La doctora en ingeniería ambiental planea continuar con el programa Sembrando Vida y tecnificar el campo.

07/05/2024 (Ciudad de México). Como parte de las propuestas rumbo a las elecciones presidenciales, la candidata por la alianza “Sigamos Haciendo Historia”, Claudia Sheinbaum Pardo, ha resaltado el papel que tendría su gobierno frente al campo y la agricultura mexicanos. Esto la hace contrastar con sus adversarios, quienes sólo han abordado el tópico recurriendo al ambiguo “vamos a recuperar el campo”, sin señalar ninguna medida concreta.

Claudia Sheinbaum, por el contrario, ha mencionado dos de sus principales propuestas de manera constante: por un lado, la continuidad del programa Sembrando Vida y, por otro, la tecnificación del campo, la cual se traduce como la adquisición y distribución de tecnología con la finalidad de volver más eficiente el uso de los recursos en la agricultura, particularmente el agua.

Ambos programas presentan potenciales por su cuenta, pero, en conjunto, podrían representar una verdadera revolución agrícola. Sin embargo, también existen muchos obstáculos que ya representan un problema en la actualidad para muchos de los programas implementados para potenciar la agricultura.

En primer lugar, debe contemplarse que cualquier mecanismo que busque incrementar la productividad del campo, tendría que contemplar el uso más eficiente del vital líquido, sobre todo considerando las crisis hídricas y climáticas a nivel global que comienzan a asomarse en la actualidad. Precisamente, la tecnificación de la agricultura de riego responde al hecho de que la gran mayoría del agua dulce ocupada en México se destina al riego. Según la propia Claudia Sheinbaum, cerca de 80% es destinada para ello, dato corroborado por los dos especialistas consultados para este texto.

Sin embargo, más allá de esta proporción, se deben contemplar los métodos de riego, unos más eficientes que otros, según explicó para De Raíz Carlos Alberto Francisco Cruz. El doctor en economía agrícola asegura que, dependiendo del método de riego, se llega a desperdiciar hasta el 30% del agua a través de la filtración, la evaporación, entre otros.

Así también lo describe Antonio Osorio, ingeniero agrónomo por Chapingo especializado en en producción agroforestal, quien aseguró que hace falta mucha inversión en infraestructura para lograr reducir el uso del agua en los cultivos de pequeños productores, quienes recurren a métodos de riego poco eficientes ante la falta de recursos y capacitación, como el riego rodado o por gravedad. En este método, el agua sigue un surco en la tierra impulsada por la gravedad, lo que al final provoca que mucha del agua se filtre en el surco sin tener contacto con las raíces de los cultivos.

Además, los grandes productores tampoco suelen tener interés o recursos para invertir en la tecnificación de la producción agrícola. La principal razón es que no cuentan con incentivos para ahorrar agua, al controlar su distribución. Según lo que nos comentó Antonio, los grandes productores en muchas regiones tienden a ser caciques y concentrar, además de la tierra, el uso del agua.

Debido a que el agua se distribuye vía los 68 distritos de riego establecidos por la Comisión Nacional del Agua, éstos se han convertido en fuentes muy atractivas de poder, recursos y control social, lo que terminó por fomentar que los caciques se apropiaran de ella y distribuyan el agua a discreción. En ese sentido, Osorio apunta que no siempre el problema a nivel territorial es la falta de agua, sino la concentración en pocas manos: es decir, se trata de un problema político y no técnico.

Sin embargo, existen otros factores técnicos que también podrían motivar el uso eficiente del agua. Ambos especialistas coinciden en que, para mejorar este aspecto, se vuelve necesario que se generen capacidades técnicas en los pequeños productores para que puedan acceder a mejores métodos de riego y uso eficiente del agua.

Antonio hace alusión al programa de “Extensionismo agrario”, que en la actualidad se ha reducido. Éste se enfocaba en apoyar a los pequeños productores agrícolas con asistencia técnica a través de profesionales como ingenieros agrónomos y biólogos vinculados al campo: “Ellos podrían ver las necesidades […], siento que por ahí tiene que haber un puente para poder tecnificar a los productores en este tema de hacer el uso suficiente del recurso agua”.

Por otra parte, el programa Sembrando Vida se plantea como la continuidad del programa iniciado por el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Este programa tiene dos principales objetivos: por un lado, mejorar la economía popular a través de la generación de empleos y la obtención de ganancias y, por otro, la producción de plantas que fomenten la absorción de dióxido de carbono. Es decir, es un programa redistributivo y de reforestación y, para lograr sus objetivos, incentiva la producción de árboles maderables y otros cultivos, como el maíz.

Sin embargo, aunque ambos puntos resultan necesarios, lo convierten en un programa muy ambicioso y, por lo mismo, sus beneficios tienden a disiparse. Así lo califica Carlos, quien también cuestiona la limitante de 2.5 hectáreas como requisito, pues se convierte en un problema para los pequeños productores. Aunque existe el mecanismo legal para unir a varios productores y sus parcelas, calificando para el programa, no deja de ser un incentivo para reducir los apoyos en la escala más pequeña de los productores.

Sobre las críticas acerca de que se trata de un programa que genera una huella ecológica, Carlos señala que, en efecto, la producción de árboles maderables puede tener repercusiones negativas para el medio ambiente. Sin embargo, también contribuye al “secuestro del dióxido de carbono” a través de la fotosíntesis de las plantas que son parte de los cultivos: “la agricultura, a diferencia de otros sectores, no solamente contamina, sino también genera lo que es el secuestro de carbono. Si tú tienes más árboles, también puedes reducir” el carbono, afirmó.

Por otro lado, aunque el programa Sembrando Vida ha tenido claroscuros en su implementación, varias de sus carencias podrían subsanarse bajo los mismos preceptos para tecnificar el campo: brindar tecnología y capacidades técnicas a través del acompañamiento de profesionales en la materia a los pequeños y medianos productores con la finalidad de hacer más eficiente el uso del agua.

Uno de los principales problemas se asocia a que los apoyos están condicionados al cultivo de productos con los que los beneficiarios no están familiarizados o tampoco cuentan con la tecnología necesaria para eficientizar el riego. Este pudo haber sido un factor que fomentó que muchos beneficiarios desertaran, inclusive.

En muchos lugares, señala Antonio, las personas tenían que hacer el riego árbol por árbol al no contar con un sistema de goteo, lo que implicaba mucho tiempo y esfuerzo: “hubo mucha deserción de sembrando vida por esas razones, porque la capacidad física, la capacidad de mano de obra, ya no da para atender toda la plantación de árboles”, dijo el ingeniero agrónomo. Este trabajo, además, se invertía en una producción lenta, pues de los árboles maderables se pueden obtener beneficios en, al menos, siete años, indicó por su parte Carlos.

Se observa cómo, para contemplar el uso eficiente del agua, no se deben considerar exclusivamente los factores climáticos y de disponibilidad del líquido. Por el contrario, se vuelve necesario contemplar los problemas asociados a la falta de recursos y tecnología para el uso eficiente en el riego. Además, la estrategia frente al campo tiene que considerar los problemas políticos y sociales asociados a la distribución del agua y la tecnología entre los pequeños productores y, para ello, debe construir puentes con ellos. Esperemos que la doctora Sheinbaum contemple estos factores para establecer los componentes de sus programas para el campo.