31/05/2024 (Ciudad de México). Donald Trump se convirtió en el primer ex presidente de Estados Unidos declarado culpable en un juicio realizado en Nueva York. El hecho ya está marcando un punto de inflexión en el sistema político estadounidense, que hasta ahora se ufanaba de no tener en sus niveles de jerarquía máxima a personajes con antecedentes criminosos, y ahora tiene en Trump no sólo a un virtual candidato, sino a alguien que encabeza, por poco, las encuestas y que podría volver a la Casa Blanca.

En esta condición de criminal convicto, Trump esperará que el juez -posiblemente el próximo 11 de julio- dicte sentencia por 34 delitos que cometió al ordenar falsificar facturas, cheques y registros contables para solapar los pagos con los que compró el silencio de Stormy Daniels, una mujer que protagonizaba películas para adultos, con la que tuvo una relación sexual fuera del matrimonio y que le amenazó con hacerlo público y así dañar su campaña presidencial del año 2016.

Ya no se trata sólo de una acusación, en la que la persona acusada goza de presunción de inocencia. Ahora se trata de un caso juzgado, dentro de un proceso que ha tenido tantas apelaciones que un nuevo recurso presentado por los abogados de Trump, esta vez contra la condena y la sentencia, no tiene posibilidades de prosperar.

Es una inédita situación penal que tendrá impacto en las elecciones de Estados Unidos que se realizarán en noviembre, para las que Trump es el virtual candidato del partido republicano. El ex presidente ha optado por intentar mostrarse como una víctima de un poder judicial corrupto, afirmando que “el verdadero veredicto lo dará el pueblo en noviembre”.

Aunque no anula sus derechos políticos, la condena sí afecta la imagen de plena legalidad que debe tener cualquiera que busque la investidura presidencial. Es un factor que está aprovechando, aunque de manera sumamente prudente, el virtual candidato del partido demócrata, el actual mandatario Joe Biden, que acaba de declarar que es respetuoso de la justicia, pero que “sólo hay una forma de alejar a Donald Trump del Despacho Oval: en las urnas”.

Las encuestas muestran que esta elección será sumamente cerrada. Hasta la víspera el republicano aparecía con un punto de ventaja sobre el demócrata, lo que queda dentro del margen de error de cualquier encuesta. Ninguna candidatura ha logrado hasta ahora despegarse y consolidar una ventaja que pueda considerarse irremontable.

Pero además, hay que tomar en cuenta que no es el total de votos obtenidos en urnas lo que define quién será presidente; en el sistema electoral de Estados Unidos los electores votan por delegados por cada Estado al Colegio Electoral, siendo presidente el que ha logrado más delegados. Por esta razón la batalla electoral se va concentrando en aquellos Estados denominados “pendulares”, que de una elección a otra pueden pasar de una preferencia política a otra. Esos Estados son: Ohio, Florida, Arizona, Georgia, Iowa, Carolina del Norte, Colorado, Nevada, Virginia y New Hampshire.

Recordemos que en las elecciones de noviembre de 2016, Donald Trump ganó a pesar de que su contrincante, Hillary Clinton, obtuvo tres millones más de votos. Por mucho tiempo, este sistema de elección indirecta a través de delegados no fue cuestionada en su legitimidad, pero en el último tiempo sí ha comenzado un debate respecto de si es justo un sistema en el que, por esta ponderación territorial, el voto de algunos Estados vale más que el de otros Estados.

El proceso presidencial, que está a punto de entrar en su recta final de cinco meses, está tan polarizado que cualquier factor -el devenir de la economía, la migración, el avance de los otros juicios a Trump, la guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza- puede causar una variación de pocos puntos que defina la contienda.