Bukele asumió nuevamente la presidencia en El Salvador, luego de que hace unos meses se reeligió vulnerando la constitución salvadoreña, que prohíbe expresamente la reelección.
Ahora el neofascista Bukele gobernará con el control absoluto del poder legislativo y del poder judicial, consolidando así un nuevo tipo de dictadura plebiscitaria, en laque, con respaldo electoral de una parte importante de la población, los derechos constitucionales y las libertades democráticas son restringidas por el estado de excepción dictado por el gobierno, que sigue ampliándose desde hace dos años, bajo argumentos de seguridad pública y lucha contra el crimen organizado.
Al acto de investidura asistió el Rey de España, Felipe VI, al que nadie elige por cuanto es un anacrónico representante de la nobleza hispana. También estuvieron los presidentes de ultraderecha de Argentina, Javier Milei, de Ecuador, Daniel Noboa, y de Paraguay, Santiago Peña. Sorprendió la presencia de Xiomara Castro, presidenta de Honduras, una progresista que al parecer intenta tender lazos diplomáticos con Bukele.
La ceremonia tuvo las características y el simbolismo propios de un régimen que intenta fijar, en el imaginario nacional salvadoreño, el profundo respeto por el poder absoluto, la tradición y el orden establecido, que se encarnan en el presidente. Parece increíble que un país en el que hace cuatro décadas una insurgencia guerrillera estuvo a punto de tomar el poder, hoy se ha convertido enpaís con muchas cárceles repletas de personas con detención preventiva, muchas de ellas inocentes.
Al día siguiente, en México, la candidata de izquierda Claudia Sheinbaum obtuvo un triunfo arrollador en las urnas que le permitirá convertirse en la primera mujer presidenta. Fue de tal magnitud su victoria que, al mismo tiempo que consolida los avances logrados en el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, reabre para América Latina varios caminos de transformación.
Uno es el camino de las reformas democráticas apoyadas por el voto y la movilización del pueblo, que le otorgó mayoría calificada en Diputados y una amplia mayoría en el Senado, así como en gobernaciones y alcaldías. Se trató de un verdadero mandato popular que decidió darle más fuerza y poder a la denominada “Cuarta Transformación”.
Otro camino que se abre es el de las transformaciones sociales en favor de las mujeres, al ser elegidas Claudia Sheinbaum como presidenta nacional y Clara Brugada como jefa de gobierno de ciudad de México, una de las urbes más pobladas de América Latina.
Otro camino es el del ecologismo en defensa de la vida ante el calentamiento global ocasionado por el industrialismo que funciona a base de combustibles fósiles.Puede decirse que cuando Sheinbaum asuma el gobierno en octubre, se fortalecerá la línea ambientalista impulsada desde hace dos años por el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y por el presidente de Brasil, Lula da Silva. Subirá el perfil de América Latina en las cumbres ambientales mundiales. Por supuesto, será en dura disputa con los gobiernos negacionistas del calentamiento global, que manejan el discurso de que hay que poner punto final a la “locura ecológica”. Los negacionistas Trump, Milei y Bolsonaro fueron y son la peor expresión del capitalismo salvaje y su impacto en la naturaleza.
Finalmente se abre el camino de la seguridad pública con derechos y sin autoritarismos ni militarización. México con López Obrador aplica un modelo de seguridad que, por supuesto, deberá ser perfeccionado por Sheinbaum. Pero es un modelo completamente alejado de la militarización de hace Milei en la ciudad de Rosario, que es exactamente la misma que efectúan la presidenta Dina Boluarte, en varias regiones del Perú, o el presidente Noboa en Ecuador.
En apenas dos días, América Latina pasó de la oscuridad bukeliana a la claridad de la fiesta democrática popular en tierras mexicanas.